Terry Pratchett
Hombres de armas
El cabo Zanahoria, de la Guardia de la Ciudad de Ankh-Morpork (Guardia Nocturna) se sentó después de ponerse la camisa de dormir, cogió su lápiz, chupó la punta durante un instante y luego escribió:
Queridísimos mamá y papá:
Bueno, esta es otra de esas Cosas Que Hay que Anotar En Los Libros, ¡¡porque me han hecho Cabo!! Eso significa otros Cinco Dólares al mes y además también tengo un jubón nuevo con dos insignias encima incluidas. ¡Y una nueva placa de cobre! ¡¡Es una Gran responsabilidad!! Todo esto es porque ahora tenemos nuevos reclutas porque el patricio quien, como ya os he confiado anteriormente es el gobernante de la ciudad, ha acordado que la Guardia tiene que reflejar el tejido étnico de la Ciudad…
Zanahoria dejó de escribir durante unos momentos y contempló desde la pequeña y polvorienta ventana del dormitorio cómo los primeros rayos del sol del atardecer se deslizaban furtivamente a través del río. Luego volvió a inclinarse sobre el papel.
… cosa que yo no entiendo en su Totalidad pero debe de tener algo que ver con la Fábrica Textil del enano Agarrado Soplodeltrueno. También, el capitán Vimes del que ya os he escrito a menudo va, a dejar la Guardia para casarse y Convertirse en un Perfecto Caballero y, estoy seguro de que le deseamos Todo Lo Mejor, me ha enseñado Todo Lo Que Sé, aparte de las cosas que yo me he enseñado a mí mismo. Estamos reuneindo dinero para hacerle un Regalo Sorpresa, pensé que uno de esos nuevos Relojes que no necesitan demonios para hacerlos funcionar y podríamos inscribir detrás algo así como «Para Guardar el Tiempo de, tus Veijos Amigos de la Guardia», cosa que es un retruecando o Juego Con Palabras. No sabemos quién será el nuevo capitán, el sargento Colon dice que si es él Tendrá que Resignarse, el cabo Nobbs…
Zanahoria volvió a mirar por la ventana. Su grande y honesta frente se frunció en una contorsión llena de esfuerzo mientras intentaba pensar en algo positivo que decir acerca del cabo Nobbs.
… es más adecuado a su Función actual, y yo todavía no llevo tiempo suficeinte en la Guardia. Así que tendremos que esperar y Ver…
Empezó, como lo hacen muchas cosas, con una muerte. Y un entierro, en una mañana de primavera, con una niebla tan baja y espesa que se derramaba dentro de la tumba y el ataúd descendía hacia el interior de una nube.
Un chucho de pelaje grisáceo, anfitrión de tantas enfermedades perrunas que se hallaba rodeado por una nube de polvo, observaba con expresión impasible desde el montículo de tierra.
Varias parientes de edad bastante avanzada lloraban. Pero Edward de M’uerthe no lloraba, por tres razones. Era el hijo mayor, el trigésimo séptimo señor De M’uerthe, y No Estaba Bien que un De M’uerthe llorase. Edward era —desde hacía muy poco tiempo, porque su diploma todavía lucía el sello— un Asesino, y los Asesinos no lloraban ante la muerte, ya que de otra manera nunca pararían; y además estaba muy enfadado. De hecho, se sentía lleno de rabia.
Se sentía lleno de rabia por haber tenido que pedir prestado dinero para aquel funeral tan pobre. Se sentía lleno de rabia por el tiempo que estaba haciendo, por aquel cementerio de plebeyos y por la manera en que el estrépito de fondo de la ciudad no alteraba ni uno solo de sus aspectos, ni siquiera en una ocasión semejante. Se sentía lleno de rabia porque la historia no hubiese tenido que seguir aquel curso.
Las cosas no hubiesen debido ser así.
La mirada de Edward fue más allá del río hasta posarse en la imponente mole del Palacio, y entonces la ira que había estado sintiendo se tensó súbitamente sobre sí misma y se convirtió en una lente.
Edward había estudiado en el Gremio de Asesinos porque los asesinos disponían de la mejor escuela para aquellos cuya posición social supera considerablemente su nivel de inteligencia. Si lo hubieran adiestrado como Bufón, Edward habría inventado la sátira y hecho chistes peligrosos acerca del patricio. Si hubiera sido adiestrado como Ladrón, Edward habría irrumpido en el Palacio y le habría robado algo muy valioso al patricio.
