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Martin Heidegger - El concepto de tiempo: (tratado de 1924)

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  • Libro:
    El concepto de tiempo: (tratado de 1924)
  • Autor:
  • Editor:
    Herder Editorial
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  • Año:
    2012
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El concepto de tiempo: (tratado de 1924): resumen, descripción y anotación

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No resulta ninguna novedad afirmar que el rasgo que define el pensamiento de Heidegger es la pregunta por el sentido del ser. Él mismo confirmó este hecho en múltiples declaraciones autobiográficas. Sin embargo, lo que todavía despierta el interés del lector de Ser y tiempo es observar cómo el horizonte de esa pregunta se va perfilando en el contexto de un rico juego de superposiciones filosóficas que, de una u otra manera, recorre el camino que conduce de la vida humana a la cuestión del ser. En este sentido, el presente tratado El concepto de tiempo (1924), que amplía considerablemente la conferencia homónima dictada el mismo año ante la Sociedad Teológica de Marburgo, ofrece una excelente aproximación a la temática heideggeriana que conducirá al lector a través de un sugestivo análisis de los diferentes modos de existencia impropia hasta la posibilidad extrema de la muerte como antesala que coloca al hombre ante el horizonte histórico y temporal de su propio ser.

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M ARTIN H EIDEGGER EL CONCEPTO DE TIEMPO Tratado de 1924 Traducción de J - photo 1

M ARTIN H EIDEGGER

EL CONCEPTO DE TIEMPO

(Tratado de 1924)

Traducción de

J ESÚS A DRIÁN E SCUDERO

Herder

www.herdereditorial.com

Título original: Der Begriff der Zeit

Traducción: Jesús Adrián Escudero

Diseño de cubierta: Claudio Bado

Maquetación electrónica: José Toribio Barba

© 2004, Vittorio Klostermann GmbH, Frankfurt del Meno

© 2008, Herder Editorial, S. L., Barcelona

© 2012, de la presente edición, Herder Editorial, S. L., Barcelona

ISBN DIGITAL: 978-84-254-2989-7

La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del Copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.

Herder

www.herdereditorial.com

Í NDICE

E L CONCEPTO DE TIEMPO

La publicación de la correspondencia entre Wilhelm Dilthey y el conde Paul Yorck de Wartenburg me brinda la ocasión para comunicar de manera provisional la siguiente investigación sobre el tiempo. El presente tratado quiere profundizar en la comprensión de esta correspondencia. Se trata de sacar a la luz la positiva tendencia originaria que late en el tipo de investigación que guía la redacción de las cartas. En una carta del 4 de junio de 1895, Yorck señala el origen objetivo y, por consiguiente, más genuino de esta ejemplar amistad filosófica: «nuestro común interés por comprender la historicidad […]» (p. 185). La siguiente investigación retoma este interés e intenta clarificar la viva problemática ahí presente.

Se trata de comprender la historicidad y no de reflexionar sobre la historia (la historia del mundo). Por historicidad se entiende el ser histórico de aquello que es en cuanto historia.

Con semejante clarificación de la problemática concentrada en «comprender la historicidad», la moderna investigación científica debería estar en condiciones de hacer efectivo, mediante una confrontación productiva, lo que Dilthey y Yorck nos han dejado en herencia. De ahí que sea necesario ilustrar brevemente aquello que ambos amigos perseguían en su interés común. Parte de nuestra tarea consiste en mostrar que cada uno atendió a este interés de manera diversa. La siguiente exposición tiene que dar cuenta de esta diversidad. En el caso de Dilthey se dispone de amplias y detalladas investigaciones. De entrada, todo intento de proseguir esta labor debe atenerse a Dilthey. La correcta apropiación de sus reflexiones sólo se logra encuadrándolas por entero en el trabajo llevado a cabo por Dilthey y haciéndolas productivas para este trabajo. Sólo así las cartas de Yorck se pueden comprender como las cartas de un amigo preocupado únicamente por la existencia de aquel con quien filosofa a través de una comunicación viva y, por ende, preocupado por la propia existencia. Por otro lado, el intento de determinar, por un afán de simple curiosidad, quién fue el «más grande» conduce a interpretar erróneamente el modo de pensar de estos dos amigos.

El tratado que sigue a continuación se estructura, pues, de este modo: en la parte introductoria (sección I) se caracteriza brevemente la problemática que ocupa a Dilthey. Desde la perspectiva de esta problemática habrá que clarificar la tendencia filosófica de Yorck a partir de pasajes característicos de sus cartas. La investigación sobre el tiempo se enmarca en este horizonte. El análisis del Dasein con respecto a sus caracteres ontológicos (sección II) ofrece la base para emprender la explicación del tiempo (sección III). En el marco del campo fenoménico así expuesto en las secciones II y III, la historicidad se fija en sus líneas fundamentales como el carácter ontológico del Dasein y, a su vez, se determina el tipo de investigación desde el que es posible lograr una «comprensión» de la historicidad y del Dasein (sección IV). Con esto, nuestra reflexión regresa a su punto de partida, al mismo tiempo que muestra una tendencia a fomentar hoy en día el espíritu del conde Yorck y a colocarse al servicio de la obra de Dilthey.

