Estoy en deuda con tantas personas que aquí no es posible expresar más que un breve agradecimiento. Estoy agradecido, en primer lugar y de modo perdurable, a Ibrahim Abu Nab, de Ammán. Traductor, periodista y cineasta de talento, Ibrahim me abrió su corazón y su casa cuando lo visité en la década de 1980. Pasamos largas veladas leyendo, discutiendo y traduciendo el Noble Corán. He sacado mucho provecho de su comprensión de Un Libro de Signos (el Corán es al mismo tiempo el Noble Corán y Un Libro de Signos; véase más adelante, pp. 21 y 27-28) y su veneración por el origen divino del mismo. Honro su memoria dedicándole este libro.
En varios capítulos he utilizado algunas de las traducciones de Shawkat Toorawa, que se han difundido por canales privados. Le agradezco que me haya autorizado tanto a citar sus versiones llenas de lirismo como a modificarlas ligeramente en esta biografía de Un Libro de Signos. Estoy igualmente agradecido a cinco ex alumnos míos, Rick Colby, Jamillah Karim, Scott Kugle, Rob Rozehnal y Omid Safi, por su extraordinaria intuición en la tarea de dar forma y rehacer este texto. Doy especialmente las gracias a mi colega Ebrahim Moosa, que leyó la totalidad del manuscrito con corazón de creyente y mirada de crítico. Mi compañera de vida, Miriam Cooke, hizo tanto que nada que pueda decir yo será suficiente. Recurro a Rumi: citando la sentencia del Profeta, Maulana —como también se lo conocía— comentó una vez que «las mujeres dominan por completo a los hombres de intelecto y poseedores de corazón». ¡Que este libro se beneficie de ello!
Nota sobre las traducciones del Corán
Cuando se trata del Corán, las notas sobre sus traducciones son tan necesarias como inútiles. Ninguna traducción al inglés resulta satisfactoria por sí sola. La más fiel es la de Thomas Cleary, The Qur’an: A New Translation, Starlatch Press, Chicago, 2004, citada o parafraseada con frecuencia en el presente libro. Completa su obra anterior y más resumida, The Essential Koran, HarperSanFrancisco, San Francisco, 1994, que tal vez algunas personas sigan prefiriendo, aunque solo sea porque, a diferencia de la traducción de 2004, ofrece una introducción y un comentario parcial. Las traducciones inglesas más satisfactorias con comentarios o aparato crítico son las de A. J. Arberry, The Koran Interpreted, Macmillan, Nueva York, 1955, y M. A. S. Abdel Haleem, The Qur’an: A New Translation, Oxford University Press, Oxford, 2004. Para quienes deseen una traducción inglesa acompañada del original árabe para compararla con él, Ahmed Ali ofrece Al-Qur’an: A Contemporary Translation, Princeton University Press, Princeton, 1988.
El Corán es inabarcable incluso para los esfuerzos de los traductores más expertos y entregados. Hay que oírlo para apreciar sus cadencias árabes, sus ritmos inefables, sus escalas calibradas. Las recitaciones parciales más asequibles pueden hallarse en el CD de audio que acompaña al original y evocador estudio de Michael Sells, Approaching the Qur’an: the Early Revelations, White Cloud Press, Ashland, Oregón, 1999.
Para una introducción, obra de un autor musulmán, a los elementos de las interpretaciones tradicional y progresista del Corán, puede consultarse Farid Esack, The Qur’an: A Short Introduction, Oneworld Publications, Oxford, 2002. En cuanto al deleite y los dilemas que comporta impartir enseñanzas sobre el Corán en la universidad europea o norteamericana contemporánea, véase Jane D. McAuliffe, «Disparity and Context: Teaching Quranic Studies in North America», en Brannon M. Wheeler, ed., Teaching Islam, Oxford University Press, Oxford, 2003, pp. 94-107.
Jane D. McAuliffe es también la directora de la que, por lo menos durante los próximos cincuenta años, será la principal obra de referencia en inglés sobre el Corán: Encyclopaedia of the Qur’an, E. J. Brill, Leiden, 2001-2005. Sus cinco volúmenes suman casi 2.700 páginas, e incluyen referencias cruzadas exhaustivas, así como algunas ilustraciones en el volumen 2.
N OTA SOBRE LAS TRANSLITERACIONES
Hay varios modos de trasladar al castellano las palabras árabes, aunque ninguno de ellos puede considerarse normativo. En esta traducción, se han combinado formas «castellanizadas» (como hach frente a hâyy), con otras que recuerdan las formas árabes pero con pronunciación sencilla en castellano (como yihad).
Introducción
El Corán revela elementos clave sobre sí mismo. Determinados versículos aclaran el significado de su nombre, la afirmación del islam como religión verdadera y la prioridad de la paz.
1. El término «Corán» significa recitación:
Lo hemos hecho descender con la Verdad y con la Verdad ha descendido. No te [Mahoma] hemos enviado sino como nuncio de buenas nuevas y como monitor.
Es una Recitación [Corán] que hemos dividido para que la recites a la gente reposadamente. La hemos hecho descender mediante [sucesivas] revelaciones. (17, 105-106)
2. El islam es la religión verdadera:
La verdadera Religión, para Dios, es el islam. (3, 19)
Si alguien desea una religión diferente del islam, no se le aceptará. (3, 85)
Hoy os he completado vuestra religión, he perfeccionado Mi gracia en vosotros y Me satisface que el islam sea vuestra religión. (5, 5)
Dios abre al islam el pecho de aquel a quien Él quiere dirigir. (6, 125)
Finalmente, en una pregunta retórica:
¿Acaso aquel cuyo pecho Dios ha abierto al islam no camina erguido bajo la luz de su Señor? (39, 24)
Dado que la palabra «islam» significa «devoción» o «sumisión completa» (a Dios), la pregunta retórica del último versículo establece el deber fundamental que corresponde a todo musulmán: «Caminar erguido bajo la luz de su Señor».