Agradecimientos
Las horas del alba, durante las cuales se escribió este libro, fueron horas de silencio, soledad meditativa, y fueron también la experiencia de un viaje, más allá del tiempo y el espacio, hacia el corazón, hacia la esencia de la búsqueda espiritual y la iniciación en el sentido. Momentos de plenitud, y a menudo de lágrimas; momentos de contemplación y de vulnerabilidad. Lo necesitaba.
Con el paso del tiempo y a medida que escribía, la lista de mujeres y hombres que hicieron posible completar este proyecto se hizo más larga. Estoy casi seguro de que algunos de estos nombres cruciales se me escapan, aunque eso no disminuye de ningún modo la importancia de su presencia y su contribución. Otros no aparecen, bien por discreción, bien por otras razones, para permanecer en el anonimato; lo comprendo, y mi corazón les da las gracias, más allá de estas páginas, con el afecto y gratitud que ellos saben que les dispenso.
Quiero dar las gracias en primer lugar a Faris Kermani y Neil Cameron, que hace dos años me pidieron que presentara un film, Tras los pasos del profeta Muhammad, para un canal de televisión británico. Lamentablemente, ciertas consideraciones políticas (dos gobiernos árabes me habían prohibido entrar en su territorio) hicieron imposible el proyecto. Decidí entonces hacer algo enteramente diferente y escribir una biografía del profeta Muhammad, procurando arrojar luz sobre las enseñanzas espirituales y contemporáneas de la vida del último profeta. Muchas personas a mi alrededor me animaron a realizar esta obra. Estoy en deuda con Imán, Maryam, Sami, Moussa y Najma por su apoyo y acompañamiento constante, y con mi madre por algunas ideas originales que surgieron de forma eventual en nuestras discusiones. Quisiera dar las gracias muy efusivamente a Cynthia Read, de Oxford University Press (Nueva York), por su permanente entusiasmo, fe y humanidad. En sus colaboradores de Oxford encontré también personas amables y atentas. Joseph Vebret y Jean-Daniel Belfond han sido a la vez estimulantes, fieles y particularmente benevolentes: les debo mi reconocimiento por esa determinación para luchar contra los falsos procesos, los simplismos y los ataques indirectos e injustos contra la libertad de expresión. Gracias por tal «temeridad» en estos tiempos difíciles, e igualmente a su colaboradora Sandrine… por su siempre cálida amabilidad.
Durante este año académico, mi trabajo ha estado acompañado por la presencia de Gwen Griffith-Dickson y Vicky Mohammed, de la Lokahi Foundation, con sede en Londres. En el Saint Antony’s College, Universidad de Oxford, Walter Armbrust y Eugène Rogan (Middle East Center), así como Timothy Garton Ash y Kalypso Nicolaidis (European Studies Center), me permitieron también terminar este trabajo en condiciones óptimas mediante su apoyo académico y su amistad. No olvido a Polly Friedhoff (que ahora goza de una muy merecida jubilación), Franca Potts y Collette Caffrey, que se han mostrado serviciales en todo momento. A todos ellos, y a todas esas mujeres y hombres que me han rodeado con su reconocimiento y su discreto respaldo, quiero expresarles aquí mi gratitud más profunda.
Está, por supuesto, Yasmina Dif, mi ayudante, que dirige mi oficina europea de manera tan afectuosa y eficaz. Muchas gracias a ella por todo. Shelina Merani, en Canadá, que asumió el difícil trabajo con corazón y fraternidad. Muña Ali, que vive en Estados Unidos, ha sido más que una ayudante, pues ha leído, comentado y compartido fiel y seriamente muchas ideas. Claude Dabbak tradujo este libro al inglés y, con gran humildad, no dejó nunca de poner su saber al servicio de las correcciones necesarias. Este libro no se habría podido concluir sin la colaboración de este equipo, al tiempo fraternal, exigente y abnegado. Con todo mi corazón les agradezco que hayan estado conmigo en este viaje y hayan hecho posible que avanzáramos juntos, en Su luz, contra viento y marea.
