Felipe Pigna - Mujeres insolentes de la historia
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- Libro:Mujeres insolentes de la historia
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- Año:2019
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Mujeres insolentes de la historia: resumen, descripción y anotación
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Mujeres insolentes de la historia
Pigna, Felipe
Mujeres insolentes de la historia / Felipe Pigna. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires :
Emecé, 2018.
Libro digital, EPUB
ISBN 978-950-04-3939-8
1. Historia de América del Sur. I. Título.
CDD 980
© 2018, Felipe Pigna
Diseño de cubierta: Departamento de Arte de Grupo Editorial Planeta S.A.I.C.
Diseño gráfico de interior: Carolina Cortabitarte
Edición: Alejandra Procupet
Ilustraciones: Augusto Costhanzo
Corrección de textos: Vanesa Fernández
© 2018, Grupo Editorial Planeta S.A.I.C.
Publicado bajo el sello Emecé ®
Independencia 1682, (1100) C.A.B.A.
www.editorialplaneta.com.ar
Digitalización: Proyecto451
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.
Inscripción ley 11.723 en trámiteISBN edición digital (ePub): 978-950-04-3939-8Para mi hija Frida Pigna Brossi, la más linda insolente.
La historia misma y el correr de los años se fueron llevando puesta la palabra “insolente”, muy usada por los conquistadores españoles para descalificar a las mujeres originarias que se negaban a aceptar el nuevo orden impuesto por unos reyes lejanos y ajenos. Desde entonces, fue usada contra aquellas que “rompían el molde” desde pequeñas, reprendidas y castigadas como “niñas insolentes”. Eran las que soñaban con un mundo mejor, las incorrectas para los propietarios de la “corrección”, las luchadoras que querían que todas votaran, las poetas que querían desparramar la poesía, las científicas que querían investigar, las médicas que querían curar, las pintoras que querían pintar la vida sin ser molestadas, maestras que sembraban letras y vocaciones y se convertían en segundas o primeras madres según se necesitara. Mujeres extendiendo el amor, introduciendo a la infancia como tema en un mundo que no hablaba ni se ocupaba de, como diría la querida Françoise Dolto, “la causa de los niños”.
La historia de estas mujeres que tanto han hecho para que la prepotencia no triunfe, que han aportado al progreso de la humanidad, no suele ser destacada, sino más bien puesta en segundo plano, como una subhistoria, una “historia de mujeres” con el tono despectivo que siguen profiriendo ciertos sectores influyentes en la educación y la información.
Este libro está dedicado a ellas y a las nuevas generaciones de insolentes que se atrevan a leer estas páginas, también insolentes.(1474-1503)
FLOR DE ORO
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Al principio, a Anacaona le gustó que los españoles llegaran a Haití, la isla en la que vivía con su gente. Los extranjeros traían novedades y objetos ingeniosos. En cambio, su esposo Caonabó, uno de los cinco caciques que gobernaban el territorio, los miró desde el comienzo con desconfianza.
Quizás porque se dio cuenta de que el almirante Cristóbal Colón no sabía ni siquiera dónde estaba, si eso era India o China, y creía haber “descubierto” una isla que era desde siempre el hogar de su pueblo, los taínos. Tan descubridor de lo descubierto se creía Colón, que incluso se había atrevido a cambiarle el nombre a Haití para rebautizarla La Española.
Los taínos tenían muchos valores: cuidaban el medio ambiente, respetaban a los ancianos y a los niños, y hablaban arawak, una lengua cargada de poesía. Al arco iris lo llamaban “serpiente de collares”; al amigo, “mi otro corazón”; y para decir “perdono”, decían “olvido”.
Caonabó era el más poderoso y guerrero de los cinco caciques gobernantes y estaba casado con Anacaona, “Flor de Oro” en lenguaje taíno. Cuando los invasores demostraron su verdadera intención de esclavizarlos y quisieron establecer un coto en las tierras de Caonabó, Anacaona impulsó la resistencia y su esposo los recibió a flechazos. No solo eso, sino que el cacique y los suyos persiguieron a los pocos españoles que quedaron hasta el fuerte, y lo hicieron arder hasta que se convirtió en cenizas.
Cuando en su segunda invasión Colón se enteró de lo que había pasado, primero se enfureció y luego decidió hacer todo lo necesario para atrapar a Caonabó, por lo que mandó a construir un nuevo fuerte, al que bautizó La Isabela en memoria de la reina católica.
Hartos de los permanentes atropellos de los “colombinos”, Caonabó y su gente atacaron y sitiaron la nueva ciudadela, aunque después de 30 días de lucha perdieron a sus mejores hombres. El jefe rebelde intentó entonces hacer una alianza con los demás caciques, pero algunos de ellos se opusieron y finalmente fue capturado.
Dispuesto a todo menos a darse por vencido, Caonabó pidió hablar con Colón, a quien le propuso que encabezara la represión como único modo de parar a los nativos. Su plan era lograr que Colón y los mejores soldados españoles se alejaran de La Isabela, para facilitarle el ataque al cacique Maniocatex. Sin embargo, el Almirante descubrió la conspiración y decidió enviar al prisionero a Europa para que lo juzgara la justicia inquisitorial española.
A poco de ser embarcado, Caonabó se negó a probar bocado, iniciando así la primera huelga de hambre de la que se tenga registro en nuestra América. Hay quienes dicen que murió de inanición y otros, en el naufragio de la embarcación que lo llevaba ante sus “altezas”. Lo cierto es que Caonabó cumplió su palabra: no se arrodilló jamás ante los reyes que propiciaban la masacre de su pueblo.
Tras la captura de su esposo, Anacaona buscó refugio y compartió el mando de la resistencia con su hermano Behechio. Cuando este también cayó peleando, fue ella quien asumió la jefatura durante seis meses, hasta que fue capturada. Después de haber sido obligada a presenciar el martirio en la hoguera de casi un centenar de paisanos, Anacaona fue finalmente “honrada” con la horca.
HIGUEMOTA , LA HIJA DE ANACAONA Y CAONABÓ, PUDO ESCAPAR DE LA MASACRE, AL IGUAL QUE SU SOBRINO GUAROCUYA. ESTE ÚLTIMO, CRISTIANIZADO POR BARTOLOMÉ DE LAS CASAS Y BAUTIZADO COMO ENRIQUILLO, HONRÓ A SUS TÍOS Y A SU PUEBLO RETOMANDO MÁS TARDE LA RESISTENCIA CONTRA LOS ESPAÑOLES.
(1520-1560 aprox.)
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