La creciente ola de transformaciones en el orden político mundial ha propiciado asimismo cambios en las relaciones sociales: se revitalizan los movimientos democráticos, surgen nuevas estructuras de poder y se implantan esquemas de gobierno más ambiciosos. Retóricas de la intransigencia, de Albert Hirschman, destaca tres tesis reactivo-reaccionarias (en el sentido que daba Newton a estos términos: «a toda acción se opone siempre una reacción igual») para valorar los modelos y los argumentos que se contraponen a los esquemas políticos existentes. Así, la llamada tesis de la perversidad sostiene que toda acción deliberada para mejorar algún aspecto del orden político, social o económico, únicamente sirve para agudizar la situación que se desea remediar; la tesis de la futilidad afirma que los intentos por llevar a cabo reformas sociales serán nulos o de alcance limitado debido a su fragilidad teórica; finalmente, la tesis del riesgo asegura que el costo político y social de las reformas propuestas es considerablemente alto y pone en peligro logros precedentes.
Hirschman desglosa con objetividad estos argumentos en el marco de los diversos sistemas de gobierno, que suscitan incesantes enfrentamientos entre conservadores y renovadores, entre los ideólogos que atesoran cautelosamente lo alcanzado y los individuos dispuestos a reafirmar expectativas y programas políticos originales.
Albert Hirschman
Retóricas de la intransigencia
ePub r1.0
Titivillus 17.06.15
Título original: The Rhetoric of Reaction: Perversity, Futility, Jeopardy
Albert Hirschman, 1991
Traducción: Tomás Segovia
Retoque de cubierta: Titivillus
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
A Sarah,
mi primera lectora y crítica
durante cincuenta años
PREFACIO
“¿CÓMO puede alguien llegar a ser así?”. En un cuento de Jamaica Kincaid, publicado en el New Yorker (26 de junio de 1989, pp. 32-38), una joven mujer del Caribe se hace repetidamente esa pregunta referida a su patrona, Mariah, estadunidense efusiva, en exceso amistosa y algo insoportable, madre de cuatro hijos. En el contexto, las diferencias de trasfondo social y racial proporcionan gran parte de la respuesta. Sin embargo, al leer el cuento me pareció claro que la pregunta de Kincaid —una preocupación por la masiva, obstinada y exasperante otredad de los otros— está en el meollo del presente libro.
La inquietante experiencia de verse excluido, no sólo de las opiniones sino de toda la experiencia vital de un gran número de nuestros contemporáneos, es en efecto característica de las sociedades democráticas modernas. En estos días de celebración universal del modelo democrático puede parecer mezquino explayarse en las deficiencias del funcionamiento de las democracias occidentales. Pero es precisamente el derrumbe espectacular y regocijante de ciertos muros lo que llama la atención respecto a los que siguen intactos o a las brechas que se profundizan. Hay uno entre ellos que puede encontrarse a menudo en las democracias más avanzadas: la sistemática falta de comunicación entre grupos de ciudadanos, como liberales y conservadores, progresistas y reaccionarios. La consecuente separación mutua entre esos grandes grupos me parece más preocupante que el aislamiento de individuos anómicos en la “sociedad de masas” al que tanto bombo han dado los sociólogos.
Curiosamente, la estabilidad misma y el funcionamiento adecuado de una sociedad democrática depende de que sus ciudadanos se organicen en unos pocos grupos importantes (idealmente dos), definidos de manera clara, que sostengan opiniones diferentes en cuestiones centrales de política. Puede suceder que esos grupos se amurallen unos frente a otros; en este sentido, la democracia genera de modo continuo sus propios muros. Como el proceso se alimenta de sí mismo, cada grupo, en algún momento, se preguntará a propósito del otro, con asombro y a veces con mutua aversión: “¿cómo han llegado a ser así?”.
A mediados de la década de los ochenta, cuando empezó este estudio, esa era sin duda la manera en que muchos liberales en los Estados Unidos, incluyéndome a mí, miraban al ascendente y triunfante movimiento conservador y neoconservador. Una reacción ante esa situación fue examinar la mentalidad o la personalidad conservadora. Pero esta clase de ataque frontal y supuestamente a profundidad me parecía poco prometedor: ensancharía las brechas y llevaría además a una indebida fascinación frente a un adversario demonizado. De ahí mi decisión de intentar un examen “imparcial” de algunos fenómenos superficiales: discurso, argumentos, retórica, considerados de manera histórica y analítica. Durante el proceso, resultaría que el discurso está configurado no tanto por rasgos fundamentales de personalidad, sino sencillamente por los imperativos de la argumentación, casi sin tener en cuenta los deseos, el carácter o las convicciones de los participantes. Exponer estos nexos puede ayudar efectivamente a suavizarlas, a modificar así el discurso y a restaurar la comunicación.
Que el procedimiento que he seguido posee tales virtudes, es cosa que queda acaso demostrada por la manera en que mi análisis de la “retórica reaccionaria” gira sobre sí mismo, hacia el final del libro, para abarcar la variedad liberal o progresista. En cierto modo para sorpresa mía.
ALBERT OTTO HIRSCHMAN (Berlín, 7 de abril de 1915 - 10 de diciembre de 2012) fue un economista influyente, autor de varios libros sobre economía política e ideología política. Hijo de Carl y Hedwig Hirschman, emigró de Alemania a causa del advenimiento del régimen nazi. Tras estudiar en la Sorbona de París (1934) y la Escuela de Altos Estudios Comerciales de la misma ciudad (1935) viajó a Londres y después a Trieste, en cuya Universidad se doctoró en Ciencias Económicas en 1938.
Realizó estudios sobre la historia del pensamiento político, los conflictos dentro de una sociedad capitalista, las formas de organización social y las consecuencias de acontecimientos claves de finales del siglo XX, como la caída de los regímenes comunistas de Europa del Este en 1989. Sus obras más significativas fueron Estrategia del desarrollo económico (1958), Estudios sobre política económica en América Latina (1963), El comportamiento de los proyectos de desarrollo (1967) y Retóricas de la intransigencia (1991).
AGRADECIMIENTOS
Como señalé en el capítulo 1, la idea de este libro tomó forma como resultado de mi participación en la mesa ejecutiva que reunió la Ford Foundation en 1985 para asesorar acerca de políticas de bienestar en los Estados Unidos, y más especialmente cuando reflexionó respecto a las observaciones introductorias de Ralf Dahrendorf en la primera reunión. Una influencia generadora más remota había sido la rehabilitación de Donald McCloskey de la retórica como rama de investigación legítima para los economistas y los científicos sociales.
Durante la redacción del libro, recibí ayuda y aliento de quienes leyeron los borradores de los capítulos preliminares. Entre ellos quiero destacar en particular a William Ewald, Joseph Frank, Luca Meldolesi, Nicoletta Stame, Fritz Stern y Margaret Weir, La correspondencia con David Bromwich, Isaac Kramnick, Jerry Muller y Edmund Phelps me ayudó a aclarar numerosos puntos y perplejidades. Pierre Andler, traductor de este libro al francés, y Rebecca Scott le dieron al manuscrito una lectura final y discriminadora. En el transcurso de una larga busca para el título preciso, Peter Railton y Emma Rothschild hicieron contribuciones de gran importancia.