Mi agradecimiento final y mi última oración se dirige al Único, el Más Cercano; que él acepte y reciba esta vida del Profeta, que me perdone sus posibles errores o insuficiencias —debidos solo a mí— y que permita que sea un pequeño punto de referencia en la empresa humana del entendimiento y la reconciliación: con uno mismo, con los otros, con su amor. Diariamente aprendo que la búsqueda de la humildad no puede justificar ningún fallo en las exigencias espirituales ni en la probidad intelectual.
Para mí, este libro ha sido una iniciación. Ruego al Misericordioso (ar-Rahmân) que lo pueda ser también para otros. Largo es el camino del exilio que lleva a uno mismo…
Introducción
Existen ya innumerables biografías del Profeta del Islam. De las fuentes clásicas (como las obras de Ibn Ishâq e Ibn Hishâm) a los relatos más recientes de la vida del Enviado de Dios (Sîra ar-Rasûl), pasando por otras conocidas obras de estudiosos musulmanes a lo largo de la historia, parece que todo se ha dicho y repetido ya una y otra vez, y que, necesariamente, el tema debería haberse agotado. ¿Por qué, entonces, emprender un enésimo intento?
Esta biografía no trata de competir con las fuentes clásicas (que, de hecho, le han proporcionado su material básico), aportar novedades en la exposición de los hechos ni ofrecer tampoco una reinterpretación original y revolucionaria de la historia de la profecía y su contexto. Los objetivos de este estudio son mucho más modestos, aunque esto no signifique que sean por ello más fáciles de alcanzar.
El Profeta del Islam ocupa un lugar particular en la vida y conciencia de los musulmanes de ayer y de hoy. Según estos, recibió y transmitió el último libro revelado, el Corán, que insiste repetidamente en la posición eminente y singular del Enviado de Dios, al mismo tiempo profeta, anunciador, modelo y guía. Fue solamente un hombre, pero actuó para transformar el mundo a la luz de la Revelación y las inspiraciones que recibía de Dios, su Educador (ar-Rabb), y es esta humanidad asumida, elegida e inspirada, lo que hace de Muhammad un ejemplo y una guía para los fieles musulmanes.
Los musulmanes no consideran al Mensajero del Islam un mediador entre Dios y los seres humanos. Cada persona es invitada a dirigirse directamente a Dios, y aunque a veces el Enviado lo invocara en nombre de su comunidad, a menudo insistió en la responsabilidad fundamental de cada creyente en su diálogo y relación con el Único. Muhammad simplemente recuerda a los fieles la presencia de Dios: los inicia en su conocimiento y revela la senda iniciática de la espiritualidad. Enseña a sus compañeros y a su comunidad que deben transcender el respeto y el amor que tienen por él mediante la adoración y el amor que deben ofrecer y pedir al Único, que no engendra y no es engendrado.
A quienes, durante su vida, querían milagros y pruebas tangibles de su carácter profético, la Revelación le ordenó que respondiera: «Soy solo un hombre como vosotros a quien le ha sido revelado que vuestro Dios es un Único Dios». Son estas dos dimensiones —la humanidad del hombre y la ejemplaridad del Profeta— las que centran nuestro interés en esta biografía.
Esta no consistirá en un relato detallado de los hechos históricos, las grandes gestas o las guerras famosas. Las biografías clásicas del Mensajero dan abundante información sobre estos temas, y no vemos ningún provecho en tratar de ello de manera exhaustiva. Nuestra atención se centra principalmente en las situaciones, actitudes o palabras que, a lo largo de la historia de su vida, pudieran revelar la personalidad de Muhammad y en lo que hoy pueden enseñarnos y transmitirnos. Cuando a ’Aishah, su esposa, le preguntaron en una ocasión por la personalidad del Profeta, respondió: «Su carácter [la ética subyacente en su conducta] era el Corán». Puesto que el Libro se dirige a la conciencia creyente a través de los tiempos, parecía esencial fijarse especialmente en cómo aquel que mejor lo encarnó en su comportamiento podía «hablarnos», guiarnos y educarnos a nosotros, los seres humanos de hoy.