Conclusión
Necesitamos un modelo nuevo de justicia
Para alcanzar una sociedad donde prevalezca la paz, es necesario entender cómo y por qué se dan tantos delitos en nuestro país; es fundamental ir a las causas, a la raíz. Para hablar de justicia, de instituciones que sirvan a una sociedad agraviada como la nuestra, es toral revisarnos como país y buscar las opciones para sanar. En suma: para que haya justicia, es fundamental que haya verdad.
Escuchar a los victimarios y a quienes cometieron delitos atroces aporta elementos para el análisis. ¿Dónde hemos fallado como sociedad? ¿Dónde se han equivocado los gobiernos? ¿Qué factores han permitido que la delincuencia encuentre tierra fértil? ¿En qué contextos se normalizó la violencia? ¿Qué ha llevado a familias enteras a convertir el crimen en su modo de vida? ¿Qué se rompió en nuestro tejido social para que la empatía y el mínimo de humanismo no existan en quienes están dispuestos a arrebatarle la vida a otra persona por dinero?
Leer a las y los sobrevivientes, insistimos, es el mínimo acto de justicia para quienes, ante la adversidad de las horas oscuras, lograron lo que cientos —quizá miles— de mexicanos más no consiguieron: salir vivos de un secuestro. Es, también, un recordatorio de lo vulnerables que somos ante un Estado que ha fracasado en su principal tarea y responsabilidad: dar seguridad a sus ciudadanos.
En los testimonios recabados en este libro, la vida de quienes sufrieron un secuestro cambió de un momento a otro. No sólo hubo una víctima directa, también se dieron las indirectas, marcadamente la familia. Las voces de quienes vivieron para contarla, sus miradas, sus reflexiones, son ejemplo de valor y tenacidad, de lucha y determinación, y también aportan elementos para adentrarnos en lo más profundo del comportamiento humano.
Las dos caras de la moneda que mostramos en este libro buscan aportar elementos para informar a una sociedad lastimada por la delincuencia, así como para tratar de concientizar a los gobiernos en sus diferentes niveles; autoridades que, no pocas veces, están superadas por la delincuencia. ¿El problema son las leyes? ¿Son su aplicación? ¿Las sanciones? ¿Es la impunidad?
Cada caso es único, cada sobreviviente lo experimentó de muy distinta manera, cada familia lo encaró como pudo. Pero el común denominador en las historias de quienes cometieron un secuestro es la falta de empatía, el nulo respeto a las instituciones y la muy alta probabilidad de salirse con la suya sin consecuencias penales: la impunidad.
En el delito de secuestro, por sus características, hay una enorme cifra negra. La estadística oficial dista mucho de la realidad. Y aun los plagios denunciados arrojan una alta tasa de impunidad. Por eso creemos que contar las historias de viva voz de sobrevivientes y victimarios puede contribuir a generar mayor conciencia sobre un cáncer que no ha logrado ser extirpado. Pensamos que para erradicarlo es fundamental revisar por qué ocurre, en qué contextos se normaliza, qué perfil tienen quienes pueden ejecutarlo, qué los lleva a hacerlo y qué fallas sobresalen en el sistema de seguridad —sobre todo en el de procuración e impartición de justicia— y cómo abonan a que sea posible y rentable.
Con este libro no pretendemos dar soluciones, sino desnudar una serie de realidades sin las cuales no se entiende el crimen en México; poner sobre la mesa lo siguiente: si seguimos haciendo lo mismo como país, los resultados no serán distintos. Si no cambiamos la manera en que analizamos y entendemos al crimen, estamos condenados a que la delincuencia siga robando la paz a nuestra sociedad.
Necesitamos un nuevo modelo de justicia, uno donde las comisiones de la verdad, la garantía de justicia y de no repetición, no sean sólo discursos. Requerimos que haya sinceridad e igualdad, y que no se olvide, que haya memoria para que así exista el perdón, que no es lo mismo que impunidad, pues tiene que ver con una relación entre víctima y victimario, con justicia restaurativa.
Sabemos que a muchos escandaliza el perdón, y creemos que es un acto personalísimo de cada víctima. Lo que debe estar más allá de cualquier debate es la urgencia de cambiar el enfoque de seguridad. Que importe más el desarrollo de la persona. Reducir tazas de homicidio, sí, pero también aumentar la taza de inserción académica y laboral. Sólo así podremos empezar, en serio, a hablar de paz.
Saskia Niño de Rivera y Manuel López San Martín
abril de 2022
Índice
Prólogo
El secuestro en México y la cruda realidad de un México destrozado
Reflexión
El valor/dolor de las víctimas
Conclusión
Necesitamos un modelo nuevo de justicia
Prólogo
El secuestro en México y la cruda realidad
de un México destrozado
Escuchar la voz, la historia, el porqué y el cómo de un secuestrador y de una víctima es una de las mejores formas de entender uno de los delitos que más lacera, que mayor daño causa y que más secuelas deja. Secuelas permanentes en las víctimas y en la sociedad.
Son los contextos y realidades los que nos pueden aproximar a los hombres y mujeres de carne y hueso, reales, que han hecho del secuestro su forma de vida. Son las historias de las víctimas, de su cautiverio y de los daños irreversibles que marcan con dolor su vida por este delito. Atrevernos a escuchar estas historias nos lleva a entender la crueldad que hay detrás de este terrible delito que aterroriza a una sociedad entera. Pero queremos insistir: un delito tiene una historia de vida detrás del secuestrador y su víctima: ¿Cómo vivió el delincuente? ¿Cómo fue su niñez, su familia, su ambiente cotidiano? ¿Qué sucesos soportó la víctima, qué marcas quedaron en su cuerpo y en su memoria?
“Odia el delito y compadece al delincuente” es una frase que tenemos como bandera desde hace una década, los mismos años que Saskia tiene ingresando a las cárceles del país, y que Manuel ha hecho suya también, al comunicar hechos atroces en los diversos medios de comunicación donde tiene la titularidad y la responsabilidad de informar con veracidad. Resulta de vital importancia entender que tenemos que separar el acto delictivo de la persona, no para deslindar la responsabilidad, sino para entender la raíz de lo que, como sociedad, hemos construido de forma errónea hasta convertirnos en la cuna de actos delictivos como el secuestro. Al ser más conscientes y estar más informados de cómo se dan estos delitos podremos negarnos a cometerlos, entender las circunstancias sociales, denunciarlos y apostar por la construcción de un México en paz.
Entender, analizar y perfilar al secuestrador es la base para prevenir este delito que durante tantos años ha cimbrado al país y cuya comisión no se detiene. Escuchar las historias de las y los sobrevivientes de secuestro es volver a humanizarnos como sociedad y entender que los delitos tienen gran impacto dentro de nuestras comunidades y van más allá de una cifra que podamos comparar mes a mes. Un caso de secuestro es suficiente para romper la esperanza de una sociedad entera, por su crueldad y violencia, por sus consecuencias terribles y a veces mortales. Las cifras del día a día nos dan una percepción de inseguridad o seguridad, pero las historias de lo vivido por quienes hoy están para contar sus experiencias como víctimas reflejan un dolor que tendría que estremecer en lo más profundo, pues pone en riesgo los cimientos de cualquier sociedad: el contrato social.