Georges Duby & Michelle Perrot
El siglo XIX
Historia de las mujeres - 4
ePub r1.0
Titivillus 15.12.2018
Tomo 4
El siglo XIX
Bajo la dirección de Geneviève Fraisse y Michelle Perrot
Dominique Godineau
Elisabeth G. Sledziewski
Nicole Arnaud-Duc
Stéphane Michaud
Marie-Claire Hoock-Demarle
Michela de Giorgio
Jean Baubérot
Nancy L. Green
Françoise Mayeur
Anne Higonnet
Yvonne Knibiehler
Judith R. Walkowitz
Joan W. Scott
Cécile Dauphin
Anne-Marie Käppeli
Annelise Maugue
Capítulos españoles bajo la dirección de María José Rodríguez Galdo
Fausto Dopico
Mary Nash
Pilar Ballarín
Marina Mayoral
María del Carmen Simón Palmer
Eni de Mesquita Samara
Horacio Gutiérrez
Graciela Malgesini
Presentación
Georges Duby y Michelle Perrot
Cuando la editorial Laterza nos propuso trabajar en una Historia de las mujeres, aceptamos entusiasmados.
Estamos convencidos de que ha llegado el momento de presentar al gran público el balance de las investigaciones que con tanto vigor se han desarrollado en estos últimos veinte años, primero en el mundo anglosajón y más tarde en Francia, Italia y los otros países europeos.
Durante mucho tiempo, las mujeres quedaron abandonadas en la sombra de la historia. Luego comenzaron a salir de esa sombra, incluso gracias al desarrollo de la antropología, a la atención que se prestó al tema de la familia, a la afirmación de la historia de las “mentalidades”, que se dirige a lo cotidiano, a lo privado, a lo individual. Pero fue sobre todo el movimiento de las mujeres el que las ha llevado al escenario de la historia, con ciertos interrogantes acerca de su pasado y de su futuro. Y las mujeres, en la universidad y fuera de ella, han abordado la investigación sobre sus antepasados, a fin de comprender las raíces del dominio que padecieron y el significado de las relaciones entre los sexos a lo largo del tiempo y a través del espacio.
En efecto, precisamente de esto es de lo que se trata. El título de Historia de las mujeres tiene una indudable capacidad evocadora. Pero es menester cuidarse mucho de creer que las mujeres sean objeto de historia en tanto tales. Lo que intentamos comprender es su lugar en la sociedad, su “condición”, sus papeles y su poder, su silencio y su palabra. La variedad de las representaciones de la mujer, una vez Dios, otra Madona, otra Bruja, he ahí lo que queremos recoger en la permanencia y en las transformaciones.
Una historia de relaciones, que pone sobre el tapete la sociedad entera, que es historia de las relaciones entre los sexos y, en consecuencia, también historia de los hombres.
Una historia de larga duración —de la Antigüedad a nuestros días—, que reproduce en los cinco volúmenes la periodización de la historia de Occidente. En efecto, nuestra atención se centra en esta zona del mundo: el Mediterráneo y el Atlántico son nuestras orillas. Esperamos que un día se produzca una historia de las mujeres en el mundo oriental o en el continente africano. Es probable que tengan que escribirla las mujeres y los hombres de esos países.
“Feminista” en la medida en que está escrita desde una perspectiva igualitaria, nuestra historia pretende estar abierta a las distintas interpretaciones. No queremos hablar en código ni levantar vallas ideológicas, sino todo lo contrario: nos interesa proponer interrogantes nuevos, a la vez que afirmarnos en una pluralidad de figuras y de temas, con una multiplicidad de puntos de vista. La Historia de las mujeres es el fruto de un trabajo de equipo, que se realizó bajo nuestra dirección. Cada volumen se confió a la responsabilidad de una historiadora que, a su vez, llamó a colaborar a un grupo de autores, según criterios de competencia, deseos y disponibilidad. Setenta personas en total: naturalmente, no es la totalidad de los estudiosos que trabajan en estos temas, pero sí —esperamos— una muestra significativa de ellos.
