YOLANDA ARENCIBIA
Galdos. Una biografia
Tusquets Editores
Sinopsis
Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 1843-Madrid, 1920) sigue siendo en gran medida un escritor mal conocido, cuyo genio, a los cien años de su muerte, no termina de ser apreciado a la altura que merece. Galdós. Una biografía consigue reconstruir de forma magistral la extensa andadura literaria del autor canario, al tiempo que lo sitúa en su complejo contexto histórico, político y social. El Galdós republicano, regeneracionista y feminista adelantado, despreciado por los reaccionarios pero aclamado por innumerables lectores ya en su tiempo, a la par que como ejemplo destacado de una España de estirpe cervantina, liberal y de espíritu progresista.
©2020, Arencibia, Yolanda
©2020, Tusquets Editores
Colección: Tiempo de Memoria
ISBN: 9788490668207
Generado con: QualityEbook v0.87
Generado el 17/06/2020
Una biografía
En enero de 2020, un jurado presidido por José Álvarez Junco e integrado por Miguel Ángel Aguilar, Francesc de Carreras, José María Ridao y, en representación de Tusquets Editores, Josep María Ventosa, acordó por mayoría conceder a esta obra de Yolanda Arencibia el XXXII Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias.
A Alfonso Armas
A Germán Gullón
A los míos, que son muchos
AGRADECIMIENTOS
L A BIOGRAFÍA de Pérez Galdós que el lector tiene en sus manos es un modo de homenaje al creador que ha llenado gran parte de mi vida profesional. Galdós fue vecino mío del barrio de Triana de Las Palmas, aunque la zona en que vivo no existía como urbana en su tiempo.
He tenido la doble suerte de ser investigadora universitaria y de haber contado con maestros que me encaminaron hacia el galdosismo cuando iniciaba mis pasos profesionales y en mi ignorancia creía que sobre Benito Pérez Galdós «ya se había dicho todo». El trabajo de mi tesis doctoral me introdujo en la indagación de los textos de Galdós; y el creador, su personalidad y su mundo se apoderaron de mí para siempre. Estábamos en 1982.
Ha de ser esta biografía un homenaje, además, a los maestros que me han puesto en condiciones de atreverme a redactarla. En primer lugar, a los que me introdujeron en el galdosismo, ausentes ya: Alfonso Armas, Sebastián de la Nuez, Manuel Alvar, Alberto Navarro, Francisco Ynduráin, Manuel Hernández, José Pérez Vidal, F.C. Sáinz de Robles... Y a los que empezaron a acercarse a la Casa-Museo del escritor y abrieron mi horizonte al galdosismo internacional: Ricardo Gullón, Rodolfo Cardona, Joaquín Casalduero, Josette Blanquat, Vernon Chamberlin, Stephen Gilman, Geoffrey Ribbans, Stephen Miller, Leonardo Romero, Francisco Caudet, Jean-François Botrel..., tantos, tantos.
Enseguida —y entretanto— fui recibiendo lecciones impagables de maestros en saberes y actitudes: M. Pilar Palomo puede representar a todos los que ahora no acertaría a nombrar sin olvidar alguno. Y «desde la noche de los tiempos», estuvo en mi horizonte galdosiano para ayudarme a aprender Germán Gullón, maestro y amigo.
Por último, este trabajo quiere también servir de homenaje a los compañeros con quienes empecé a «galdosionear»: M. Prado Escobar, Ángeles Acosta, M. Isabel García Bolta, Alicia del Río, Gerardo Morales, Isabel Bethencourth. Me siento en parte una sobreviviente.
Y a Rosa María Quintana, con quien tuve la suerte de formar un equipo formidable en la Casa-Museo Pérez Galdós. Y al resto del personal pasado y presente de ese Museo: esa Casa ha sido siempre mi casa y ellos mi familia.
Y a mis galdosianos de la patria chica canaria, a quienes he tenido presente en muchas puntualizaciones (en forma de notas o no) que seguramente parecerán innecesarias a otro lector.
Con todas esas ayudas, he escrito esta biografía.
