David Landes - La riqueza y la pobreza de las naciones

Desde hace seiscientos años, la economía mundial más próspera ha sido, esencialmente, europea. En el último siglo, la balanza ha comenzado a decantarse hacia Asia, donde países como Japón han crecido hasta niveles sorprendentes. ¿Por qué algunos países son tan ricos y otros tan pobres? La respuesta la tenemos en este importante libro, en el que David S. Landes, partiendo de la obra clásica La riqueza de las naciones, de Adam Smith, cuenta la larga y fascinante historia de la riqueza y el poder en todo el mundo: la creación de la riqueza, las trayectorias de vencedores y perdedores, el auge y caída de las naciones. El autor estudia la historia como un proceso, intentando entender cómo las culturas del mundo conducen —o no— al éxito económico y militar y los logros materiales.

David S. Landes

Por qué algunas son tan ricas y otras tan pobres

ePub r1.0

NoTanMalo 20.06.18

Título original: The Wealth and Poverty of Nations. Why Some Are So Rich and Some So Poor

David S. Landes, 1998

Traducción: Santiago Jordán

Editor digital: NoTanMalo

ePub base r1.2

A mis hijos y nietos, con cariño

INTRODUCCIÓN

[1] En «Illogic of Neo-Marxian Doctrine», p. 107.

[2] Thus Wilson, Rothschild, p. 102.

[3] Me baso, con algunas modificaciones, en los cálculos aproximativos de Paul Bairoch, «Écarts internationaux des niveaux de vie avant la Révolution industrielle», Annales: Économies, Sociétés, Civilisations, 34, 1 (enero-febrero 1979), pp. 145-171. Si se calcula en términos reales (PPA), la relación del PIB (producto interior bruto) obtenida en Human Development Report 1996 es de 80 a 1. Ram, «Tropics and Human Development», p. 1.

… Las causas de la riqueza y pobreza de las naciones; el objeto por excelencia de todos los estudios de economía política.

MALTHUS a RICARDO, carta de 26 de enero de 1817

Mi propósito al escribir este libro es hacer historia universal, pero no en el sentido multicultural y antropológico de una igualdad intrínseca: todos los pueblos son iguales y el historiador trata de ocuparse de todos ellos. Me he propuesto más bien rastrear y analizar la corriente principal del progreso económico y de la modernización: cómo hemos llegado hasta aquí y quiénes somos, en términos de producción, adquisición y gasto. Este objetivo permite centrarse más en el problema y abarcar menos. Con todo, no deja de ser una tarea ímproba, laboriosa y, en el mejor de los casos, supone una primera aproximación. Este trabajo habría resultado imposible sin la aportación y los consejos de otras personas: colegas, amigos, estudiantes, periodistas y testigos de la historia, muertos y vivos.

Estoy en deuda ante todo con los estudiantes y colegas de las clases de la Universidad de Columbia, la Universidad de California en Berkeley, la Universidad de Harvard y otros lugares en que he permanecido menos tiempo. Especialmente fructíferos han sido el trabajo y la docencia en Harvard en los programas de licenciatura de Estudios Sociales y del Plan de Estudios General. En ambos casos, los profesores entran en contacto con los alumnos y ayudantes de todos los centros lectivos y facultades, y tienen que responder a desafíos lanzados por personas brillantes, combativas dialécticamente e independientes, que no se dejan intimidar por las diferencias de edad, categoría y experiencia.

En segundo lugar, debido en buena medida a la comprensión y benevolencia de la doctora Alberta Arthurs, el presente trabajo recibió enseguida ayuda de la Fundación Rockefeller, que financió la investigación y la redacción, y aglutinó a varios estudiosos en busca de inspiración e intercambios intelectuales en su hermosa Villa Serbelloni, en Bellagio, Italia, donde Plinio el Joven supo conciliar antaño belleza, trabajo y ocio a orillas del lago Como. Era fácil caer en la tentación. La reunión dio lugar a la publicación de Favorites of Fortune (eds. Patrice Higonnet, Henry Rosovsky y yo mismo) y me brindó la oportunidad de escribir el primer ensayo sobre la reciente historiografía econométrica del crecimiento europeo. Entre las personas que me ayudaron entonces y en otras ocasiones figuran mis dos coeditores, Higonnet y Rosovsky, así como Robert Fogel, Paul David, Rudolf Braun, Wolfram Fischer, Paul Bairoch, Joel Mokyr, Robert Alien, Frangois Crouzet, William Lazonick, Jonathan Hughes, Frangois Jequier, Peter Temin, Jeff Williamson, Walt Rostow, Al Chandler, Anne Krueger, Irma Adelman y Claudia Goldin.

La Fundación Rockefeller brindó también su apoyo a dos conferencias temáticas, una sobre Latinoamérica en 1988 y otra, el año siguiente, sobre el papel del sexo en la actividad y el desarrollo económicos. Entre quienes contribuyeron a estos diálogos estimulantes, a estos ejercicios de docencia a quemarropa, quiero citar a David Rock, Jack Womack, John Coatsworth, David Felix, Steve Haber, Wilson Suzigan, Juan Domínguez, Wemer Baer, Claudia Goldin, Alberta Arthurs y Judith Vichniac.

También estoy en deuda con Armand Clesse y el Instituto de Estudios Europeos e Internacionales de Luxemburgo. El señor Clesse se ha convertido en una de las figuras clave a la hora de aglutinar a estudiosos e intelectuales para la discusión y el análisis de los problemas políticos, sociales y económicos contemporáneos. Su tema favorito es la vitalidad de las naciones, entendida en sentido amplio, de modo que engloba prácticamente todo lo relativo al desarrollo nacional. Resultado de todo ello ha sido una serie de conferencias, que no solo han generado las actas correspondientes, sino propiciado la creación de una red creciente y de valor incalculable de contactos personales entre los estudiosos y los especialistas. Una conferencia de Clesse es una maravillosa mezcla de debate y acto social, un ejercicio por lo común amistoso de acuerdos y discrepancias. En 1996, el señor Clesse organizó una reunión de este tipo para tratar del manuscrito inacabado del presente libro. Entre los participantes figuraban William McNeill, especialista en historia universal y sucesor en omnisciencia al antiguo historiador de Grecia Amold Toynbee; Stanley Engerman, lector de la historia económica norteamericana y extraordinario crítico; Walt Rostow, quizás el único estudioso que haya vuelto a la universidad después de trabajar para el gobierno; Rondo Cameron, cruzado en solitario contra el concepto y la expresión de «Revolución Industrial»; Paul Bairoch y Angus Madison, recopiladores y procesadores de las cifras sobre crecimiento y productividad.

Una reunión similar, sobre la singularidad de la civilización europea, se celebró en junio de 1996 en Israel bajo el patrocinio de la Fundación Yad Hanadiv Rothschild (bajo la coordinación de Guy Stroumsa); en ella participaron varios de los ya citados además de un equipo de medievalistas y otros, entre los que figuraban Patricia Crone, Ron Bartlett, Emanuel Sivan, Esther Cohén, Yaacov Metzer, Miriam Eliav-Feldon, Richard Landes, Gadi Algazi et al.

Otros encuentros en los cuales pude exponer parte del presente material fueron las reuniones de Ferrara y Milán (Universidad Bocconi) de 1991; el III Curso de Historia de la Técnica de la Universidad de Salamanca de 1992 (organizado por Julio Sánchez Gómez y Guillermo Mira); un