D. H. Lawrence - El amor es la felicidad del mundo
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- Libro:El amor es la felicidad del mundo
- Autor:
- Editor:ePubLibre
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- Año:1934
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El amor es la felicidad del mundo: resumen, descripción y anotación
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del mundo
Aunque Reflections on the death of a porcupine and other essays [Reflexiones sobre la muerte de un puercoespín y otros ensayos] se publicó por primera vez en 1934, cuando su autor ya había fallecido, respondía a la voluntad y al orden que el propio David Herbert Lawrence fijó para que se recogiera en forma de libro aquello que, entre su producción ensayística de madurez, consideraba lo más destacado.
En estos textos, compuestos en el primer tercio del siglo XX, Lawrence muestra la maestría de su pluma y lo insobornable de sus planteamientos. En ellos levanta acta del mundo de entreguerras y, lejos de conformarse con emitir un canto a mitad de camino entre la nostalgia y el Apocalipsis, ofrece la propuesta que se espera de todo gran artista: no solo lo preclaro de su pensamiento, sino lo impagable de una auténtica visión.
Otros autores de la generación de Lawrence, como el poeta irlandés W. B. Yeats, se vieron en una encrucijada histórica similar y también respondieron ante ella con su obra. En el caso del novelista inglés, estos ensayos son menos conocidos que sus novelas, y menos también que los dedicados a sus viajes o a la literatura anglosajona, pero con la perspectiva que dan los años, nos parecen hoy más comprometidos con la necesidad de buscar una verdad ética y estética ante el desplome de la realidad histórica. Un latido los recorre y los vuelve actuales: la búsqueda de un sentido y una religación del ser humano con sí mismo y con el mundo natural, la creencia en una sociedad futura más humana, el afán de dar con lo más radical de la existencia.
Los seis ensayos escogidos para el presente volumen —de entre los veintitrés que incluía la edición original inglesa— brindan una revisión personalísima de cuestiones universales, ya se trate de amar, de vivir la vida con conciencia y plenitud o de conocer y conocerse en el sentido más perentorio y esencial del término. Entran sin ambages en el ámbito de la filosofía, la religión y el arte. Iluminan, en fin, las sendas por las que deambula confundida la humanidad. Pero, sobre todo, el conjunto confirma a su autor como un expedicionario, uno más, en la gran aventura del conocimiento, ya que casi un siglo después, todavía seguimos preguntando y preguntándonos. Y Lawrence plantea en estos escritos su propio racimo de respuestas.
Título original: «Love». «Life». «The Proper Study». «On Human Destiny». «On Being a Man». «Books»
D. H. Lawrence, 1934
Traducción: Carlos Jiménez Arribas
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
[1] «Love», publicado por primera vez en English Review 26, pp. 29-35, enero de 1918. (Todas las notas son del traductor).
[2] Robert Louis Stevenson, Virginibus Puerisque.
[3] San Mateo, 19, 19.
[4] «Life», publicado por primera vez en English Review 26, pp. 122-126, febrero de 1918.
[5] «The Proper Study», publicado por primera vez en Adelphi 1, pp. 584-590, diciembre de 1923.
[6] Alexander Pope, Ensayo sobre el hombre, II, 1-2.
[7] San Mateo, 19, 19; y Levítico, 19, 18.
[8] Atribuido por Platón a los siete sabios, Protágoras, 343.
[9] Alusión a la obra de teatro de John Millington Synge El farsante del mundo occidental.
[10] «On Human Destiny», publicado por primera vez en Adelphi 1, pp. 882-891, marzo de 1924.
[11] En la obra de teatro de W. B. Yeats The Hour Glass, el personaje del Tonto, creyente y visionario, se opone al Sabio, ateo y escéptico.
[12] Alusiones al distinto tono moral de, respectivamente, el príncipe Alberto, marido de la reina Victoria, y su hijo, Eduardo VII. La era georgiana abarca el reinado del sucesor de este último: Jorge V (1910-1936).
[13] «On Being a Man», publicado por primera vez en Vanity Fair 23, pp. 33-34, junio de 1924.
[14] El Cenotafio, erigido en Londres en honor de los caídos en la Primera Guerra Mundial.
[15] «Books», publicado por primera vez en Reflections on the death of a porcupine and other essays, 1934.
[16] Novelas de Charles Dickens y Thomas Hardy, respectivamente.
Los seis reveladores ensayos recogidos en el presente volumen, compuestos durante el primer tercio del siglo XX, brindan la siempre personalísima visión de su autor sobre cuestiones universales, ya se trate de amar, de vivir la vida con conciencia y plenitud o de conocer y conocerse en el sentido más esencial del término; textos que se adentran sin ambages en el ámbito de la filosofía, la religión y el arte, que a la par plantean su propio abanico de respuestas, iluminan las sendas por las que deambula la confundida humanidad.
D. H. Lawrence
Siruela. Biblioteca de ensayo - Serie menor - 63
ePub r1.3
Titivillus 25.09.2019
El amor es la felicidad del mundo. Pero la felicidad no es todo lo que nos colma.
El amor es una confluencia. Pero no puede haber confluencia sin la correspondiente separación. En el amor, todas las cosas confluyen en unidad de gozo y alabanza. Pero no se unirían si antes no estuvieran separadas. Y después de cerrarse el círculo completo de su unidad, no pueden ir más allá en el amor. El movimiento del amor, como la marea, se completa de este modo; tiene que haber un flujo y un reflujo.
De tal modo que la confluencia depende de la separación; la sístole depende de la diástole; el flujo depende del reflujo. No puede haber nunca un amor universal e inquebrantable. No puede haber marea alta en todo el planeta al mismo tiempo. No existe ni existirá nunca el reino irrefutable del amor.
Porque el amor es en puridad un viaje. «Mejor viajar que llegar a puerto», dijo alguien. En eso se basa la descreencia. Es una creencia en el amor absoluto, olvidando que el amor es por naturaleza relativo. Es una creencia en los medios, pero no en el fin. Es ésta en realidad una creencia en la fuerza, ya que el amor es una fuerza unificadora.
¿Cómo se puede creer en la fuerza? La fuerza es instrumental y funcional, no es ni un inicio ni un final. Viajamos para llegar a puerto, no viajamos por viajar. Esta forma de viajar es, cuanto menos, pura futilidad. Viajamos para llegar a puerto.
Y el amor es un viaje, un movimiento, una acelerada confluencia. El amor es la fuerza de la creación. Pero toda fuerza, ya sea espiritual o física, tiene su polaridad, su polo positivo y su polo negativo. Todo lo que cae, cae por gravitación a la Tierra. ¿Y acaso la Tierra, mediante el movimiento opuesto a la gravitación, no ha expulsado lejos de sí a la Luna y la ha mantenido a conveniente distancia en el firmamento por los siglos de los siglos?
Así con el amor. El amor es la acelerada gravitación de un espíritu hacia otro espíritu, y de un cuerpo hacia otro cuerpo, en el júbilo de la creación. Pero si todo se uniera en un lazo de amor, no habría ya amor. El triunfo del amor es el final del amor. Y por eso, para los que están enamorados del amor, viajar es mejor que llegar a puerto. Porque una vez llegados, se supera el amor, o más bien, se abarca el amor en una nueva trascendencia. La llegada es el gozo más alto después de tanto viaje.
¡El lazo de amor! ¿Hay acaso una esclavitud más alevosa que ésta? Es un intento de ponerle puertas al campo; la voluntad de detener la primavera, de no dejar que mayo se disuelva en junio, ni permitir que los pétalos del espino caigan cuando empiezan a brotar las bayas.
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