B YUNG -C HUL H AN
Por favor, cierra los ojos
A la búsqueda de otro tiempo diferente
Traducción de Raúl Gabás
Herder
Título original: Bitte Augen schließen
Traducción: Raúl Gabás
Diseño de portada: Herder
Imagen de Portada: cc Jason Rogers
Edición digital: José Toribio
© 2013, MSB Matthes & Seitz, Berlín
© 2016, Herder Editorial S.L., Barcelona
1.ª edición digital, 2016
ISBN: 978-84-254-3632-1
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El tiempo de la despreocupación. Cuando alguien ha gozado de una mañana de la vida activa y rica en tormentas, sobre la hora del mediodía de la vida se apodera de su alma una singular avidez de quietud, que puede durar lunas y años. Él queda rodeado de silencio, las voces suenan lejos y más lejos, el sol brilla recto sobre su cabeza. En una oculta pradera del bosque ve al gran Pan durmiendo: todas las cosas de la naturaleza se han dormido con él, le parece ver una eternidad en la cara. No quiere nada, no se preocupa de nada, su corazón calla, solo vive su ojo, es una eternidad con ojos despiertos.
F RIEDRICH N IETZSCHE
El tiempo del silencio
Hegel escribe en la Ciencia de la lógica : «Todo lo racional es una conclusión». Para Hegel la conclusión no es una categoría de la lógica formal. Se da una conclusión cuando el principio y el final de un proceso ofrecen una conexión con sentido, una unidad con sentido, cuando están enlazados entre sí. Así, la narración es una conclusión. En virtud de su conclusión produce un sentido. También los rituales y las ceremonias son formas de conclusión. Así tienen su propio tiempo, su propio ritmo y compás. Constituyen procesos narrativos, que se sustraen a la aceleración. Sería un sacrilegio acelerar la acción de un sacrificio. En cambio, el procesador puede acelerarse sin fin, porque no trabaja narrativamente, sino tan solo de modo aditivo. Las narraciones no pueden acelerarse por capricho. La aceleración destruye su propia estructura peculiar de sentido y de tiempo. Es inquietante en la actual experiencia del tiempo no la aceleración como tal, sino la falta de conclusión, es decir, la falta de compás y ritmo en las cosas.
No solo el tiempo narrativo es una conclusión. También es una conclusión el instante que hace feliz y llena, pues está cerrado en sí mismo. En cierto modo no tiene nada a su alrededor. Descansa en sí y se basta a sí mismo. Y así carece de pasado y futuro, de recuerdo y expectativa, es decir, de «cuidado» en el sentido de Heidegger. Llena de dicha esta ausencia de cuidado. Pero vivimos necesariamente más de un instante. Y así caemos de él ineludiblemente. En lo sucesivo nos acordamos de él como un momento. Por eso, tal instante se distingue del tiempo narrativo, que tiene otra forma de duración distinta por completo.
Barthes, en su estudio de fotografía, La cámara lúcida , cita a Kafka: «Mis historias son algo así como cerrar los ojos». Y observa a este respecto: «La fotografía ha de ser silenciosa. Eso no es una cuestión de “discreción”, sino de música. La subjetividad absoluta se alcanza solamente en un estado de silencio, de esfuerzo por el silencio (cerrar los ojos significa hacer que la imagen hable en el silencio)». La subjetividad absoluta es la subjetividad en forma de conclusión. Sin silencio se dispersa y no puede volver a sí misma. Y sin retorno no puede cerrarse. Se hace depresiva.
Las actuales imágenes digitales carecen de silencio y, por tanto, de música, e incluso de aroma. También el aroma es una forma de conclusión. Las imágenes sin silencio no hablan o narran, sino que hacen ruido. Frente a estas imágenes que «zumban» no se pueden cerrar los ojos. El ojo cerrado es dibujarse la conclusión. Hoy la percepción es incapaz de conclusión, pues hace zapping a través de una red digital sin fin. El rápido cambio de imágenes imposibilita cerrar los ojos, pues esto presupone una demora contemplativa. Las imágenes están construidas hoy de tal manera que no es posible cerrar los ojos. Entre ellas y el ojo se produce un contacto inmediato, que no admite ninguna distancia contemplativa. La coacción a la permanente vigilia y visibilidad dificulta cerrar los ojos. La transparencia es la expresión de la hipervigilia e hipervisibilidad.
