Byung-Chul Han reflexiona en este ensayo sobre la crisis temporal contemporánea, en diálogo con Nietzsche y Heidegger. La fugacidad de cada instante y la ausencia de un ritmo que dé un sentido a la vida y a la muerte, nos sitúa ante un nuevo escenario temporal, que ya ha dejado atrás la noción del tiempo como narración.
Según Byung-Chul Han, no estamos ante una aceleración del tiempo, sino ante la atomización y dispersión temporal —a la que llama disincronía—. Cada instante es igual al otro y no existe ni un ritmo ni un rumbo que dé sentido a la vida. El tiempo se escapa porque nada concluye, y todo, incluido uno mismo, se experimenta como efímero y fugaz. La muerte es un instante más, lo cual invalida la vivencia de la muerte, en Nietzsche y Heidegger por ejemplo, como consumación de una unidad con sentido.
El presente libro sigue el rastro, histórica y sistemáticamente, de las causas y síntomas de esta disincronía. Pero el final del tiempo como duración narrativa no tiene por qué traer consigo un vacío temporal. Al contrario, da lugar a la posibilidad de una vida que no necesita de la teología ni la teleología, y que a pesar de ello tiene su propio aroma. Pero para ello es necesario un cambio. En palabras de Byung-Chul Han, «la crisis temporal solo se superará en el momento en que la vita activa, en plena crisis, acoja de nuevo la vita contemplativa en su seno».
Byung-Chul Han
El aroma del tiempo
Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse
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Titivillus 28.07.15
Título original: Duft der Zeit. Ein philosophischer Essay zur Kunst des Verweilens
Byung-Chul Han, 2009
Traducción: Paula Kuffer
Diseño de cubierta: Ana Yael Zareceansky
Editor digital: Titivillus
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BYU NG-CHUL HAN (Seúl, Corea del Sur, 1959). Byung-Chul Han estudió metalurgia en Corea antes de mudarse a Alemania, en la década de 1980, para estudiar filosofía, literatura alemana y teología católica en Friburgo y Múnich. En una entrevista explicó: «Al final de mis estudios [de metalurgia] me sentí como un idiota. Yo, en realidad, quería estudiar algo literario, pero en Corea ni podía cambiar de estudios ni mi familia me lo hubiera permitido. No me quedaba más remedio que irme. Mentí a mis padres y me instalé en Alemania pese a que apenas podía expresarme en alemán. […] Yo quería estudiar literatura alemana. De filosofía no sabía nada. Supe quiénes eran Husserl y Heidegger cuando llegué a Heidelberg. Yo, que soy un romántico, pretendía estudiar literatura, pero leía demasiado despacio, de modo que no pude hacerlo. Me pasé a la filosofía. Para estudiar a Hegel la velocidad no es importante. Basta con poder leer una página por día».
Recibió su doctorado en Friburgo con una disertación sobre Martin Heidegger, en 1994. En 2000, se incorporó al Departamento de Filosofía de la Universidad de Basilea, donde completó su habilitación. En 2010 se convirtió en miembro de la facultad Staatliche Hochschule für Gestaltung Karlsruhe, donde sus áreas de interés fueron la filosofía de los siglos XVIII, XIX y XX, la ética, la filosofía social, la fenomenología, la antropología cultural, la estética, la religión, la teoría de los medios, y la filosofía intercultural. Desde 2012, es profesor de estudios de filosofía y estudios culturales en la Universidad de las Artes de Berlín (UdK), donde dirige el Studium Generale, o programa de estudios generales, de reciente creación.
Han es autor de dieciséis libros, de los cuales los más recientes son tratados acerca de lo que él denomina la «sociedad del cansancio» (Müdigkeitsgesellschaft), y la «sociedad de la transparencia» (Transparenzgesellschaft), y sobre su concepto de Shanzai, neologismo que busca identificar los modos de la deconstrucción en las prácticas contemporáneas del capitalismo chino.
El trabajo actual de Han se centra en la «transparencia» como norma cultural creada por las fuerzas del mercado neoliberal, que él entiende como el insaciable impulso hacia la divulgación voluntaria de todo tipo de información que raya en lo pornográfico. Según Han, los dictados de la transparencia imponen un sistema totalitario de apertura a expensas de otros valores sociales como la vergüenza, el secreto y la confidencialidad.
Hasta hace poco, Han se negaba a dar entrevistas de radio y televisión, y raramente divulga en público sus detalles biográficos o personales, incluyendo su fecha de nacimiento.
Notas
[1] F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, Madrid, Alianza, 1981, p. 39.
[2]Ibíd., p. 115.
[3] Véase M. Heidegger, Ser y tiempo, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1997, p. 400: «Solo el ser libre para la muerte le confiere al Dasein su finalidad plenaria y lanza la existencia a su finitud. La finitud, cuando es asumida, sustrae a la existencia de la infinita multiplicidad de posibilidades de bienestar, facilidad, huida de responsabilidades, que inmediatamente se ofrecen, y lleva al Dasein a la simplicidad de su destino [Schicksal]».
[4] F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, op. cit., p. 115.
[5] M. Heidegger, Ser y tiempo, op. cit., p. 151: «En la utilización de los medios de locomoción pública, en el empleo de los servicios de información (periódicos), cada cual es igual a otro. Gozamos y nos divertimos como se goza; leemos, vemos y juzgamos sobre literatura y arte como se ve y se juzga».
[6]Ibíd., p. 399.
[7]Ibíd., p. 401.
[8]Ibíd., p. 406.
[9] Este es el simple esquema que sigue H. Rosa en su monografía Beschleunigung. Die Veränderung der Zeitstrukturen in der Moderne, Frankfurt del Meno, Suhrkamp, 2005.
[10] T. Adorno, Minima Moralia, Madrid, Taurus, 2001, p. 166.
[11] M. Proust, En busca del tiempo perdido, Madrid, Alianza Editorial, 1966, p. 4.
[12]Ibíd., p. 5.
[13]Ibíd., p. 4.
[14] H. Rosa, Beschleunigung. Die Veränderung der Zeitstrukturen in der Moderne, op. cit., p. 474.
[15] R. Koselleck, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona, Paidós, 1993, p. 71: «Así como las estrellas trazan su curso circular independientemente de los seres humanos terrenales, pero influyendo también en los hombres o incluso determinándolos, del mismo modo también resuena desde el siglo XVII en el concepto político de revolución en un doble sentido: las revoluciones se realizan por encima de las cabezas de los participantes, pero cada uno de los afectados queda prisionero de sus leyes».
[16] M. Robespierre, La revolución jacobina, Barcelona, Península, 1973, p. 107.
[17]Conversations-Lexikon der Gegenwart, «Eisenbahnen», Leipzig, 1838, vol. 1, p. 1136.
[18] M. Robespierre, op. cit.: «Los progresos de la razón humana han preparado esta gran Revolución y a vosotros corresponde especialmente el deber de acelerarla».
[19] G. Büchner, La muerte de Dantón, Barcelona, Icaria, 1982, p. 130.
[20] J. Baudrillard, «El año 2000 no tendrá lugar», El País