Asombra y maravilla que los hombres hayan podido, a través de su observación perseverante, su vigilancia continua y sus exploraciones arriesgadas, determinar la medida de los cielos, sus movimientos rápidos y lentos, sus proporciones, el tamaño de las estrellas —no sólo de las cercanas sino también de las más lejanas—, y la geografía de la tierra y los mares: cosas que, ya sea en su totalidad o en su mayor parte, nos parecen razonables; cuánto más maravillosa debemos estimar la investigación y la descripción del lugar y la forma del Infierno:
Galileo Galilei
Dos conferencias en la Academia Florentina sobre la
Forma, tamaño y lugar del «Infierno» de Dante
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Titivillus 06.12.16
Título original: Due Lezioni all’Academia Fiorentina circa la figura, sito e grandezza dell’Inferno de Dante
Galileo Galilei, 1727
Traducción: Adriana Arrieta Murguía
Editor digital: Titivillus
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I
Es asombroso y maravilloso que los hombres hayan podido, a través de su observación perseverante, su vigilancia continua y sus exploraciones arriesgadas, determinar la medida de los cielos, sus movimientos rápidos y lentos, sus proporciones, el tamaño de las estrellas —no sólo de las cercanas sino también las más lejanas— y la geografía de la tierra y los mares: cosas que, ya sea en su totalidad o en sus partes más grandes, nos parecen razonables; cuánto más maravillosa debemos estimar la investigación y la descripción del lugar y la forma del Infierno. Éste, sumergido en las entrañas de la Tierra, escondido de todos los sentidos, por experiencia no lo conoce nadie; aunque es fácil de encontrar, es, sin embargo, de difícil regreso, tal como nos lo relata nuestro poeta al decir:
Abandonad toda esperanza, vosotros que entráis
(Infierno III, 9)
Y su guía:
Las puertas del Infierno están abiertas noche y día, llano el descenso y fácil el camino: pero regresar y mirar los cielos alegres es portentosa labor y en esto yace el cometido.
(Eneida VI, 192-195)
La falta de otras historias se suma grandemente a la dificultad de su descripción. Para explicar ese teatro infernal, es necesario contar con un cartógrafo y un arquitecto, con sus juicios más notables, como, al final, nuestro Dante lo ha probado. Si él, quien desarrolló de modo sublime la asombrosa construcción de los cielos y diseñó tan exquisitamente el lugar de la Tierra, tuvo la merecida reputación de sustentar el nombre de divino, entonces, por las razones que ya se dieron, ¿no ha ganado nuestro poeta ese título una vez más?
Dante describe el Infierno, pero lo deja tan oculto en las tinieblas que otros tras él se han cansado de tratar de explicar su arquitectura. Entre éstos, hay dos que han escrito en forma prolífica: uno es Antonio Manetti; el otro, Alessandro Vellutello; pero cada uno ha escrito de modo diferente, y ambos, de manera muy alambicada, aunque, seguramente, no por alguna falta suya, sino por la dificultad del tema, que no admite una fácil explicación. Nosotros, consecuentemente, obedeciendo la orden dada por quien tiene la facultad de hacerlo, hemos venido hoy para tratar de ver si a través de la voz animada, acompañada de dibujos, podemos explicar a quienes no lo han entendido, el significado de una opinión y de otra; y en suma, si hay tiempo, añadiremos argumentos para hablar de una parte y de otra, que pudieran persuadir de que las dos descripciones están de acuerdo con las intenciones del poeta. Al final haremos nuestro mayor esfuerzo usando otros argumentos para mostrar qué tanto se acercan a la verdad, esto es, a la mente de Dante; con esto quizá aclararemos de qué manera tan errada el virtuoso Manetti, y junto con él, la más docta y noble Academia Florentina, han sido difamados por Vellutello.
Pero antes de continuar, no permitan que sus oídos escrupulosos se ofendan, acostumbrados como están a escuchar que en este lugar siempre resuenen palabras decorosas y selectas que ofrece el idioma toscano, y discúlpenos si de vez en cuando éstos son embestidos por algún menoscabo o conclusión adecuada a ese arte tan útil para nosotros, tomado tanto de la lengua griega o del latín, ya que el material del cual habremos de hablar nos obliga a ello.
El orden que elegiremos para explicar la opinión de Manetti será éste: primero hemos de considerar la forma y el tamaño del Infierno, ambos en su conjunto y en comparación con el total de la Tierra. En segundo lugar hemos de ver dónde está localizado, es decir, abajo de la superficie de la Tierra, donde se encuentra. Tercero, veremos en cuántos niveles se divide, difiriéndolos entre sí en mayor o menor distancia del centro de la Tierra, y cuáles de estos niveles son sencillos y cuáles están compuestos de varios círculos o anillos y cuántos hay. En cuarto lugar, mediremos los intervalos que se encuentran entre un nivel y otro. Quinto, encontraremos la anchura de un lado a otro en cada nivel, tanto del círculo como del anillo. En sexto lugar, habiendo considerado las cosas principales arriba mencionadas, volveremos a contar brevemente el viaje que hizo Dante a través del Infierno, y señalaremos algunas cosas particulares, útiles para el conocimiento perfecto de este lugar.
Llegamos ahora a la explicación de la opinión de Manetti, y antes que nada a la forma. Yo digo que es en la forma de la superficie cóncava, que nosotros llamamos cónica, en la que el vértice se halla ubicado al centro del mundo, y la base está contra la superficie de la Tierra. ¿Pero cómo funciona esto? Abreviaremos y facilitaremos el argumento, y al considerar al mismo tiempo la forma, el lugar y el tamaño, permitámonos imaginar una línea recta que viene del centro de la Tierra (que es también el centro de solidez y del universo) hasta Jerusalén, y un arco que se extiende desde Jerusalén pasando por la superficie del agua y de la Tierra, conjuntamente, a una veinteava parte de su circunferencia más grande: una de las extremidades de dicho arco terminará en Jerusalén; de la otra, trazaremos una segunda línea recta hasta el centro de la Tierra y obtendremos el segmento de un círculo, contenido por dos líneas que vienen del centro y del arco mencionado. Hemos de imaginar, entonces, que la línea que une Jerusalén al centro está fija, y la otra línea y el arco deben moverse en un círculo, y que dicho movimiento debe ir cortando a la Tierra, hasta regresar donde empezó. Ahí se cortará una parte de la Tierra en forma de cono, el cual, si imaginamos que se extrae de la Tierra, dejará, en el lugar donde estuvo, un hoyo con la forma de una superficie cónica, y éste es el Infierno. Y de esta descripción tenemos, primero, la forma; segundo, el lugar, que al estar situado en su punto más bajo forma el centro del mundo, y su base o desembocadura queda contra esa parte de la Tierra centrada en Jerusalén, como uno manifiestamente sabe del mismo Dante cuando, tan pronto como ha atravesado por el centro al otro hemisferio, escucha a Virgilio decir:
Ahora estás abajo del hemisferio opuesto a ese
que cubre con dosel la extensa tierra árida:
Bajo su cenit está el sitio
donde se asesinó al Hombre sin pecado
que ahí nació y vivió…
(Inferno XXXIV, 112-115)
Y en el segundo canto del Purgatorio, al estar en el hemisferio opuesto, confirma lo mismo, diciendo: