Varela, Gustavo Tango y política : sexo, moral burguesa y revolución en Argentina / Gustavo Varela. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Ariel, 2016. Libro digital, EPUB Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-3804-33-5 1. Historia Política Argentina. I. Título. CDD 320.982 |
Diseño de cubierta: Gustavo Macri
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© 2016, Gustavo Varela
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Editorial Paidós SAICF
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Buenos Aires – Argentina
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Primera edición en formato digital: mayo de 2016
Digitalización: Proyecto451
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ISBN edición digital (ePub): 978-987-3804-33-5
A Marcela Martínez
AGRADECIMIENTOS
Agradezco especialmente a Horacio González, por todo: lo que me dijo, lo que no me dijo, la biblioteca, su libro sobre Perón. Los quince minutos que habló en la defensa de mi tesis de doctorado, de la que fue director. Gracias, Horacio querido.
A quienes me ayudaron con su saber y con su biblioteca: Raúl Plotkin, Sergio Pujol, Guillermo Korn, Ignacio Varchausky, Daiana Garrido. Al programa Demoliendo tangos radio , a Fernández, Longhi, Fede M., Irene Kuten, Ianina Trigo, Walter Alegre y Mariana Fossatti.
Hubiera querido que este libro lo leyera el Turco Mizrahi, pero se rajó antes.
Tango y política es el resultado de casi más de dos décadas de estudio e investigación en torno a la relación entre el tango y la historia política y social argentina. Un trabajo que fue primero tesis de doctorado y, ahora, ensayo. Recibí mucha ayuda de mucha gente. Imposible nombrar a cada uno. A todos ellos, mi gratitud.
Por último mi agradecimiento a Vanesa Hernández, y en ella a toda la Editorial Paidós , por la confianza y el aliento permanente hacia mi trabajo.
PRÓLOGO
I
El tango es un montón de afecto reunido: hay dolor, embriaguez, traición, abandono. Hay alguien que se va y alguien que llora; hay desdicha, sí, pero también el sueño de una vida mejor y la risa transitoria de una bataclana. Y la costumbre de un hombre que decide volver siempre. El tango es todo eso porque es la canción del retorno a lo que debería ser eterno y no lo es: un amor, el barrio, la madre, el cielo azul que no es el azul de Homero Expósito y el otro cielo, el de Homero Manzi, que es todo el cielo del sur pobre y de barro.
Primero surge en Buenos Aires, en los prostíbulos en el barrio de La Boca y en el centro, antes del 1900, cuando Argentina se escribe por primera vez reunida, sin guerras a la vista y sin divisiones. Allí se inventa una forma de abrazarse a la que se llama “tango”. Abrazo con los brazos y con las piernas, como si ese otro cuerpo fuera la mitad de uno mismo, dos mitades extraviadas que se encuentran en un tango. Por eso el abrazo es pleno, lleno de necesidad y también de erotismo, con los pies sobre el suelo de un país que se inventa con la llegada de inmigrantes europeos, que cambia su cara todos los días y multiplica costumbres y nacionalidades. Es una Argentina colmada de promesas y también del vacío que produce llegar a una tierra extraña y quedarse. Muchos de los inmigrantes viven en los conventillos, apilados en habitaciones muy pequeñas para todas las necesidades que cargan. Vidas distintas que son idiomas distintos en medio de la construcción de un país que precisa ser uno solo. Los inmigrantes llegan a borbotones: cien mil en un año, noventa mil en otro; en la década en la que se inventa el tango, entre 1880 y 1890, llegan casi un millón. ¿Cómo reunir lo que es disperso? Hay criollos, extranjeros, hijos de extranjeros, los hijos de los hijos de los extranjeros, gallegos, turcos, una mayoría de italianos, franceses, sirios, vascos y andaluces. Todo eso mezclado y más, hasta que la Ley 1420 hace que todos los que tengan entre 6 y 14 años vayan obligatoriamente a la escuela primaria. Sencillo y definitivo: en el aula y bajo el techo de la escuela, todos, pobre o rico, negro, italiano, musulmán o protestante, se reúnen en el mismo lugar, aprenden las mismas cosas. La clave para alcanzar la homogeneidad se encuentra en los docentes y en los libros de lectura.
Pascual Contursi, Celedonio Flores, Enrique Santos Discépolo, Manuel Romero, Enrique Cadícamo y otros como ellos, autores de las letras de los tangos, se educan en la escuela de la Ley 1420. Entonces llega la poesía al tango. No en cualquier momento, sino cuando la palabra se hace necesaria para que el pueblo, nuevo, todavía intacto, se diga a sí mismo quién es. Por ello, Hipólito Yrigoyen, el primer presidente argentino de raíz popular, hijo de familia vasca y lechera, también es hijo del pueblo el día del voto y los días siguientes. Yrigoyen, en 1916, es el resultado de un pueblo que adquiere voz propia y lo mismo pasa con el tango “Mi noche triste”, escrito por Pascual Contursi en 1916 y estrenado por Carlos Gardel un año después: es el inicio de un tango grave, reflexivo, de interioridad existencial y de vida vivida sin mediaciones. Es el pueblo el que habla en verso en los versos del tango y compone una moral para los lazos afectivos. Las letras dicen qué sí y qué no; hablan de la lealtad en los vínculos con la madre, con los amigos, con el barrio, con el amor por Buenos Aires; del ideal para la mujer y para el hombre, de la nostalgia por el pasado y de la sospecha por lo que ha de venir. Pero lo que más dicen es lo mismo que anuncia el sainete o el cine, que la pobreza es digna y que la prepotencia del rico es una amenaza y un peligro.
La construcción de un trazado moral para los vínculos afectivos es la marca política del tango canción. Porque es aquello que le da vigor y forma a la identidad popular y porque es un modo de resistencia a los atropellos que se producen en una sociedad donde los pobres no tienen derechos. La amistad, el amor de madre, la pertenencia al barrio, la esquina o el café no son solo los motivos para una poética, sino la losa moral sobre la que se edifica una identidad de clase para los nuevos sectores populares.
Valores, identidad, política, clases sociales: algunos de los conceptos de la filosofía son también los que definen el tango. Porque lo que los poetas escriben en las letras es la vida con todos sus costados: el drama de ser uno, la angustia por lo inmenso de la soledad, la tiranía del tiempo, la pregunta por la verdad de lo que fue y de lo que es. La traición, en todas sus formas; el efecto encarnizado de la ambición; la risa de la juventud y la sabiduría inútil de la vejez. Todo esto es la sustancia de la vida cotidiana. Es una filosofía con cara, que se ve, que está en el conventillo, en el tabaco, en el percal de un vestido. La vida tal cual es. Y allí, sobre ese suelo de lo cotidiano, se levanta esta filosofía que habla de un modo sencillo para que otros se vean y se piensen a sí mismos.
Sencillo y bello, sí, pero con una inteligencia oblicua, repentina; lucidez de hombre de la calle capaz de ver lo que nunca se ve en la superficie. El tango (y su filosofía) están hechos de un saber sutil, con mucho de verdad y con una cierta indolencia aristocrática, como si lo que se dice no fuera nada importante. Del tango se puede prescindir y a la vez es inevitable, esa es la paradoja sobradora de sus letras. Un saber que en los años treinta, cuando es más necesario, se expresa diciendo “estar en el misterio”: “Fulano está en el misterio” significa que tiene ese saber oblicuo, que es habitante de la noche aunque haya sol. Como Tiresias, el adivino griego, que veía todo aunque fuera ciego. Un saber de lechuzas de ojos grandes que ven aunque esté oscuro.