Una historia completa, sólidamente documentada y deliciosamente escrita, de la literatura infantil de todos los tiempos.
La cuidadosa preparación de este libro se refleja en la extensa bibliografía que lo enriquece; pero es especialmente valioso por la profunda interpretación de las diversas psicologías nacionales y de las tendencias y autores que han contribuido al acervo de los libros destinados a los niños.
Según la tesis de Paul Hazard, durante largo tiempo los adultos pretendieron en vano imponer sus gustos al público infantil; por otra parte, los niños han convertido en bien propio obras que, al parecer, habían de ofrecerles poco atractivo, pues se escribieron para la gente mayor.
Un análisis crítico de los grandes libros del género y de sus autores —Defoe, Swift, Perrault, Andersen, Lewis Carroll, etc.— permite al autor confirmar otra de sus observaciones fundamentales acerca de la literatura infantil: la superioridad de los países del Norte sobre los del Mediodía.
Paul Hazard
Los libros, los niños y los hombres
ePub r1.0
Smoit 20.01.15
Título original: Les livres, les enfants e les hommes
Paul Hazard, 1949
Traducción: María Manent
Ilustraciones: José Narro
Retoque de cubierta: Titivillus
Editor digital: Smoit
ePub base r1.2
Paul Hazard (Noordpeene Village, 1878 - París, 1944). Su padre y su abuelo fueron profesores en Noordpeene, en la Flandes francesa. Paul empezó en la escuela del pueblo e hizo la prueba de acceso en Arnèke. Empezó como alumno de clásicas en el instituto de Armentières, que hoy lleva su nombre. Tras estar en la Escuela normal superior (calle Ulm), consiguió una agregación en letras.
Docente universitario desde 1904, escribió en 1910 su tesis doctoral sobre el influjo de la Revolución francesa en la literatura italiana. Fue catedrático en la universidad de Lyon. Luego, profesor en la Sorbona desde 1913, aunque fue movilizado durante la Primera Guerra Mundial en 1914; retomó en 1919 su puesto.
En 1921 fundó, con Fernand Baldensperger, la Revue de littérature comparée. Desde 1925 fue titular de la cátedra de literatura moderna y comparada de Europa meridional y de América latina en el Colegio de Francia. Por otro lado, y ligado a su Flandes natal, fue partidario de la enseñanza del flamenco.
Miembro electo de la Academia Francesa desde 1940, Hazard no llegó a leer su discurso como académico, debido a la ocupación nazi. La vida bajo la ocupación alemana arruinó su salud y murió el 12 de abril de 1944, poco antes de la liberación.
Fue muy viajero: estuvo tres años en Roma y viajó varias veces a América a dar conferencias y cursos. Empezó publicando sobre Italia, sus relaciones sobre la Revolución y Leopardi. Con Joseph Bédier, publicó Histoire de la littérature française.
Estudió, además de a Stendhal y Hugo, a figuras centrales de las literaturas románicas como Cervantes. El sur europeo le fascinó.
Su principal obra es La Crisis de la conciencia europea (1680-1715), de 1935, que alcanzó gran repercusión en la historiografía y es constantemente citada. Según dice allí, "Europa es un pensamiento que nunca se contenta, que no tiene piedad por sí mismo, que busca por un lado el bienestar y por otro, la verdad, que es más indispensable y querida". Hazard ha influido en la historia de la filosofía, la de la ciencia y la de la literatura por acertar a definir un periodo clave, el preilustrado de 1680 a 1715, a través de su ambiente intelectual y sus pensadores clave. En ese momento aparece un nuevo dinamismo, un ímpetu de una batalla, anterior a 1715, que repercute en elSiglo de las Luces: "un período tan denso y cargado que parece confuso", y del que brotan la corriente racionalista y la corriente sentimental que cruzarán todo el siglo.
Complemento de este trabajo es su libro póstumo, extenso, El pensamiento europeo en el siglo XVIII, que fue traducido como el anterior por Julián Marías, para la Revista de Occidente, en 1946, donde muestra cómo se produce un "fenómeno de difusión sin igual" desde 1715, fecha de cierre del libro anterior.
Se publicó también póstumamente un estudio suyo, hecho no sólo como buen ilustrado, sobre la literatura infantil: en Los libros, los niños y los hombres destaca libros de Perrault, Defoe, Swift, Grimm, Andersen, Lewis Carroll, Stevenson o Collodi. Pese a ciertos textos aislados, como el de J. R. Jiménez, no encuentra referencias españolas a esa literatura, como sucedió en el sur europeo en general, lo que es objeto del capítulo III, pues falta en el sur la idea de la infancia como "isla venturosa, cuya felicidad hay que proteger".
Este historiador afamado hizo una incursión en la novela con Maman.
Notas
[1]Dichtung und Wahrheit, Libro I.
[2] H. L. Koester, Geschichte der deutschen Jugendliteratur, 4ª ed., 1927.
[3] Alusión a la obra Suzanne et le Pacifique, de Jean Giraudoux.
[4] Arthur Groom, Writing for Children. A Manuel of juvenile fiction. London, A. and C. Black, 1929.
[5] Si se quita el juego de los sonidos, no queda casi nada; por eso las siguientes traducciones empeoran el verso: «Monta en un caballo de madera y ve a Bambury Cross, — para ver a una hermosa dama montada en un caballo blanco, — Anillos en su mano y campanillas en los dedos del pie: — dondequiera que vaya, la acompañará la música.»
[6] La Reina de corazones — ha hecho unas tartas — un claro día de estío. — La sota de corazones — ha robado las tartas — y ha huido con ellas.
[7] La vieja tía Hubbard (equivale a nuestra Doña Oca) fuese a su alacena — para darle un hueso a su pobre perro. — Cuando llegó, la alacena estaba vacía — y el pobre perro se quedó sin nada. Se fue a la tahona para comprarle pan, — pero cuando volvió, el perro estaba muerto. Se fue a la calcetería para comprarle calzas, — pero cuando volvió, el perro ya estaba vestido. — La dama hizo una reverencia, el perro se inclinó; — la dama dijo: «A sus órdenes», el perro dijo : «¡Gua, guau!» — Se fue a la taberna, a comprar vino clarete y tinto, — y cuando volvió, el perro se sostenía con la cabeza.
[8] H. C. Andersen, La Reina de las Nieves.
[9] El autor se refiere a la época del fascismo.— N. del T.
[10] A propósito de los libros de Georges Montorgueil, ilustrados por Job: «No somos, ciertamente, los únicos que conservamos en la memoria la fuerte impresión de las conmovedoras imágenes en que nuestros ojos de niño aprendieron a querer con amor tan vivo a nuestro país, descubierto en ellas por vez primera, en los prestigios de su historia legendaria. ¿Quién, habiendo hojeado aquel volumen, pudo olvidar esa Francia pequeña y gentil de largas trenzas y ojos claros, que crecía con los siglos, aquí salida apenas de sus pañales gálicos y viendo desfilar en el horizonte las inacabables legiones de César; más allá espantada de los horrores de la Jacquerie o llorando las desventuras de Juana de Arco, admirando el fasto de Luis XIV o, como los corderos de la canción popular, huyendo de la borrasca que bramaba sobre el Trianón? «Francia es una persona», ha dicho Michelet, gran aclarador, porque era gran poeta. Debióse a la encantadora imaginación de Job y de Montorgueil el haber hecho sensible a su público juvenil, en su modo de narrar la Historia, la visión tan profundamente humana del genial historiador». Emile Henriot: