Dante
El Monstruo en mi Cama
Por Elena Romero
© Elena Romero 2018.
Todos los derechos reservados.
Publicado en España por Elena Romero.
Primera Edición.
Dedicado a Isabel y Jose,
por estar siempre ahí cuando los necesitaba.
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Romance Prohibido, Erótica y Acción con el Chico Malo Motero
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ACTO 1
Escapar o caer
Necesitaba escapar de este mundo, y la única manera en que había conseguido hacerlo era a través de la desaparición temporal. No, no se trataba de un acto de magia o violar las leyes de la física, esta desaparición era simplemente un periodo de aislamiento que necesitaba al no poder soportar más mi realidad.
La vida me había dado mucho tiempo de felicidad junto a mi pareja, pero definitivamente, había cometido un grave error al abrirle las puertas de mi hogar y mi casa.
No sabía qué clase de persona era, no conocía sus costumbres ni doble personalidad que lo había llevado hasta el punto de maltratarme físicamente de una manera brutal. Aquella mañana, había amanecido vomitando sangre de la golpiza que me había propinado la noche anterior. Mientras me encontraba de rodillas frente al escusado, pensé que iba morir ese mismo día.
No le daba razones en lo absoluto para recibir un trato de esta forma, era una chica más del montón y no le daba argumentos para tratarme así, pero parecía hacerlo para drenar su furia y frustración.
Matías era un joven con un pasado bastante oscuro y lleno de violencia, el cual aparentaba haber superado, pero que aún permanecía latente en su interior al drenar este tipo de comportamientos conmigo.
Yo me había encargado de darle amor, comprensión y compañía en los momentos más difíciles, sobre todo cuando recibió la noticia del suicidio de su madre, lo que terminó de detonar la totalidad de la peor parte de su personalidad.
Esta mujer había sido el muro de contención para todo lo negativo que podía mostrar este chico de apenas 20 años de edad que se comportaba como un animal cuando perdía el control.
El alcohol había sido uno de sus principales modos de escape, un método con el que yo no comulgaba. Detestaba enormemente que llegara ebrio a casa, ya que, siempre terminamos discutiendo. Aquella mañana, cuando decidí desaparecer por primera vez, sentía tanto miedo que apenas y podía aclarar ciertas ideas en mi cabeza.
Simplemente tomé algunas de mis prendas de vestir favoritas, las metí en mi mochila y me largué de aquel lugar que se había convertido en un verdadero infierno para mí.
Llegué a la ciudad de Dallas a los 18 años de edad. Mis padres, quienes se habían mudado a este lugar por temas de trabajo, simplemente no tenían otra opción. Decidí comenzar estudiar en la universidad e independizarme después de haber conseguido un trabajo de medio tiempo que me daba los suficientes ingresos para poder pagar mi propia residencia.
Vivía en un pequeño departamento completamente sola y tranquila muy cerca al trabajo, así que, podía caminar todas las mañanas hasta el Hotel Hilton en donde me desempeñaba como una de las empleadas de servicio de aquel lugar.
No era el trabajo más lujoso o refinado que podría tener, pero siempre había soñado con codearme con personas adineradas y de poder, y este siempre era un lugar a donde llegaba la élite que visitaba la ciudad de Dallas. Fue justo en este lugar en donde conocí a Matías, quien se hospedó en aquel lugar durante un fin de semana acompañado de su familia.
Las miradas y la picardía surgieron desde el primer momento en que nos vimos, sabía que había algo en él que me agradaría muchísimo. Él mismo se atrevió a darme su número telefónico y yo, con mucha ilusión comencé la interacción esa misma noche.
Nuestra historia no tenía demasiadas aristas, era algo simple, básico y comenzó a fluir rápidamente. Creo que ese había sido el principal error, ya que, no habíamos tenido el tiempo necesario de prueba mientras nos conocíamos y ya yo estaba invitándolo a vivir conmigo.
Sabía que su familia era de dinero y sus recursos eran muchísimo más amplios que los míos, pero yo quería demostrar mi independencia y que podía surgir desde abajo de una manera constante y continua. Tan solo salimos durante un mes y ya había decidido que este chico era la opción correcta para iniciar una relación amorosa.
Nos llevábamos muy bien y compartíamos muchos gustos en común, por lo que, su compañía era bastante agradable. Pero el salvaje que vivía dentro de él no afloró sino hasta después de un año juntos. Hacíamos absolutamente todo por mantener la relación viva, pero poco a poco se fue extinguiendo esa llama que mantenía nuestras ganas de estar juntos totalmente encendida.
Traté refugiarme en mi trabajo para evadir aquella realidad en la que, el fracaso sentimental y emocional era básicamente un hecho. No había dejado de amarlo, Matías era un chico excepcional con una inteligencia increíble, pero simplemente había dejado de ser lo que yo quería como un compañero en mi vida.
Después de todo lo que hemos vivido, sus episodios de violencia, terminaron de fracturar absolutamente todo lo que había entre nosotros, y ante mi disposición a que viviera conmigo, básicamente tenía al monstruo en casa.
No trabajaba, pasaba la mayoría del día en el departamento y solía ir a beber durante las noches con algunos de sus amigos. El dinero de su familia lo mantenía, y esto era algo que me incomodaba enormemente.
Mis juicios comenzaron a hacerse cada vez más fuertes y esto comenzó a detonar las explosiones en el comportamiento de Matías. La primera vez, me propinó una bofetada tan fuerte, que mi labio inferior comenzó a sangrar instantáneamente. Había entrado en estado de shock al no creer que esto había sido posible.
Jamás me habían levantado la mano en el pasado, ni siquiera en alguna pelea durante los años de escuela. Lloré durante toda la noche, y él simplemente desapareció tras cerrarse la puerta y no lo vi hasta llegar muy temprano en la mañana.
Sentía una vergüenza increíble al no saber cómo iría al trabajo aquella mañana y les explicaría a mis compañeros lo que había ocurrido. Tendría que apelar por el maquillaje, el cual se encargaría de atenuar un poco la inflamación color rojizo que se formó alrededor de mi labio.
Pero las huellas emocionales que había comenzado a dejar Matías no se borrarían ni con el maquillaje ni las continuas reconciliaciones que se fueron sucediendo debido a mi debilidad emocional.
Sí, me había convertido en una chica insegura y dependiente totalmente de los deseos de Matías, y esto, era mucho más grave que el daño físico que me estaba proporcionando.
Debí haber reaccionado desde la primera vez en que me lastimó, pero al entender que la muerte de su madre había sido un duro golpe para él y había generado una enorme presión por parte del resto a sus familiares, quizá se habían cruzado algunos cables incorrectos y obtuve lo peor de él.