Así como, al nacer nosotros, encontramos la música de Mozart, las fachadas de Manhattan o la poesía insondable de Vallejo junto a las dádivas de la naturaleza generosa, es elegante, es honrado y es de agradecidos esforzarse por añadir, antes de la hora postrera, algo valioso al mundo, grande o pequeño, o al menos intentarlo exentos de la vanidad pueril de perpetuar nuestro nombre en labios posteriores al cupo de días que nos fue otorgado. Aprendamos de las amapolas que alegran la breve jornada con su sencilla condición de amapolas.
Fernando Aramburu, Autorretrato sin mí
Compréndame Vd., por los clavos de Cristo, que apura el tiempo. Yo necesito saber de Vd. algo más...
Carta 70 de Leopoldo Alas, julio de 1888
Prólogo
La biografía que el lector tiene en sus manos aplica el axioma «El hombre es la obra» al escritor Benito Pérez Galdós, el gigante que vivió en España cincuenta y siete años del siglo XIX y dos décadas más del XX, y que, partiendo de la nada (ni familia de prosapia, ni gran fortuna), llegó a ser unos de los mejores escritores europeos de su tiempo.
Para ello me he propuesto seguir en directo los pasos del individuo Pérez Galdós, combinando los contextos personales, históricos y sociales que condicionaron su personalidad y determinaron la construcción de su obra, un universo de creación auténtico, fruto del resultado de un programa artístico que las circunstancias fueron ajustando.
Esta biografía aspira a mejorar el conocimiento de las circunstancias del escritor, para que se entiendan con más profundidad sus ideas y sus compromisos con la vida y con la literatura, y para que se aprecie mejor el significado de su obra. Porque Galdós sigue siendo poco y mal conocido. Se desgranan los títulos de sus novelas (con admiración, casi siempre; a veces solo de oídas), se repiten datos elementales de su vida (algunos se repiten mal), se recuerdan varios de sus argumentos..., pero no acaba de entenderse su personalidad, ni de apreciarse la altura de su genio.
Fue Galdós uno de esos seres singulares que la providencia deja caer en el mundo muy de vez en cuando, como simiente excepcional con capacidad de generar el abono adecuado. Abrió los ojos a la vida en la ciudad recoleta de una provincia canaria muy alejada, expectante, más cercana —por ultramarina— a los ecos que llegaban de Europa o de las colonias españolas en América, que a los que venían de la metrópoli española. Recibió allí la formación primera mientras alongaba su mirada al mundo a través de experiencias familiares, de lecturas clásicas y de reflexiones sobre la actualidad social y política que escuchaba aquí y allá, a veces en voces de idiomas diferentes. Pronto amplió su centro vital a Madrid y no tardó en expandir su mirada intelectual hasta Europa: París, su arte, sus ideas, su literatura; y, tras Francia, enseguida Inglaterra, Italia, Alemania, Dinamarca, Rusia... Suponía pisar geografías cuya literatura y cuyo pensamiento intelectual conocía y admiraba. Suponía añadir experiencias directas al incipiente cosmopolitismo que había respirado en la provincia lejana.
Su tiempo histórico fue intenso. Nadie lo resume como él mismo lo hizo en el capítulo V de Amadeo I: «Corrió el tiempo arrastrando sucesos públicos y privados; se fue don Amadeo; salió por escotillón la República, feneció esta, dejando el paso a la Restauración... Reinó Alfonso XII; pasó a mejor vida. Tuvimos Regencia larga; se fueron de paseo las colonias y entraron a comer manadas de frailes y monjas... El niño Alfonso XIII fue hombre; reinó, casó... Vino lo que vino: agitación de partidos, inquietud social, prurito de libertad, alerta de republicanos, guerra con moros, semanas de fuego y sangre... Pues en tan largo estirón de la Historia...» —añado— transcurrió la mayor parte de su vida, que vivió en Madrid sin dejar de ser nunca un explorador curioso de cualquier rincón de España y que complementó con «el lugar elegido» de Santander.