«Para dar sentido a una ciudad, hemos de saber algo acerca de las personas que viven en ella, y de la gente que la construyó. Es necesario preguntarse cómo lo hicieron y por qué.»
Una ciudad está hecha por personas. Tiene una identidad distintiva, que consiste en mucho más que una aglomeración de edificios; clima, topografía y arquitectura forman parte de lo que crea esa distinción, al igual que sus orígenes. Lo apasionante es que todos estos elementos no siempre producen los mismos resultados: muchas ciudades tienen un río, pero el Sena es único, parte esencial de lo que hace París distinto de Berlín. Hong Kong es una ciudad comercial, y también Dubái, y Hamburgo, pero son ellas mismas, inconfundibles. Cada ciudad es una experiencia única.
La mayoría de nosotros vivimos en ciudades, pero ¿sabemos qué es lo que hace que una ciudad sea una ciudad? ¿Es un lugar… o una idea? ¿Cómo debemos definir la ciudad hoy, tal y como evoluciona en el siglo XXI?
Un libro que nos ayuda a comprender por qué a menudo nos sentimos más cómodos con nuestra identidad como barceloneses, londinenses, moscovitas o mumbaienses que con nuestra identidad nacional.
Rex Features
Con una población lo bastante pequeña para caber entera en el tercio inferior de un rascacielos de Nueva York, Hope, en Arkansas, es una ciudad solo de nombre. Aun así, fue el lugar donde nació un presidente de Estados Unidos, Bill Clinton.
«Ciudad» es una palabra que puede describir casi cualquier cosa. Un pequeño asentamiento en el Medio Oeste, con menos de 10.000 personas, y solo un sheriff para representar a la autoridad cívica, puede llamarse ciudad. También lo es Tokio, con una población que se aproxima a los 40 millones de personas, una estructura urbana basada en múltiples distritos electorales, una cámara parlamentaria, un gobernador, un gobierno local que emplea a 250.000 personas y un presupuesto multimillonario.
Si cualquier cosa puede definirse como ciudad, entonces la definición corre el riesgo de no significar nada. Una ciudad la configuran personas, dentro de las fronteras de las posibilidades que esto ofrece y, por tanto, tiene una identidad distintiva, que consiste en mucho más que una aglomeración de edificios. Clima, topografía y arquitectura forman parte de lo que crea esa distinción, igual que sus orígenes. Las ciudades basadas en el comercio poseen cualidades diferentes a aquellas que tienen un origen industrial. Algunas ciudades las han construido autócratas, otras se han visto moldeadas por la religión. Algunas ciudades tienen su origen en la estrategia militar, o en el arte de gobernar.
Estos no son elementos genéricos, que produzcan siempre los mismos resultados. Muchas ciudades tienen un río, pero el Sena es único, parte esencial de lo que hace París distinto de Berlín y el Spree. Hong Kong es una ciudad comercial, y también Dubái, y Hamburgo, pero son ellas mismas, inconfundibles. No todas las características que las distinguen son positivas. Un teatro estilo «Beaux Arts» en ruinas y destrozado que ahora se usa como aparcamiento de coches forma parte específica de la identidad de una única ciudad, Detroit.
En términos materiales, una ciudad se puede definir por la manera en que su gente se une para vivir y trabajar, por su modo de gobierno, por su sistema de transportes y por el funcionamiento de su alcantarillado. Y en no menor medida por sus posibilidades económicas. Una definición de ciudad es que se trata de una máquina de creación de riqueza, que, como mínimo, hace que los pobres no sean tan pobres como eran antes. Una auténtica ciudad ofrece a sus ciudadanos la libertad de ser lo que quieren ser. La idea de lo que conforma una ciudad es más elusiva, pero es tan significativa como los datos. A solo un corto paseo de las cicatrices dejadas en el tejido de Nueva York por la destrucción de las Torres Gemelas, en una serie de vallas junto al Hudson, se han colocado las palabras de dos poetas americanos en grandes letras mayúsculas fundidas una a una en bronce. Carecen de precisión y no ofrecen prescripciones para el urbanismo, sin embargo, tienen resonancias que faltan a definiciones más materialistas de una ciudad.
El tono de Walt Whitman es el de una loa sublime:
¡Ciudad del mar! […]
¡Ciudad de muelles y almacenes… ciudad de altas fachadas de mármol y hierro!
¡Ciudad orgullosa y apasionada… vibrante, loca y caprichosa ciudad!
Faltan los dos primeros versos de Whitman, que reflejan una condición urbana todavía más importante:
¡Ciudad del mundo! (pues todas las razas están aquí,
todos los países de la tierra depositan aquí su contribución).
Y luego, un poco más allá, a orillas del río, con los nuevos rascacielos como piezas de un juego de construcción, alineados y visibles al otro lado del Hudson, Frank O’Hara es mucho más lacónico:
No hay necesidad de dejar los límites de Nueva York para encontrar todo el verdor que uno desea: no soy capaz de disfrutar ni de una simple hoja de hierba a menos que sepa que está el metro cerca, o una tienda de discos, o alguna otra señal de que la gente no lamenta totalmente la vida.
Los versos son producto de una creación de entorno (place-making) que iluminan la sombra lúgubre de lo que antes se conocía como el Centro Financiero del Mundo, que lo pagó. El artista de origen iraní Siah Armajani seleccionó los versos y diseñó su ubicación física, para crear un lugar donde los trabajadores de las oficinas pudieran tomar el sol y sentir la brisa procedente del Hudson.
Sigue sin resolverse la cuestión de si el propio World Financial Center, formado por seis edificios distintos que ocupan una superficie total de 740.000 metros cuadrados, está o no a la altura de la idea de Whitman de una ciudad. Este conjunto urbanístico resume la esencia de un cierto enfoque de la creación de ciudades en un momento determinado de la evolución de Nueva York. Este enfoque, replicado en todo el mundo, ya no es el habitual, como se ha demostrado al rebautizar el sitio. El World Financial Center sobrevivió al 11S, pero ahora se llama Brookfield Place. Deloitte, Fidelity y el Wall Street Journal tienen su cuartel general en el número 200 de Liberty Street, una torre que en la década de 1980, tal y como deseaban los promotores inmobiliarios cuando fue construida, se llamaba One World Financial Center, y Merrill Lynch está en el 250 de Vesey Street, antes conocida como Four World Financial Center.