Durante el tercio final del siglo XX, los antropólogos que muchas veces fijaban sus profundas miradas en temas antiguos de probado interés o de proximidad evidente, empezaron a distinguir el valor de la antropología urbana. Comenzó entonces la odisea y el estudio del mundo de ciudades menores y pequeños poblados, dueños todos, sin embargo, de complejas sociedades. Era claro que, ante una situación tan original, se tenía que buscar un ángulo de estudio, así como teorías y métodos de idéntica originalidad. Desde 1960 a la fecha, la antropología urbana ha ido configurándose como uno de los más vitales y pródigos campos de la antropología general.
Exploración de la ciudad ofrece una bien delineada síntesis de teorías antropológicas, clásicas y modernas, que iluminan nuestro panorama de la vida citadina real, tal como se vive o se construye. A través del presente estudio Ulf Hannerz, Director del Departamento de Antropología Social de la Universidad de Estocolmo, nos pone al corriente de esta disciplina, a la que han contribuido Max Weber, Georg Simmel y Karl Marx. Escrita más allá de los límites de la mera obra antropológica, Exploración de la ciudad abre perspectivas más amplias, como las de la historia, la sociología y la geografía unidas al desarrollo de la propia antropología urbana.
Las notas de gratitud —que inician un libro, pero que suelen ser la parte que se escribe al final— son testimonio de la única parte de una red personal y de algunas fases de la carrera de alguna persona. Pueden documentar la travesía por muchos ambientes, una serie de experiencias importantes y variedad de diálogos, en marcha o discontinuos.
Hacia el final del capítulo introductorio, esbozo algunos de los factores personales que han influido en que Exploración de la ciudad sea el tipo de libro que es, y menciono allí tres experiencias de campo: en Washington D. C., en Kafanchan, Nigeria, y en las Islas Caimán. Parece adecuado expresar primero lo que aprendí en estos lugares acerca de lo que es urbano y lo que no lo es, y luego agradecer a los amigos, conocidos e informantes, colectivamente, por cuanto hicieron para aumentar mi comprensión del tema. En algunos casos he podido distinguir individualmente a quienes más me ayudaron, o lo haré en el futuro, en otras publicaciones. Pero algunos, en virtud de la ética del trabajo de campo y la publicación, permanecerán anónimos. Es muy probable, desde luego, que para muchos de ellos resulte difícil ver los vínculos que hay entre las situaciones concretas que vivimos juntos y algunas de las nociones más abstractas de las páginas siguientes. De todas formas, las conexiones existen.
En cuanto a la vida académica, es con más frecuencia posible distinguir la influencia directa de compañeros particulares de red sobre lo que constituye este libro, aunque en algunos casos es inevitable hacer referencia a otras colectividades. La más diversa y extensa de ellas comprende a los colegas y estudiantes que han respondido a mis puntos de vista sobre la antropología urbana en muchos seminarios y conferencias en Estados Unidos, Canadá, Inglaterra y Escandinavia, y que me han permitido compartir los suyos. Quienes constituyen un grupo más compacto, aunque ahora puede muy bien estar igualmente disperso, fueron los participantes de un seminario de antropología urbana en el Departamento de Antropología de la Universidad de Pittsburgh, donde fui miembro visitante de la facultad en 1971-1972. Aunque entonces todavía no había pensado seriamente en escribir un libro sobre el tema, este seminario me ayudó a empezar a ordenar mis ideas. Leonard Plotnicov y Keith Brown, con quienes di el seminario, estaban igualmente interesados en analizar lo que consideraban característico de la vida y la antropología urbanas, dentro y fuera de la sala del seminario, y colaboraron mucho para que aquél fuera un año memorable. Espero que reconocerán en este libro muchos problemas que se expusieron por primera vez en nuestras conversaciones de Pittsburgh, ya fueran planteados por uno de ellos o por mí: debo confesar que no siempre puedo recordarlo bien.
