Alexander B. Murphy - Geografía: ¿Por qué importa?

Imagine el lector que pudiera remontar el tiempo hasta los primeros años sesenta del siglo pasado y visitara la región africana del lago Chad. Si así fuera, caminaría junto a uno de los lagos más grandes de África, que baña las costas de cuatro países de muy reciente independencia: Chad, Camerún, Nigeria y Níger. Vería un rico ecosistema en torno al lago, que proporciona el agua y el alimento esenciales para la supervivencia a unos cuantos millones de personas que viven cerca de sus costas. La mayoría de la gente con la que se encontraría dependería de la abundancia piscícola del lago, pero no dejaría de advertir también la existencia de comunidades agrícolas y pastoriles. Puede que oyera relatos acerca de tensiones entre diferentes grupos étnicos, pero nunca de conflicto armado. En sus exploraciones del medio físico próximo al lago encontraría en ciertos lugares importantes superficies boscosas, aunque una vegetación menos densa en otros, debido a la dureza de la larga y seca estación invernal. Se apercibiría asimismo de la fragilidad ecológica de la región, pero se sentiría estimulado por el acuerdo al que han llegado los cuatro Estados que comparten la cuenca del lago Chad para llevar adelante un plan de gestión cooperativa del desarrollo de la región.

Hoy, una visita a la misma zona le produciría una experiencia completamente distinta. Encontraría un lago que ha perdido el 90 % de la superficie que tenía en 1960 (lámina 1) y una población piscícola que es apenas una sombra de lo que fuera entonces. Vería una población humana de más del doble que la de la década de los sesenta del siglo pasado, pero con aldeas abandonadas en ciertas zonas y nuevos e improvisados asentamientos en otras. A medida que se desplazase encontraría mucha menos gente que vive de la pesca y mucha más de la agricultura, a la vez que observaría importantes conflictos por el uso de la tierra, derivados de la expansión de la agricultura en terrenos de pastura. Es probable que también advirtiera profundas tensiones entre los distintos Estados que controlan diferentes partes de la cuenca, y, por cierto, entre autoridades estatales y poblaciones locales.

También vería el impacto producido por Boko Haram, movimiento yihadista insurgente de carácter radical que echó raíces en Nigeria del Norte a comienzos de la década del 2000 e instigó una insurrección armada con el propósito de establecer un Estado islámico fundado en los estrictos (hay quienes dirían perversos) principios jurídicos de la sharia. El avance de Boko Haram en la región del lago Chad, junto con la respuesta militar de las autoridades gubernamentales autocráticas de la misma (a menudo con apoyo de Occidente), dio como resultado el desplazamiento de bastante más de dos millones de personas y la pérdida de miles de vidas a causa del conflicto o de secuestros, junto con una crisis alimentaria que ha sumido al 20 % de la población de la zona en estado de aguda malnutrición.

¿Cómo podemos comprender lo que ha sucedido en la cuenca del lago Chad (CLC) y su relativa invisibilidad ante la mayor parte del mundo? (A finales de 2017, el New Yorker se refería a la CLC como el escenario del más complejo y perturbador desastre humanitario del mundo, pese a lo cual, salvo las poblaciones del área circundante y un puñado de organizaciones de cooperación internacional, hay muy poca gente que sepa algo al respecto.) La situación es de una enorme complejidad. Las variaciones de tamaño del lago Chad responden a largo plazo a fuerzas naturales, pero su rápida reducción a finales del siglo XX tiene que ver también con la rápida expansión de la agricultura de regadío en respuesta al crecimiento de la población y la ampliación a gran escala de la comercialización de la agricultura de exportación. Simultáneamente, debido a la letal combinación del cambio climático global derivado del uso de combustibles fósiles en todo el planeta con la contaminación atmosférica que se producía en Europa y que afectó a los patrones de circulación del aire, se agravó la sequía. Además, para muchos habitantes, décadas de gobernanza deficiente y de marginación económica han dificultado enormemente la respuesta a los cambios resultantes, a la vez que han contribuido a abrir el camino al movimiento Boko Haram, impulsado por un giro más general hacia el radicalismo en Asia Sudoriental y el Norte de África a comienzos de la primera década del siglo XXI . Todo esto tuvo lugar sobre el telón de fondo de un mundo en el que quienes vivían en regiones más beneficiadas prestaron poca atención al Sahel, la región africana semiárida de transición entre el desierto del Sahara y las zonas más húmedas del sur.

No es fácil desentrañar las complejidades en juego en la CLC, pero no es siquiera posible comenzar a entender lo que allí ha sucedido sin tomar en cuenta ciertos fundamentos geográficos.

La evolución que acaba de describirse es el resultado de una conjunción única de circunstancias ambientales y humanas en un lugar particular de la superficie terrestre. No hay ningún otro lugar en el planeta en el que la gente se halle ante igual combinación de los siguientes desafíos medioambientales de origen humano y físico: la disminución de las lluvias desde hace décadas, la perturbación de los flujos tradicionales de personas y bienes derivada de la creación de fronteras políticas y de la dinámica de poder a ello asociada, la combinación letal de insurgencia violenta y respuestas militares e importantes agitaciones como consecuencia de divisiones étnicas locales, el peso de las componendas coloniales y la implicación de gobiernos extranjeros e intereses empresariales en busca de beneficios económicos y ventajas políticas. El hecho es que las particularidades del escenario geográfico revisten una importancia decisiva, tanto para explicar lo que allí ha ocurrido como para evaluar el valor y las limitaciones de la comprensión de conjunto.