Auguramos a quienes lean esta Historia de las mujeres que la obra sea para ellos a la vez balance provisional, instrumento de trabajo, placer de la historia y lugar de la memoria.
Introducción
Geneviève Fraisse y Michelle Perrot
La imagen de un siglo XIX sombrío y triste, austero y restrictivo para las mujeres, se presenta de una manera espontánea a la mente. Cierto es que ese siglo concibió la vida de las mujeres como el desarrollo de una historia personal sometida a una codificación colectiva precisa y socialmente elaborada. Sin embargo, sería erróneo creer que esta época se caracteriza únicamente por la larga dominación, por la absoluta sumisión de las mujeres. En efecto, el siglo XIX señala el nacimiento del feminismo, palabra emblemática que designa tanto cambios estructurales importantes (trabajo asalariado, autonomía del individuo civil, derecho a la instrucción) como la aparición colectiva de las mujeres en la escena política. Así pues, habría que decir más bien que se trata precisamente del momento histórico en que la vida de las mujeres experimenta un verdadero cambio, o, dicho más exactamente, en que cambia la perspectiva de la vida de las mujeres: tiempos de modernidad, en que le es posible adoptar la actitud de sujeto, de individuo cabal y de protagonista política. De futura ciudadana. A pesar de la extremada codificación de la vida cotidiana femenina, el campo de posibilidades se amplía y la aventura ya no es algo lejano.
El siglo XIX se abre y se clausura con dos acontecimientos: una revolución y una guerra. Los historiadores lo hacen transcurrir entre 1789 y 1914, sin que pueda decirse por ello que de tales acontecimientos emane lo esencial del sentido del periodo. Sin embargo, en lo que respecta a las mujeres, se observará que tanto una revolución como una guerra pueden llamarlas a la tarea y luego, antes o después, quitárselas de encima. Volveremos a referirnos a ese tan sutil juego masculino entre la invitación y el rechazo, entre la exclusión y la participación de las mujeres en las cuestiones que conciernen al Estado y a la nación.
Si la modernidad es una oportunidad para las mujeres, ello se debe a que las consecuencias de los cambios económicos y políticos, sociales y culturales propios del siglo XIX le son favorables. En efecto, no pocos elementos de esos cambios resultan decisivos.
Para empezar, la aparición de una historia de la humanidad supone que las mujeres también tienen una historia, que su condición de compañera del hombre y de reproductora de la especie es menos inmutable de lo que parecía, que la esencia aparentemente eterna de mujer puede verse sometida a variaciones múltiples, abierta a una vida nueva. Las utopías socialistas, aun cuando no sean terreno histórico, suponen, con todo, un futuro diferente del presente; en ellas se replantean el funcionamiento de la familia, la relación amorosa, la maternidad, así como las actividades sociales femeninas. A la inversa, las teorías evolucionistas reflexionan sobre el origen, sobre el comienzo histórico de las sociedades, y sobre todo de la familia, del patriarcado (o matriarcado). Sin duda, el hecho de que la humanidad tenga una historia (un origen, un pasado, un futuro) es toda una promesa para las mujeres.
Luego, la revolución industrial, lo mismo que el progresivo advenimiento de un espacio político democrático, pese a la violencia con que a veces se trata a las mujeres, resultan ser lugares sociales en que se privilegia al individuo en tanto ser de una sola pieza. En este sentido, el individuo femenino podrá llegar a ser semejante al individuo masculino, al trabajador y al ciudadano, podrá romper los vínculos económicos y simbólicos de dependencia que le atan al padre y al marido. Una imagen: habrá que esperar al siglo XX para que una mujer disponga libremente de su salario. Pero todavía hay que comprender por qué esta ambivalencia, por qué el trabajo de las mujeres es al mismo tiempo lugar de sobreexplotación y de emancipación; y la sociedad política, espacio primero de exclusión y después de reconocimiento.