En una etapa más tardía del desarrollo de este libro hubo otra excursión universitaria. Durante la primavera de 1976, fui becario de Investigación Simón Sénior en el Departamento de Antropología Social de la Universidad de Manchester. Dado que esto me dio la poco frecuente oportunidad de pasar un periodo más largo leyendo, pensando y escribiendo sin mayores distracciones y en un medio estimulante, agradezco sobremanera a mis colegas de entonces en Manchester el que me hayan recibido. John Comaroff, Chris Muller y Keith Hart fueron especialmente útiles como interlocutores. Puesto que el papel del departamento de Manchester ha sido tan importante en el desarrollo de los estudios urbanos antropológicos, las ventajas de aquel periodo se relacionaron con cosas tan concretas como las bibliotecas especializadas o con otras menos tangibles, pero que conformaban la sensación real de un ambiente propicio a mis preocupaciones.
Sin embargo, como es natural, ha sido en mi departamento permanente de la Universidad de Estocolmo donde he tenido las mayores oportunidades de ensayar diversas ideas a lo largo de los años en que este libro ha estado en progreso —no siempre uniforme—, y donde esta obra ha tomado forma en otros sentidos. Los seminarios sobre Antropología urbana, Información personal en las relaciones sociales, Análisis de carreras y Análisis cultural, entre 1970 y 1978, han sido especialmente fructíferos en este sentido; sus participantes constituyen otro grupo estrechamente unido, al que debo dar colectivamente las gracias. Stefan Molund, Kristina Bohman y Tomas Gerholm han leído en distintos momentos borradores de diversos capítulos y a menudo me han ayudado con sus críticas a clarificar mis presupuestos y afinar mis argumentos, y también han llamado mi atención sobre iluminadoras referencias etnográficas y de otros tipos. Un grupo de colegas, alumnos y ex alumnos de posgrado del mismo departamento —entre ellos los tres antes mencionados—, tienen también mi gratitud por haber actuado como los mejores guías que puede tener un antropólogo urbano cuando los he visitado durante las investigaciones de campo, en ciudades de tres continentes. Y cuatro concienzudos auxiliares del departamento, Kerstin Lagergren, Ulla Forsberg Fröman, Gunnel Nordström y Lena Haddad, han prestado cuidadosa atención a la mecanografía de partes y versiones del manuscrito, lo que les agradezco mucho.
Además de los grupos de redes personales de Pittsburgh, Manchester y Estocolmo, debo agradecer a algunas personas más el interés que se han tomado por este libro. A través de conversaciones o correspondencia, me han favorecido con sus puntos de vista Gerald D. Berreman respecto al capítulo I, A. L. Epstein y J. Clyde Mitchell en relación con los capítulos IV y V, Jeremy Boissevain y Alvin W. Wolfe en el capítulo V, y Erving Goffman en el capítulo VI. Un lector anónimo que leyó el manuscrito completo para la Columbia University Press hizo varias sugerencias útiles, de las cuales finalmente sólo he podido seguir algunas. Y John D. Moore, de la misma Columbia University Press, ha sido un editor muy amable, aunque la terminación del manuscrito se retrasó repetidamente.
Tal como ahora se presenta al lector, Exploración de la ciudad es un libro un tanto diferente del que en principio pensaba escribir, cuando empecé el proyecto de organizar mi concepto de la antropología urbana. Esto se debe en parte a que me di cuenta, ya después, de que el tiempo en que podía esperar terminar un volumen con el amplísimo alcance originalmente pretendido parecía cada vez más lejano, como un espejismo. Y, de todos modos, difícilmente habría cabido entre dos cubiertas: aun como aparece, Exploración de la ciudad no es una obra de reducido volumen. Es posible que encuentre otras oportunidades de ocuparme de asuntos y materiales que ahora debo dejar de lado. Pero, por supuesto, otra razón por la que el libro se ha expandido un poco aquí, y contraído otro poco allá, y ha partido en algunas direcciones que yo no había previsto inicialmente, es la continua influencia de amigos y colegas. No será, espero, el producto final de mis diálogos con ellos, ya que deseo tener a muchos de ellos en mi red personal cuando pase a otros aspectos del estudio antropológico de las ciudades.