El tiempo bueno
El cauce narrativo es estrecho. Por esa razón es muy selectivo y no produce ninguna masa de información. La información es una categoría posnarrativa. La negatividad de la narración impide la proliferación y masificación de lo positivo. En contraposición a la memoria, que muestra una estructura narrativa, la información carece de historia, es decir, de conclusión. Es meramente aditiva. La memoria se convierte hoy en un montón de basura y de datos, pierde su condición narrativa y pasa a ser un «trastero» (Paul Virilio), que está lleno hasta el tope de masas de todas las posibles imágenes, mal conservadas y desordenadas por completo, y de símbolos gastados. En el trastero las cosas se limitan a estar las unas junto a las otras. No están estratificadas. Por eso les falta la historia, es decir, el sentido. El trastero no puede ni recordar ni olvidar. Toda la historia del pasado, como la utopía, la revolución y el mito, fluye hoy hacia la máquina de la información como hacia un estanque con un muro de contención, que luego arroja fuera poshistorias (datos sin conclusión) consumibles cada vez con mayor rapidez. La información no es ninguna conclusión. Por eso tiende a proliferar y masificarse. En eso se distingue tanto del saber como del conocimiento y de la verdad. Esta lleva inherente la negatividad de lo exclusivo, que se convierte en la figura contraria a la información.
La aceleración tiene su causa en la incapacidad general de concluir y terminar. El tiempo se lo lleva todo consigo porque en ningún lugar llega a la conclusión y a la terminación. Por tanto, la aceleración es la expresión de una ruptura de dique temporal. Ya no existen muros que regulen el flujo del tiempo, que lo articulen o le den ritmo, que puedan contenerlo o sostenerlo, dándole soporte en el doble sentido de demorar y sostener. Donde el tiempo pierde todo ritmo, donde se precipita en lo abierto y vacío sin soporte ni dirección, desaparece también todo tiempo justo o bueno.
En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, comienza significativamente con la expresión: «Durante mucho tiempo me acosté a buena hora». A buena hora significa en el tiempo debido (justo). Esa hora promete la dicha. Es la imagen contraria a la mala infinitud, al tiempo vacío, vaciado de sentido. El buen sueño es una conclusión. En cambio, el sujeto agotado del rendimiento duerme tal como se duerme una pierna. Eso no es ninguna forma de conclusión. También el insomnio viene de la incapacidad de concluir. Para dormir, hay que concluir el día. Hoy cerramos los ojos, si es que los cerramos, por cansancio y agotamiento. Sería más acertada la formulación: simplemente los ojos se cierran, lo cual no es ninguna conclusión.
El tiempo de la fiesta
Hoy día las cosas ligadas al tiempo envejecen mucho más deprisa que antes. Caen rápidamente en el pasado y se sustraen a la atención. El presente se reduce a la punta de la actualidad. Así el tiempo pierde duración. La causa del encogimiento del presente y de la duración que desaparece no es la aceleración, contra lo que se cree de manera errónea. Más bien, el tiempo, a manera de un alud, se precipita hacia adelante porque no tiene ya ningún soporte. Aquellas puntas del presente entre los que no hay ninguna fuerza de atracción temporal y ninguna tensión, pues son meramente aditivas, desatan el arrastre del tiempo, que conduce a la aceleración sin dirección, es decir, sin sentido.
El depresivo no es capaz de ninguna conclusión. Y sin conclusión se desvanece todo. No se forma ninguna imagen propia estable, que sería también una forma de conclusión. No es casual que la indecisión, la incapacidad de resolución, sea un síntoma de la depresión. La depresión es característica de un tiempo en el que se ha perdido la capacidad de concluir, de terminar. También el pensamiento presupone la capacidad de concluir, de mantenerse dentro y de demorarse. En eso se distingue del cálculo. Así el pensamiento no se puede acelerar por capricho, en contraposición al cálculo. Los síntomas del Information Fatigue Syndrom ( IFS ), es decir, del cansancio de la información, incluyen la incapacidad de pensar analíticamente. Tal síndrome es la incapacidad de concluir e inferir. Por tanto, la masa de información acelerada ahoga el pensamiento. También el pensamiento necesita un silencio. Hay que poder cerrar los ojos.
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