LAS CLAVES HISTÓRICAS DE
EL SÍMBOLO
PERDIDO
E DUARDO R. C ALLAEY
A NA L ÍA Á LVAREZ
Colección: Investigación abierta
www.nowtilus.com
Título: Las claves históricas de El símbolo perdido
Autor: © Eduardo R. Callaey
© Ana Lía Álvarez
© 2010 Ediciones Nowtilus S. L.
Doña Juana I de Castilla 44, 3oC, 28027 Madrid www.nowtilus.com
Diseño y realización de cubiertas: Carlos Peydró
Diseño del interior de la colección: JLTV
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ISBN 13: 978-84-9763-956-9
Libro electrónico: Primera edición
Í NDICE
Dan Brown sorprendió nuevamente a sus lectores al conjugar, de manera insospechada, dos campos tan disímiles entre sí como la francmasonería y las ciencias noéticas. La trama de El símbolo perdido, cuya acción transcurre en Washington D. C., pone sobre el tapete muchos de los tópicos que giran en torno a las sociedades iniciáticas. En este caso la de los masones, cuya presencia en la fundación de Estados Unidos de América es un hecho histórico fuera de toda duda, y la de los rosacruces, a quienes se atribuye haber impulsado el pensamiento científico en el siglo XVII.
Pero Brown no se queda en estos aspectos, sino que avanza hacia una maraña de ritos, ceremonias, símbolos y signos, todos rodeando un secreto que Robert Lang don debe revelar en apenas unas horas. Sin embargo —he aquí la sorpresa—, se verá acompañado de una científica del Instituto de Ciencias Noéticas que aportará a la historia una fascinante combinación entre la tradición y los nuevos paradigmas.
Un análisis profundo de las diferencias entre noética y masonería sería tan inútil como la comparación de peras con manzanas. La noética es abierta, expansiva, científica, moderna, en el sentido más amplio de la palabra. La masonería es una organización que guarda misterios; se abre solo a aquellos que son iniciados y su ingreso requiere de una ceremonia no exenta de pruebas y compromisos significativos. Dicho más claramente, este libro no es un análisis comparativo de francmasonería y noética sino una explicación de ambas cosas, en especial de aquellas que Brown menciona en El símbolo perdido.
La noética, fundada hace más de tres décadas por el científico y astronauta Edgard Mitchell, se ve, en todo caso, confrontada con una institución milenaria, a la que podemos atribuir, como mínimo, tres siglos de institucionalidad. Es que, justamente, lo que Brown construye en su historia es nada menos que la combinación entre dos instituciones radicalmente diferentes en su conformación, en su organización y en su desarrollo histórico. Sin embargo, a ambas les atribuye un mismo fin: la búsqueda de Dios.
Una experiencia de carácter trascendente, que el propio Mitchell describe como una epifanía, llevó a este astronauta de la Apolo 14 a repensar su visión de la ciencia y fundar una institución que cambiaría radicalmente el modo de ver el mundo. ¿Qué tipo de experiencia pudo llevar a un científico a vivir una profunda transformación?
Pero, acaso, ¿qué tipo de experiencia puede llevar a un masón a afirmar que la iniciación lo catapulta a un nuevo estado de conciencia?
¿Es la ciencia noética el puente o el eslabón que une a la ciencia moderna con las tradiciones esotéricas? Durante siglos, los científicos ignoraron el profundo conocimiento de estas Escuelas de Misterios, sin embargo, en las últimas décadas parece haberse modificado esta limitación. ¿Está la ciencia en condiciones de explorar estos nuevos paradigmas?
Ciencia y esoterismo no han sido incompatibles en el pasado. Lo vemos en el mundo clásico, en la experimentación empírica de los filósofos renacentistas. Muchos rosacruces y masones estuvieron involucrados en el impulso del pensamiento científico, especialmente desde el seno de la Royal Society, cuyo círculo esotérico se ha vinculado frecuentemente con el Colegio Invisible.
Podríamos afirmar, también, que en los círculos noéticos la novela fue bien recibida, y que existe consenso en el sentido de que Dan Brown ha dado en la tecla en el momento de definir el objeto de las ciencias noéticas. En los círculos masónicos ha sido recibida con cierta indiferencia y algún recelo, pues se sabía de antemano que Brown utilizaría los aspectos más atractivos y provocadores de la francmasonería, en desmedro de aquellos considerados como ejes fundamentales de su doctrina. La conclusión es que la francmasonería no queda tan mal parada, pero, también, que ha sido descrita solo una de las tantas formas de masonería que existen en el mundo: la norteamericana, y, por cierto, de modo muy superficial.
De manera que este libro, dividido en dos partes —la primera dedicada a la masonería y, la segunda, a las ciencias noéticas— no es un intento de encontrar diferencias y convergencias, sino de informar adecuadamente al lector interesado que, a partir de la lectura de El símbolo perdido, quiera comprender más a fondo qué es la noética y qué es la masonería. Estamos seguros de que, en cualquiera de los dos casos, el lector encontrará vías de investigación si es que, finalmente, vislumbra en estas corrientes de pensamiento un camino válido para su realización espiritual, pues ese es el punto en común entre ambas.
Es evidente que el hombre está sufriendo un cambio profundo en su cultura, en su espiritualidad y en su forma de relacionarse con los demás y con su medio ambiente. Las tradiciones antiguas, amalgamadas y reunidas en torno a las Escuelas de Misterios, siempre han sido una reserva de la sabiduría antigua. Las ciencias noéticas plantean la necesidad de volver la vista hacia estas grandes tradiciones, sin dejar por ello de utilizar todas las herramientas que nos brinda la tecnología, incluidas las grandes redes de comunicaciones.
Los autores de este libro han tratado de dar respuestas a los interrogantes que quedan abiertos en la ficción planteada por Brown, conscientes de las limitaciones de un trabajo de esta naturaleza en el que el interés del lector asume múltiples direcciones. En resumen, Las claves históricas de El símbolo perdido transmite la experiencia de los autores en ambos campos. Es un libro escrito desde dentro. Desde el centro mismo de la experiencia directa.
Los autores
M ASONERÍA
Y SU MISTICISMO ESOTÉRICO
La idea de escribir un libro sobre la novela de Dan Brown El símbolo perdido surgió en el otoño austral, en una charla con mi editor, Santos Rodríguez, cuando ni siquiera sabíamos el título —uno de los secretos mejor guardados por el autor— con el que se publicaría la obra. Apenas se había filtrado el rumor de que la trama giraría en torno a los masones. Con el antecedente de Ángeles y Demonios y El código Da Vinci, las logias masónicas sintieron cierto escozor con solo pensar en la forma en que Brown abordaría un tema tan complejo y de aristas ciertamente controvertidas.
Durante varios meses trabajamos en un proyecto que nos llenaba de dudas. La idea fundamental era explicar con claridad qué era la masonería. Pero no nos convencía un libro que solo fuese una guía elemental del tema. Hay muchos libros escritos sobre masonería y el lector que buscase más información que la expuesta por Brown merecía algo más que un catálogo de ritos y grados.