Felipe Pigna - Lo pasado pensado

El primer intento golpista contra Perón se concretó el 28 de septiembre de 1951, poco antes de las elecciones generales convocadas para el 11 de noviembre de ese año. El objetivo de los militares insurrectos, comandados por el general Benjamín Menéndez y los mayores Julio Alsogaray, Tomás Sánchez de Bustamante y Alejandro Agustín Lanusse, era impedir que Perón accediera a un segundo mandato presidencial. El golpe fracasó y sus líderes fueron encarcelados, a pesar de que Eva Perón, todavía candidata a la vicepresidencia, y la CGT pidieron la pena de muerte para los golpistas.

La muerte de Evita, en julio de 1952, fue un duro golpe para el peronismo, que perdió vitalidad y compromiso. Perón comenzó a extraviar el rumbo y se multiplicaron las denuncias por casos de corrupción.

Todavía entonces para muchos oficiales del Ejército resultaba incomprensible que un gobierno de orden, salido de sus filas, hablara de luchas sociales contra los oligarcas y hasta contra el capitalismo. El espectáculo de las masas de trabajadores reunidas en Plaza de Mayo les resultaba alarmante. Lo mismo sucedía a las clases medias con las que estaban conectadas por vínculos familiares y relaciones sociales.

Hacia 1955, la política nacionalista reformista del peronismo, aunque ya moderada, continuaba molestando a diversos sectores de la sociedad argentina. Afectaba los intereses de los exportadores con el Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio (IAPI) que compraba a los productores sus cosechas, las vendía al exterior y destinaba las importantes ganancias a créditos para la industria y el consumo popular. El gobierno era claramente resistido por dos importantes sectores sociales: la gran burguesía y los grupos terratenientes. Ellos, que se identificaban tanto con el desarrollismo como con el liberalismo ortodoxo, consideraban que el peronismo se refería inadecuadamente al “Estado de los trabajadores” y que había que establecer claramente la diferencia existente entre Estado y “movimiento obrero”.

El nuevo rumbo adoptado por el gobierno disgustó justamente a aquellos grupos e instituciones que lo habían acompañado en 1946: las Fuerzas Amadas, sectores del clero e intelectuales con tendencia nacionalista. Mediante el cambio de orientación, el gobierno revisaba su política social y adoptaba una política económica que comenzaba a ser bien recibida por las clases acomodadas.

La primera acción armada se produjo el 16 de junio de 1955. Ese día, aviones de la Marina, en un operativo dirigido por el vicealmirante Benjamín Gargiulo y los contraalmirantes Samuel Toranzo Calderón y Aníbal Olivieri, y en el que tuvieron participación política el contraalmirante Isaac Rojas y el capitán de fragata Francisco Manrique, bombardearon la Plaza de Mayo dejando un saldo de casi 360 muertos.

Esa misma noche, grupos de peronistas, que veían detrás de la intentona el apoyo eclesiástico, quemaron las principales iglesias de Buenos Aires y la propia Curia metropolitana.