I.
L A PROBLEMÁTICA DE DILTHEY Y LA TENDENCIA FUNDAMENTAL DE YORCK

Todos los trabajos de Dilthey se mueven por el impulso de lograr una comprensión científica de la realidad espiritual, social e histórica del hombre , es decir, de «la vida», y pretenden fundamentar esta comprensión de una manera científicamente genuina. El conocimiento científico sigue dos caminos a la hora de explorar la vida en su afán de comprenderla: por un lado, el camino de la filosofía, cuyo propósito último es, según Dilthey y Yorck, de orden moral y pedagógico; y, por otro lado, el camino de la ciencia histórica del espíritu, que muestra la vida en sus «objetivaciones». El auténtico carácter científico de las disciplinas de la ciencia histórica del espíritu se funda en el hecho de que lo que a fin de cuentas constituye el tema constante de sus objetivaciones – a saber, la vida– se elabora en el marco de la estructura misma de esta ciencia histórica del espíritu. Sólo así estas ciencias particulares logran alcanzar, para sus preguntas e interpretaciones, un hilo conductor seguro que arranca del contenido real de su tema. Pero como ciencias del espíritu precisan fundarse en principios generales a través de los cuales su comportamiento cognoscitivo queda regulado metódicamente. Ahora bien, los principios y las reglas hay que obtenerlos del «conocer» mismo, el cual, a su vez, tiene como «subsuelo» la «conexión psíquica» (la vida). Por tanto, la aspiración de elevar la ciencia histórica del espíritu al rango de una cientificidad genuina es conducida por dos «lados» –el lado del objeto temático y el lado del conocimiento que descubre ese objeto– ante una única tarea: la de examinar a fondo la «conexión psíquica» misma en sus estructuras. Pero también la filosofía, en la medida en que debe elaborar una teoría del hombre según las posibilidades fundamentales de la vida humana, se ve colocada ante la misma tarea de analizar esta «conexión psíquica». La filosofía tiene que hacer visible «el entero hecho llamado “hombre”» –este ser que piensa, que quiere y que siente– con respecto al «nexo estructural» de sus vivencias. Este nexo estructural no transcurre, por decirlo así, en la vida, no acontece con ella, sino que es «vivido». Y precisamente es vivido de tal manera que en cada una de sus acciones y motivaciones está presente el todo de la vida. En cuanto vivido, el nexo estructural de lo psíquico es al mismo tiempo un «nexo evolutivo». En la medida en que la vida es evolución y desarrollo, y esto en cada caso como vida concreta e histórica, su propia historia debe convertirse para ella en el organon de comprensión. Y esta historia habla de manera tanto más originaria y eficaz cuanto con mayor seguridad las ciencias históricas que se ocupan de ella, es decir, las disciplinas históricas, se mueven en su propio terreno metodológicamente asegurado y conceptualmente elaborado. La teoría del hombre , la historia concreta de su espíritu y la teoría

Con lo dicho hasta ahora queda clara la postura metodológica desde la que Dilthey aborda toda esta problemática. «Sólo en la experiencia interna, en los hechos de la conciencia encontré un punto de anclaje firme para mi pensamiento […].» En estos hechos de la conciencia se debe hacer visible el «hombre entero», el pleno «proceso real de la vida». Por cierto, con este intento Dilthey se opone a toda la psicología «intelectualista». Pero el método en el que se basa su trabajo de fundamentación sigue siendo el modo de acceder a las cogitationes (res cogitans) ,y el enfoque temático de este trabajo de fundamentación continúa siendo el fundado y desarrollado por Descartes en sus Meditaciones.

La tendencia que anima a Yorck en su contacto con la labor y la problemática de Dilthey se muestra precisamente en la postura que adopta frente a las tareas que competen a la disciplina fundamental, la psicología analítica. A propósito del tratado que Dilthey presentó a la Academia [[Berlinesa de la Ciencia]], con el título Ideen über eine beschreibende und zergliedernde Psychologie (1894), Yorck escribe: «La reflexión sobre sí mismo como medio cognoscitivo primario y el análisis como procedimiento cognoscitivo primario quedan firmemente establecidos. A partir de aquí se formulan proposiciones que se verifican por su propia constatación. Pero no se realiza ningún paso hacia un análisis crítico, hacia una explicación y, por consiguiente, hacia una refutación interna de la psicología constructiva y de sus supuestos» ( Briefwechsel , p. 177). «[…] la renuncia a un análisis crítico, esto es, la renuncia a ofrecer una explicación completa y a fondo de la proveniencia psicológica de cada cosa, está en conexión, a mi juicio, con el concepto y con la posición que usted le asigna a la teoría del conocimiento» (p. 177). «La explicación de la inaplicabilidad –el hecho de ésta ha quedado establecido y precisado– sólo se da en el marco de una teoría del conocimiento. Esta explicación tiene que dar cuenta de la adecuación de los métodos científicos, tiene que fundamentar la metodología e impedir, como sucede ahora, que los métodos se obtengan –debo decir que al azar– de los dominios particulares» (pp. 179s).

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