Presentación
La economía peruana cambió desde 1990, cuando se inició la aplicación de lo que se llamaron las reformas del consenso de Washington o las políticas de ajuste estructural. Como es sabido, ese proceso consistió en el retiro de la actividad económica directa por parte del Estado (fijación de precios, políticas de protección selectiva, subsidios al consumo o a la producción nacional), incluyendo la prácticamente total privatización de las empresas públicas (transporte, energía, electricidad, telefonía, minería, etc.). A dos años de iniciado el proceso, dos contratos suscritos por el Estado peruano —el contrato de explotación de Yanacocha, la mayor mina de oro de América Latina, en 1992, y la privatización de las telecomunicaciones a través de una licitación ganada por Telefónica de España, en 1993— mostraban el éxito de un complejo montaje institucional (cambios en la legislación, creación de instituciones públicas —PromPerú, por ejemplo—) para la atracción de capitales externos hacia el Perú.
Desde entonces, diferentes sectores de la economía peruana fueron recibiendo fuertes inversiones y se articularon cada vez más al mercado mundial. El crecimiento del producto bruto interno ( PBI ) sostenido cuando menos desde 2000 —que empezó recién hace dos años a observar sus límites y superó como pocas veces en la historia el crecimiento demográfico— ha sido el más notable (por evidente e importante) de los efectos del nuevo modelo económico vigente desde la implementación de las reformas. En él, es el sector privado —la gran inversión privada— y ya no el Estado, quien orienta el movimiento de la economía; así, es la mano mágica del mercado la que ajusta precios y premia o castiga las decisiones de los actores económicos.
Sin embargo, hasta aquí tenemos una economía creciente y grandes empresas con abundantes ganancias. Además, el otro dato altamente relevante desde 2000 es la reducción sostenida de la pobreza (que este año acaba también de encontrar su límite). Estas dos curvas, la del crecimiento del PBI y la de la reducción de la pobreza, se presentan con frecuencia como vinculadas, y en medios de comunicación, discursos políticos, etc., se asume entre ellas una relación de causalidad: como hubo crecimiento económico hubo reducción de la pobreza; y —lo que tiene fuertes consecuencias políticas— si queremos que siga reduciéndose la pobreza, no debemos tocar las condiciones favorables que sustentaron desde 1990 el crecimiento económico.
No obstante, el crecimiento de las grandes empresas que impulsa el aumento del PBI no ha tenido significativos impactos en la masiva contratación de trabajadores con buenas condiciones remunerativas. Así, no es que la pobreza ha disminuido por la incorporación de los que eran pobres a la población económicamente activa.
Entonces ¿cómo ha disminuido? ¿Qué mecanismos se han puesto en marcha para que el dinamismo de la economía termine mejorando los ingresos de las personas que habían estado excluidas de los beneficios del progreso? La discusión es fundamental porque apunta a saber, efectivamente, qué políticas se requieren para multiplicar el bienestar de los peruanos. Y eso es lo que discuten los trabajos de Carolina Trivelli y Carlos Urrutia y el de Ursula Aldana de este volumen: cómo comprender los vínculos entre pobreza y crecimiento económico.
En este marco cabe preguntarse si es la reducción de la pobreza monetaria equivalente a un mayor bienestar. ¿Acaso lo es para todas las personas de la misma manera? ¿Qué otras dimensiones de la vida asocian las personas a su bienestar? El análisis de Clausen, Yancari y Cozzubo introduce en el debate nacional estas consideraciones para un sector de la población relativamente invisible: las personas adultas mayores. La combinación de fuentes cuantitativas y grupos focales con adultos mayores de diferentes regiones y rasgos étnicos diferenciados permite a los autores analizar la categoría pobreza tanto en la complejidad de sus aspectos como en la diversidad de sus expresiones y de sus tendencias.
El volumen en su conjunto permite una discusión profunda, renovada y muy sustentada en información sobre la pobreza en el Perú de ingreso medio. Lejos de las visiones estereotipadas y fáciles sobre los vínculos entre pobreza y crecimiento económico, los textos que el Instituto de Estudios Peruanos ( IEP ) propone a la discusión abren también una serie de aristas sobre la relevancia de las políticas públicas.
María Isabel Remy
Coordinadora del Programa Institucional de Investigación
Instituto de Estudios Peruanos
Crecimiento y reducción de la pobreza
Carolina Trivelli
Carlos Urrutia
Introducción
La reducción de la pobreza ha sido uno de los mayores logros de los últimos 15 años. Sin embargo, a pesar de lo conseguido, esta reducción es cada vez menor y afronta el riesgo creciente de estancarse o incluso revertirse, como ya se observa en otros países de la región. Además, su incidencia en algunos colectivos, sectores y territorios sigue siendo inaceptablemente alta. Por ello, lejos de felicitarnos por lo avanzado, debemos retomar, reubicar y fortalecer las acciones orientadas a lograr reducciones sostenidas de la pobreza.
En el debate sobre la reducción de la pobreza, hemos puesto —investigadores, analistas y servidores públicos— mucho énfasis en el rol central que ha tenido el crecimiento económico. Por ello, en lo que sigue nos proponemos analizar justamente la contribución a la reducción de la pobreza atribuible al crecimiento experimentado por la economía peruana entre 2004 y 2016.
Se trata de discutir cuánto aportó el crecimiento nacional, el crecimiento agregado, pero también qué otras acciones —y decisiones— han contribuido a esta reducción de la pobreza. Claramente, las inversiones que hace el Estado en las zonas de mayor pobreza o los programas que brindan apoyo a las personas en situación de pobreza, como los programas sociales, dependen del crecimiento; pero también dependen de decisiones políticas.
Se trata de salir de la zona de confort de mirar solo los agregados nacionales para discutir el efecto del crecimiento en la reducción de pobreza de colectivos tradicionalmente excluidos. Como se presenta en este capítulo, surgen de ahí pistas sobre la urgencia no solo de retomar una senda de crecimiento, sino también de asegurar que se tomen decisiones que podrían ser denominadas como redistributivas. Sin estas, el crecimiento, incluso logrando retomar altos niveles, no contribuirá de manera decisiva a la reducción de la pobreza de los grupos en mayor exclusión ni al cierre de las brechas entre peruanos.
El texto que sigue busca discutir cómo y por qué se redujo la pobreza en los últimos años y el rol del crecimiento y de las acciones redistributivas (que tienen mucho que ver con el crecimiento, pero también con las decisiones sobre cómo utilizar recursos derivados de este crecimiento) en dicho periodo, no solo para el agregado nacional, sino también para grupos que enfrentan la mayor exclusión en nuestro país. Este tipo de insumos resultan fundamentales para elaborar políticas que nos ayuden a enfrentar la pobreza en un contexto completamente distinto —con menor crecimiento— y a mantener el debate sobre la urgencia de estrategias para el cierre de brechas y la reducción de la pobreza.