Filosofía del entendimiento
Andrés Bello
Introducción y edición de
José Gaos
Edición conmemorativa 70 Aniversario, 2006
Primera edición del FCE, 1948
Primera edición electrónica, 2013
D. R. © 2006, Fondo de Cultura Económica
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ISBN 978-607-16-1378-3
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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
1
L A FILOSOFÍA DEL ENTENDIMIENTO SE PUBLICÓ EN 1881, PÓSTUMA—el autor había muerto en 1865—, integrando el primer volumen de las Obras completas cuya edición decretó el Congreso y aprobó y sancionó el Ejecutivo de Chile, “en recompensa a los servicios prestados al país por el señor don Andrés Bello, como escritor, profesor y codificador”.
El volumen lleva un prólogo firmado por “el editor”“mérito intrínseco” de la obra, que empezó por afirmar. “La parte más importante de la Filosofía del entendimiento es la psicología mental. En efecto, rara vez se ha dirigido una mirada más poderosa y penetrante a los fenómenos de la conciencia; rara vez se ha hecho un análisis más profundo y delicado de la sensación y de la percepción de las relaciones; y rara vez, por fin, se han aplicado a las arduas cuestiones metafísicas una inteligencia más nutrida y desocupada, tan buena voluntad y tan acendrado amor a lo verdadero.” El pasaje del apéndice sobre el ser supremo y sus atributos que comienza “Dios es el nombre adorable de la causa primera” y termina: “¿Y qué diremos de los intensos, de los esquisitos (sic) placeres de la inteligencia, de la imaginación, de las afecciones morales?” Le parece al Editor “una página digna de Malebranche o de Fénelon”—aunque “sin el principio de causalidad es sólo un encadenamiento de frases sonoras, vacías de sentido”. Mas “a pesar de los defectos que hemos notado, por su importancia, y en su género, es la primera que se ha publicado en Chile y aun en toda la América”. El Editor da, en fin, esta parca noticia sobre el origen y extensión de la obra: “El señor Bello se propuso escribir un texto que sirviera para la asignatura del ramo en el Instituto Nacional; mas el estudio que hizo sobre las diversas materias filosóficas lo llevó demasiado lejos y escribió una obra magistral por la importancia de las cuestiones que se propone y la profundidad con que las trata. Divide la filosofía en filosofía del entendimiento, que comprende la psicología mental y la lógica, y en filosofía moral, que la componen la psicología moral y la ética. Sólo ha dejado escrita la primera, la filosofía del entendimiento, esto es, la psicología mental y la lógica.”
En 1893, en su Antología de poetas hispano-americanos, hace Menéndez y Pelayo la siguiente semblanza del Bello filósofo. “Bello fue filósofo: poco metafísico, ciertamente, y prevenido en demasía contra las que llamaba quimeras ontológicas, de las cuales le apartaban de consuno el sentido de la realidad concreta, en él muy poderoso, su temprana afición a las ciencias experimentales, la estrecha familiaridad
El lector habrá advertido las coincidencias entre el prólogo del Editor y la anterior semblanza, y hasta se las habrá explicado por la deposición filosófica entre los autores.
“En español hay dos extensos libros sobre Bello, uno de Miguel Luis Amunátegui (Don Andrés Bello, Santiago de Chile, 1882), el otro de Eugenio Orrego Vicuña (Don Andrés Bello, Santiago de Chile, 1935). Los mejores estudios críticos de su obra son los de Miguel Antonio Caro, prefacio a un volumen de sus Poesías (Madrid, 1881), y Marcelino Menéndez y Pelayo en el primer volumen de la Historia
Orrego Vicuña hace un conciso relato de la formación filosófica de Bello. “Puede afirmarse que las disciplinas de este orden le atrajeron desde temprano. En su mocedad, en Caracas, estudió con don Rafael Escalona la doctrina peripatética, llegando a ser un maestro consumado en punto a raciocinio. Durante su estada en Inglaterra cultivó a los filósofos ingleses y se impregnó de sus teorías, y años más tarde, en Chile, abrió un curso en su propia casa, siéndole familiar la filosofía francesa y española. En Londres estudió las teorías de Stewart, Herschell, Reid, Brown, Locke, Berkeley. Examinó a fondo todas las escuelas y llegó a conclusiones en cierto modo personales sobre algunas materias, haciéndose especialmente fuerte en psicología.” Sigue una referencia igualmente concisa a la producción filosófica de Bello en general: “Con el rico bagaje adquirido hizo del campo filosófico, terreno en que se sentía firme, una de sus especialidades, y escribió no pocos estudios críticos, entre los más notables de los cuales figuran los que consagró al Curso de filosofía moderna de don Ramón Briceño, a la Filosofía fundamental de Balmes, al Curso completo de filosofía de Rattier, amén de unos “Apuntes sobre la teoría de los sentimientos morales” de Mr. Jouffroy, publicados en El Araucano en los años de 1946-1947 y de diez artículos de índole filosófica, insertados en El Crepúsculo, revista de la época.” Y viene lo siguiente sobre la Filosofía del entendimiento: “Empero su obra máxima en aquella rama filosófica, publicada después de su muerte, es la Filosofía del entendimiento. En este tratado de importancia considerable bajo muchos aspectos, estudió la psicología mental y la lógica, siendo tales las materias que abarcan las dos secciones en que se
Hay otro libro de conjunto sobre Bello, el más reciente de que tengo noticia. He aquí todo lo que en él se encuentra sobre el Bello filósofo: “En esos años postreros dio cima a una obra que sólo se pudo publicar después, la Filosofía del entendimiento. En ella sigue, y a la manera ecléctica suya, las doctrinas de la llamada escuela filosófica escocesa. Pero si encuentra que las doctrinas psicológicas de Locke o de Stuart Mill no están muy ajustadas a la razón, las abandona y sigue el parecer de otros filósofos, aunque profesen ideas diferentes, como ocurrió con Cousin y con Balmes. Este notable libro, que sigue siendo uno de los aportes del pensamiento americano a la filosofía, revela que la mente de su autor se mantuvo despejadísima hasta el fin. No podemos espaciarnos por el inmenso campo de la psicología, ni discutir ahora el valor que tienen las afirmaciones
En los últimos lustros han venido a pulular, en los países de lengua española al menos, las antologías. No podían faltar las de Bello, y así existen dos, recientes, debidas a sendos escritores muy distinguidos. La una es la de don Gabriel Méndez Plancarte, la otra la de don Germán Arciniegas.
Dada la parvedad con que se refieren al filósofo obras que tienen por objeto exclusivamente a Bello, resultan de no inferior amplitud las referencias que se hallan en otras de asunto más general. Hay, que yo sepa, una sola Historia del pensamiento en los países ibero-americanos, el “apéndice”