A mis hijos Julián y Martín Pigna en esta nueva etapa de sus vidas.
Al arribar a Paraguay en octubre de 1955, Juan Domingo Perón dio su primera conferencia de prensa luego de su derrocamiento. Un corresponsal le preguntó entonces qué pensaba hacer para regresar al poder. Perón lo miró y le respondió: «Nada. Todo lo harán mis enemigos». Los siguientes dieciocho años de la historia argentina parecen resumirse en esa frase.
Este nuevo libro de Mitos de la historia argentina está dedicado a dilucidar la primera década de proscripción del peronismo y de exilio de su conductor. Durante ese período, los sucesivos y diversos intentos de «desperonizar» al país y de poner fin a ese liderazgo una y otra vez fracasaron. Al mismo tiempo, a la manera del huevo traslúcido de la serpiente, durante los gobiernos de la llamada «Revolución Libertadora», y los de Frondizi, Guido e Illia se gestaron los dramáticos procesos que estallarían de manera violenta en los años setenta, en la economía, la política, la sociedad y la cultura.
En Mitos 5, Felipe Pigna aporta una visión integral y renovada de la vida argentina entre 1955 y 1966, enmarcada en un tiempo de grandes transformaciones mundiales: la Guerra Fría, los movimientos de descolonización, la Revolución Cubana, la guerra de Vietnam y la irrupción de los jóvenes como protagonistas destacados en todo el mundo. Un tiempo de grandes convulsiones y cambios, que devela claves que atañen no sólo al pasado sino también a la actualidad de la Argentina.
Felipe Pigna
Los mitos de la historia argentina 5
De la caída de Perón al golpe de Onganía
(1955-1966)
ePub r1.0
syd06.11.13
Título original: Los mitos de la historia argentina 5
Felipe Pigna, 2013
Diseño de portada: Departamento de Arte de Editorial Planeta
Editor digital: syd
ePub base r1.0
Notas
Introducción
Introducción
Cuando en septiembre de 1955 los sublevados en Córdoba, Puerto Belgrano y otros puntos del país lograron su objetivo de derrocar al gobierno constitucional de Juan Perón, proclamaron que estaban iniciando una «Revolución Libertadora» llamada a «dar vuelta la página» de una época que había marcado a la historia argentina. Para ellos, como para una parte importante de la sociedad argentina, se había tratado de un tiempo sembrado de autoritarismo y de persecución a la oposición, a la que se le había impedido expresarse en los medios de comunicación y cuyos dirigentes y militantes habían padecido cárcel y tortura. Los «libertadores», según decían, venían a terminar con aquellas prácticas antidemocráticas. No parecía un buen antecedente democrático el criminal ataque aéreo a la Plaza de Mayo, producido el 16 de junio de 1955, que había provocado más de 350 muertos y más de mil heridos, y que reivindicaban como el prolegómeno de su «revolución». Pero, sobre todo, quienes se hicieron del poder político e institucional en la trágica primavera del 55, pronto mostraron que lo que se proponían revertir eran los «otros» aspectos de la Argentina peronista: los inéditos avances en el terreno social y la mayor redistribución del ingreso en sentido progresivo, que por primera y única vez en nuestra historia había repartido la riqueza en partes iguales entre los que la producían y los que la disfrutaban.
Hay un discurso, difundido hasta el cansancio, que repite sin las explicaciones pertinentes que el peronismo dividió en dos a la sociedad argentina, y que esa fue la «razón» del golpe cívico-militar de 1955. El argumento parecería basarse en la falsa premisa de que en nuestra belicosa sociedad, marcada por más de sesenta años de guerra civil, antes del peronismo hubiese reinado la concordia, con una autoridad basada en la equidad y la justicia. Este concepto es de una falsedad evidente, pero debo reconocer que ha sido bien transmitido a lo largo de generaciones y ha logrado eludir el filtro de la racionalidad histórica. No podía haber armonía en una sociedad con los niveles de desigualdad de la Argentina pre-peronista, y la prueba está en las violentas represiones a las más que justas demandas obreras desde la Patagonia hasta los quebrachales chaqueños y santafesinos, pasando por la masacre de la Semana Trágica y la ofensiva oligárquica de los años treinta, que usó armoniosamente el fraude y la picana contra la voluntad popular. En todo caso, el peronismo puso en evidencia aquellas desigualdades dándole a la clase obrera un protagonismo desconocido e insoportable para el bloque de poder dominante. La «paz» que añoraban los «libertadores» y que se disponían a restablecer, era la de los cementerios, como señaló el contraalmirante Arturo Rial dirigiéndose a un grupo de sindicalistas que esperaban ser atendidos por el flamante presidente de facto Eduardo Lonardi: «Sepan ustedes que la Revolución Libertadora se hizo para que en este bendito país el hijo del barrendero muera barrendero.» Pero más temprano que tarde el marino y sus cómplices civiles y militares se verían obligados a tomar conciencia de que la cosa no sería tan fácil. En especial, les resultaría imposible el intento por «desperonizar» a los trabajadores y a amplios sectores populares, dispuestos a resistir la ofensiva constante de quienes venían a quitarles derechos duramente conquistados y a imponerle al país las políticas de sometimiento a los grandes centros financieros mundiales.
Los años que van de 1955 a 1966 mostraron esa contradicción de manera particularmente concentrada. Al repasar los personajes, los hechos, las políticas y las declaraciones de ese período signado por los gobiernos de Lonardi, Aramburu, Frondizi, Guido e Illia, sorprende hasta qué punto anticipaban o eran el comienzo de procesos, ideas y conflictos de larga trayectoria. Tomando la metáfora usada por Ingmar Bergman en su estremecedora película sobre los orígenes del nazismo en Alemania, el período 1955-1966 fue en cierto modo «el huevo de la serpiente» (que al ser traslúcido permite ver el animal que está por nacer) de mucho de lo que viviríamos —y padeceríamos— las argentinas y los argentinos en tiempos posteriores. De allí que dediquemos este libro a ahondar y ver en detalle lo acontecido en esos años, para comprender mejor la marca que dejaron, con secuelas que aún hoy podemos descubrir en la realidad política, social, económica y cultural de nuestro país.
Muchos de esos procesos y acontecimientos, seguramente, nos suenan (en muchos casos, tristemente) familiares. Desde los acuerdos con el FMI y la aplicación de políticas de «ajuste» y privatización, hasta la «lucha antisubversiva» y la desaparición forzada de personas. Desde los primeros intentos de guerrillas rurales y urbanas, hasta la aparición de un sindicalismo combativo y clasista. Desde el rebrotar de la literatura latinoamericana que luego sería calificado de boom literario hasta la revolución que trajeron aparejadas la universalización y, al mismo tiempo, la nacionalización del rock y la llegada de la televisión a un público masivo. Todo ello en un mundo y una Argentina cruzados por fuertes conflictos políticos y sociales, y mientras la proscripción, la persecución y la represión, por un lado, y la continuada resistencia popular, por el otro, ratificaban cotidianamente que el peronismo, como decía lúcidamente John William Cooke, constituía «el hecho maldito del país burgués».