No obstante… le habían enviado a los Asesinos…
Aquella tarde Edward vendió todo lo que quedaba de las propiedades de los De M’uerthe, y volvió a matricularse en la escuela del gremio.
Para seguir el curso de postgrado.
Obtuvo las notas más altas posibles, siendo la primera persona que hacía tal cosa en toda la historia del Gremio de Asesinos. Sus preceptores lo describieron como un hombre al cual no había que perder de vista en ningún momento; y debido a que había algo en él que ponía muy nerviosos incluso a los Asesinos, sería preferible no perderle de vista desde bastante lejos.
En el cementerio, el sepulturero solitario estaba llenando el agujero que iba a ser el último lugar de descanso del viejo señor De M’uerthe.
Entonces reparó en lo que parecían ser unos pensamientos que habían empezado a agitarse dentro de su cabeza. Discurrían más o menos así: ¿Hay alguna posibilidad de que tengas un hueso? No, no, lo siento, eso ha sido de muy mal gusto, olvídalo. Pero tienes bocadillos de carne dentro de tu comosellame, la fiambrera del almuerzo, eso es. ¿Por qué no le das uno a ese perrito tan mono que hay ahí?
El hombre se apoyó en la pala y miró a su alrededor.
El chucho gris no le quitaba los ojos de encima.
Luego dijo:
—¿Guau?
Edward de M’uerthe tardó cinco meses en encontrar lo que andaba buscando. La búsqueda se vio obstaculizada por el hecho de que no sabía qué era lo que buscaba, únicamente que lo sabría en cuanto lo encontrara. Edward creía a pies juntillas en el destino. Ese tipo de personas suelen serlo.
La biblioteca del Gremio de Asesinos era una de las más grandes de la ciudad de Ankh-Morpork. En ciertas áreas especializadas, era la más grande. Esas áreas básicamente tenían que ver con la lamentable brevedad de la vida humana y los medios de provocarla.
Edward pasó mucho tiempo allí, a menudo en lo alto de una escalera de mano, a menudo rodeado de polvo.
Leyó todas las obras sobre armamento que se conocían. Edward no sabía qué era lo que estaba buscando hasta que terminó encontrándolo en una nota escrita en el margen de un tratado sobre la balística de las ballestas que, por lo demás, era muy aburrido y estaba lleno de incorrecciones. La copió minuciosamente.
Edward también pasó mucho tiempo entre los libros de historia. El Gremio de Asesinos era una asociación de caballeros de alcurnia, y ese tipo de personas tiende a considerar que toda la historia registrada es una especie de inventario de existencias. Había muchos libros en la biblioteca del Gremio de Asesinos, así como una galería entera llena de retratos de reyes y reinas, y Edward de M’uerthe llegó a conocer sus aristocráticos rostros mucho mejor de lo que conocía el suyo propio. Siempre pasaba sus horas del almuerzo allí.
Más tarde se llegaría a decir que había caído bajo malas influencias durante aquella etapa. Pero el secreto de la historia de Edward de M’uerthe consistía en que no llegó a verse sometido a ninguna influencia exterior en absoluto, a menos que se tuviera en cuenta la de todos aquellos reyes muertos. Simplemente cayó bajo la influencia de sí mismo.
Ahí es donde se equivoca la gente. Los individuos no son en principio miembros de pleno derecho de la raza humana, excepto en el sentido biológico. Necesitan ir rebotando de un lado a otro por el movimiento browniano de la sociedad, que es un mecanismo mediante el que los seres humanos se recuerdan constantemente unos a otros que son… bueno… seres humanos. Edward también estaba describiendo una rápida espiral hacia el interior, como tiende a ocurrir en esos casos.
No tenía absolutamente ninguna clase de plan. Se había limitado a batirse en retirada, tal como hacen las personas cuando se sienten atacadas, hacia una posición más defendible, es decir, el pasado, y entonces de pronto ocurrió algo que tuvo el mismo efecto sobre Edward que el hecho de encontrar un plesiosaurio en su estanque de las carpas habría tenido sobre un estudioso de los reptiles antiguos.