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Felipe Pigna - La voz del Gran Jefe

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Felipe Pigna La voz del Gran Jefe
  • Libro:
    La voz del Gran Jefe
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2015
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La voz del Gran Jefe: resumen, descripción y anotación

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La Independencia pendiente

¡¿Hasta cuándo esperamos para declarar nuestra independencia?! […] Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas.

San Martín, en carta a Godoy Cruz, abril de 1816

Desde la caída del gobierno dictatorial de Alvear, a mediados de abril de 1815, hasta la autorización formal del Directorio para crear el Ejército de los Andes, el 24 de junio de 1816, transcurrió un período cargado de conflictos y contradicciones en la marcha de la Revolución rioplatense.

En esos meses se puso a prueba la capacidad de San Martín, no solo como organizador militar y estratega, sino sobre todo como político.

Junto con Alvear cayó la Asamblea sin dictar una constitución ni declarar la independencia. Comenzó, bajo la guía de hombres como Tomás Guido, la reorganización de la Logia Lautaro.

Sin embargo, aunque se emprendió una «limpieza» en los cargos públicos de los personajes más estrechamente ligados al defenestrado Alvear, los intereses predominantes en Buenos Aires seguían siendo los mismos. El centralismo, que hasta entonces habían encarnado los alvearistas —como los denominaba San Martín—, aunque en crisis, no estaba dispuesto a darse por vencido.

1815

En Buenos Aires aparecen los periódicos Los amigos de la Patria y la Juventud, de Felipe Senillosa, y El Independiente, dirigido por Bernardo de Monteagudo, además del Semanario Político y Económico, La Prensa Argentina y el Censor. En México, los realistas recuperan el poder y lanzan una salvaje represión contra los patriotas acaudillados por Morelos, quien, como dijimos, será ejecutado. Llega a Venezuela la expedición española de reconquista encabezada por el general Morillo, que originalmente estaba dirigida al Río de la Plata. Bolívar resiste pero es derrotado y debe exiliarse en Jamaica.

Napoleón regresa a Francia en lo que se conoce como «Los 100 días». Los funcionarios y los medios de prensa que habían hecho leña del árbol caído y criticado fuertemente a Napoleón, comenzaron a cambiar de opinión a medida que se acercaba a París a recuperar el poder. Un caso emblemático fue el del periódico francés El Monitor, como lo muestra la secuencia de sus titulares: 9 de marzo: «El Monstruo se escapó de su destierro». 10 de marzo: «El Ogro corso ha desembarcado en cabo Juan». 11 de marzo: «El Tigre se ha mostrado en el terreno. Las tropas avanzan para detener por todos lados su progreso. Así concluirá su aventura miserable, llegando a ser un vagabundo entre las montañas». 12 de marzo: «El Monstruo actualmente ha avanzado por Grenoble». 13 de marzo: «El Tirano está ahora en Lyon. Cunde el temor en las calles por su aparición». 18 de marzo: «El Usurpador se ha aventurado a acercarse. Está a 60 horas de marcha de la capital». 19 de marzo: «Bonaparte avanza con marcha forzada, pero es imposible que él pueda alcanzar París». 20 de marzo: «Napoleón llegará a los muros de París mañana». 21 de marzo: «El Emperador Napoleón está en Fontainebleau». 22 de marzo: «La tarde de ayer Su Majestad el Emperador hizo su entrada pública y llegó a las Tullerías. Nada puede exceder la alegría universal. ¡Viva el Imperio!». Tras el breve retorno, Napoleón será derrotado definitivamente en Waterloo y confinado en la isla de Santa Elena.

Pensando en Tucumán

El gobierno provisorio convocó a un nuevo Congreso General de las Provincias Unidas. Buscando recomponer la cada vez menor credibilidad que los gobiernos porteños tenían en el interior, se resolvió que el Congreso tuviese por sede la ciudad de San Miguel de Tucumán, lo que era, además, una muestra de cierto optimismo. Por esos días, la tercera expedición al Alto Perú, esta vez dirigida por José Rondeau, con el apoyo de los patriotas que hacía dos años mantenían la resistencia de las «republiquetas», tomaba Potosí, Chuquisaca y Cochabamba, forzando a la retirada de los realistas dirigidos por Joaquín de la Pezuela. Pero el envío de refuerzos por el virrey del Perú pronto haría cambiar el panorama. Una vez más, la realidad le daba la razón a San Martín, demostrando la imposibilidad de vencer en el Alto Perú mientras tuviese sus espaldas custodiadas por Lima.

