Jesús no murió en la cruz. Se casó con Magdalena y su descendencia perdura hasta nuestros días.
Estas sorprendentes revelaciones y muchas otras relacionadas con temas como el Evangelio, los templarios y el Grial son algunas de las revolucionarias conclusiones de esta polémica obra.
En sus páginas, los investigadores Lincoln, Baigent y Leigh plasman los resultados de años de ardua labor de investigación. Pergaminos cifrados, sociedades secretas, caballeros templarios e historias sobre herejes cátaros y un antiguo linaje real francés, dibujan una nueva versión del origen del cristianismo y la identidad tanto del propio Jesucristo como de sus descendientes.
El enigma sagrado es un destacado bestseller internacional y, como bien dice el investigador Juan G. Atienza en el prólogo a esta edición, abre la puerta para que pisemos sin miedo las losas de un secreto de siglos, el Secreto por excelencia de esa que llamamos la civilización occidental.
Michael Baigent - Richard Leigh - Henry Lincoln
El enigma sagrado
ePub r1.0
pcastrod 05.07.14
Título original: The Holy Blood and the Holy Grail
Michael Baigent - Richard Leigh - Henry Lincoln, 1982
Traducción: Jordi Beltrán
Editor digital: pcastrod
ePub base r1.1
Lejour du mi-été tranquille
Brule au centre de l’estoile,
Oú miroitée la mare dedans
Son coeur doré Nymphaea montre clair.
Nostres dames adorées
Dans l’heure fleurie
Dissoudent les ombres ténébreuses du temps.
Jehan ASCUIZ
Prólogo
He afirmado muchas veces que la Historia, tal como nos la han enseñado, es apenas una caricatura borrosa y deformada de una realidad que fue siempre escamoteada deliberadamente. Y, si se me pregunta la razón, tendré que contestar que esa deformación caricaturesca es consecuencia del deseo tácito de todas las fuerzas y poderes implantados a lo largo del tiempo, que han sentido la necesidad de justificar sus actitudes dominadoras recreando y transformando todos aquellos sucesos que podían contradecir sus pretendidos derechos o su providencial presencia salvífica.
Por ese camino, la Historia que creemos cierta y hasta objetiva no suele ser otra cosa que un cúmulo de arreglos, de claves manipuladas, de razones defendidas con ejemplos cuidadosamente escogidos entre aquellos que vienen a demostrar y a defender la actitud vital de quienes se alzaron con el poder y trataron de transformarlo en razón indiscutida. La Historia, de este modo, no ha sido más que aviso y advertencia creados y maquillados por quienes, desde siempre, han pulido el espejo del pasado para que reflejase la experiencia que pretendían convertir en razón de estado y en motivo fundamental de presión y de dominio. La realidad, en este contexto, ha importado siempre mucho menos que la experiencia prefabricada, creadora artificiosa de jurisprudencias establecidas a imagen y semejanza de los fines del poder de turno.
Sin embargo, a veces, ese monstruoso tinglado de supuestas motivaciones históricas y de inamovibles verdades ejemplares se resquebraja en un punto concreto que, generalmente, pasa desapercibido para la mayoría; tanto, que ni siquiera los poderosos fabricantes de certezas llegan a considerarlo alarmante. Tan chica es la brecha que ni se advierte el goteo. Pero puede surgir quien la atisbe, incluso quien se atreva a agrandarla y a mirar qué se esconde al otro lado. Y cuando tal sucede, comienzan a tambalearse los principios acatados por decreto y nos damos cuenta de la naturaleza de los cimientos, auténticos e insospechados sobre los que se levantaron las supuestas revelaciones, los misterios que teníamos que respetar y hasta las previsibles consecuencias de esas corrientes de acontecimientos soterraños que pueden abocar en la transformación profunda de nuestro destino y que ya muchas veces han aflorado, aunque tan tímidamente que los dejamos pasar por nuestro lado sin advertirlo.
La investigación seria, minuciosa, objetiva y realmente consciente de cualquiera de esas diminutas brechas históricas que nunca llegaron a soldarse puede llevar, como lleva este libro, al planteamiento de una auténtica revolución histórica; a la sospecha fundada de que, reptando bajo acontecimientos aparentemente diáfanos, otras verdades paralelas, pero no menos ciertas, se estaban abriendo paso por el entramado de una Historia que jamás podrá ser cierta y objetiva si no se le incorpora lo que nunca anteriormente fue desvelado, precisamente porque ese desvelamiento podía poner en tela de juicio todo el mecanismo cultural, político y hasta religioso, que se fue fabricando a lo largo de siglos para camuflar aquello que muy pocos conocían en su auténtica dimensión.
Desde esta perspectiva, creo sinceramente que estamos ante un libro revolucionario, a cuya lectura nunca se podrá proceder paseándose despreocupadamente por sus páginas, sino asimilándolo, poniendo en cuarentena cada página y cada capítulo, y abriendo de par en par la puerta de nuestras dudas, hasta comprobar que, efectivamente, puede haber unas respuestas coherentes a ese pasado que, a su vez, conforma parte de nuestro presente y tendrá algo que decir —aún no sabemos si anecdótico o definitivo— en los años que ya apuntan inmediatamente ante nosotros.
Sé positivamente que habrá instantes, a lo largo de esta aventura de leer que ahora emprende, en que el lector habrá de sentir de tal modo tambalearse los principios y las certezas que aceptó siempre y que forman ya parte de la memoria colectiva, que podrá asaltarle la tentación de negar cuanto se apunta aquí y quedarse pasivamente con todo cuanto le enseñaron y le hicieron aceptar como dogma histórico y hasta religioso. Sé muy bien —pues a mí mismo estuvo a punto de sucederme— que, en ciertos momentos, esta lectura parecerá invitar gratis a la gran ceremonia de la confusión. Habituados como estamos a la reiteración secular de las mismas certezas aparentes y monolíticas, el hecho mismo de enfrentarse con una investigación que socava despiadadamente los cimientos del gran tinglado de una farsa impuesta hace ya tanto tiempo y tan fosilizada en nuestros arquetipos mentales, puede romper demasiado bruscamente los esquemas acomodaticios que llegamos a aceptar por inercia genética. El resultado puede ser —lo advierto— una novísima sensación de desnudez y de desamparo ante lo que se derrumba en torno nuestro y, sobre todo, ante todo aquello que se vislumbra detrás y que permaneció hasta ahora mismo deliberadamente oculto, discretamente ignorado.
Si tal sucediera, que todo es posible, me atrevería a sugerir algo que, para bien o para mal, vengo practicando hacia adentro y hacia afuera desde hace muchos años: no tapiemos nunca, por perezas o temores, ninguna ventana que nos asome a una toma de conciencia voluntariamente asumida; no les volvamos nunca la espalda a ninguna afirmación ni a ninguna prueba, por absurda que comience a parecemos, que nos coloque ante el dilema de emprender el vuelo por la libertad o regresar entre los barrotes de la manipulación aceptada; no neguemos ninguna evidencia ni una simple sospecha que lleguen a nosotros para ponernos sobre aviso de las trabas mentales y culturales que nos vienen entorpeciendo la conciencia desde generaciones, convirtiéndonos en homínidos con la única obligación de asentir y callar; no rechacemos nada que venga a airearnos las estructuras mentales, tratando de avisarnos sobre nuestro derecho inalienable a elegir nuestro paradigma vital.