En la decisión de designar a Tucumán como sede del Congreso pesaba no solo el optimismo relacionado con la marcha de la campaña en el Norte sino también la situación en Buenos Aires y el Litoral. El Cabildo porteño había cumplido un papel decisivo en la caída de Alvear y había designado una Junta de Observación de cinco miembros como órgano de control del nuevo director supremo, encargada de redactar un Estatuto Provisional. La integración de esa Junta mostraba la recomposición de los sectores políticos de Buenos Aires, un «barajar y dar de nuevo», en el que hombres como Mariano Serrano, ex diputado de la Asamblea alvearista, se daban la mano con otros como el padre Antonio Sáenz, ex miembro de la Sociedad Patriótica, que desde marzo de 1813 estaba confinado en Luján. Como veremos, todos ellos se oponían a San Martín. La situación en Buenos Aires siguió agitada, con disputas entre el Cabildo, la Junta de Observación y los sucesivos directores provisorios Álvarez Thomas y Antonio González Balcarce, hasta después de la declaración de la independencia. Lo mismo ocurría en el Litoral, donde la influencia del federalismo iba en aumento.

El Congreso de los Pueblos Libres

En esos días de abril y mayo de 1815, Artigas convocó un Congreso de los Pueblos Libres. Tal era la bella y categórica denominación que tomaron las provincias federales: la Banda Oriental, Corrientes, Misiones, Entre Ríos, Santa Fe y, en ese momento, Córdoba. Sus diputados se reunieron el 29 de junio de 1815 en la ciudad entrerriana de Concepción del Uruguay, y proclamaron la independencia (la primera declarada en nuestra patria) y la república.

La clase alta porteña temía que la influencia del caudillo oriental y su enorme popularidad se extendieran al resto de las provincias. Veía en la acción de Artigas un peligroso ejemplo que propugnaba un serio cambio social.

Del otro lado del Río y de la Historia, José Gervasio Artigas ponía en práctica la ley agraria más avanzada que se conozca hasta estos momentos en estos lares del Río de la Plata. Fundó una colonia agrícola que combinaba las tradiciones comunitarias de los abipones y guaycurúes del Chaco, tan artiguistas como los charrúas, quienes ya tenían destinada en propiedad la zona de Arerunguá para su subsistencia.

El reparto de tierras y ganado entre los sectores desposeídos concretado por Artigas en la Banda Oriental bien podía trasladarse a la otra margen del Plata y poner en juego la base de su poder económico.

José Artigas fue el primero en plantear claramente en el Río de la Plata las ideas del federalismo, entendiendo que el reparto equitativo de la riqueza por regiones era una condición imprescindible para su entera concreción. Así se lo contó él mismo al general Paz:

Tomando por modelo a los Estados Unidos yo quería la autonomía de las Provincias, dándole a cada Estado un gobierno propio, su Constitución, su bandera y el derecho de elegir sus representantes, sus jueces y sus gobernadores entre los ciudadanos naturales de cada Estado. Esto es lo que yo había pretendido para mi Provincia y para las que me habían proclamado su Protector. Hacerlo así habría sido darle a cada uno lo suyo.

Artigas decidió enviar una delegación a Buenos Aires para destrabar las negociaciones de paz con el Directorio.

La primera reacción de los porteños fue ofrecerle a Artigas, con el desprendimiento que tienen los que dan lo que no es de ellos, la independencia de la Banda Oriental, a lo que el Protector se opuso terminantemente. Álvarez Thomas retuvo a los delegados federales, prácticamente detenidos en un barco, mientras terminaba de aprestar una invasión a la provincia de Santa Fe, reiniciando así la guerra civil.

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