JULIO CORTÁZAR (Bruselas, 1914 - París, 1984). Escritor argentino, una de la grandes figuras del «boom» de la literatura hispanoamericana del siglo XX . Emparentado con Borges como inteligentísimo cultivador del cuento fantástico, los relatos breves de Cortázar se apartaron sin embargo de la alegoría metafísica para indagar en las facetas inquietantes y enigmáticas de lo cotidiano, en una búsqueda de la autenticidad y del sentido profundo de lo real que halló siempre lejos del encorsetamiento de las creencias, patrones y rutinas establecidas. Su afán renovador se manifiesta sobre todo en el estilo y en la subversión de los géneros que se verifica en muchos de sus libros, de entre los cuales la novela Rayuela (1963), con sus dos posibles órdenes de lectura, sobresale como su obra maestra.
Julio Cortázar, 1967
Ilustraciones: Julio Silva
Retoque de cubierta: et.al
Editor digital: et.al
ePub base r2.1
Notas
[1] Man Ray, Autoportrait.
[2] Robert Lebel, La double vue
[3] Antonin Artaud, L’ombilic des limbes.
[4]La mandragore, Flammarion, Paris, cap. III.
[5] Man Ray, Autoportrait.
[6] El autor se refiere respectivamente a Don Quijote de la Mancha, a Tristram Shandy y a Adán Buenosayres.
[8] Véase en especial el prefacio a la Anthologie du fantastique, Club français du livre, Paris 1958.
[9] Jeunesse, IV.
[10] W. F. Harvey, August Heal, en The Beast with Five Fingers, Dent, London, 1962.
[11] Tan famoso que es casi ofensivo mencionar a su autor, George Loring Frost (Memorabilia, 1923) y el libro que le dio esa fama: la Antología de la literatura fantástica (Borges, Silvina Ocampo, Bioy Casares).
[12] Muchos años después encontré este otro aforismo de Lichtenberg: Las batallas son enfermedades para los beligerantes.
[13] Su libro L’âme romantique et le rêve, es la lectura aplazada a que se alude en el texto. La cita está en las págs. 90-1 (Ed. José Corti, 1963).
[14] En Ghost Stories, selected by John Hampden, Everyman’s Library, 1963.
[15] Michel Sanouillet, Marchand du sel, Le Terrain Vague, París, 1958, p. 7
[16] Jean Schuster, Marcel Duchamp, vite, en Bizarre, No. 34/5, 1964.
[17] En una referencia complementaria se alude a un botón G, que el lector apretará en caso extremo, y que tiene por función hacer saltar todo el aparato.
[18] Mero tanteo para entenderse, primer round de estudio y de academia; el corte es falso, como se muestra más adelante.
[19] En un estudio sobre… Julio Verne, por supuesto. Cf. L’are, No. 29, Aix-en-Provence, 1966.
[20] Por si algún aludido o temeroso de alusión incurriera en el justo reproche de que es muy cómodo citar sin dar nombres (en la Argentina ni siquiera se firman muchas supuestas criticas literarias), cumplo en indicar que las citas de este ensayo corresponden a pasajes de (por orden alfabético) Julio Cortázar, Mario E. Lancelotti. Eduardo Mallea y Dalmiro Sáenz, escogidos por la simple razón de que algunos de sus libros estaban al alcance de la mano mientras iba escribiendo esto.
[21] En Jefferson’s Birthday, Something Else Press, New York, 1964. La mayoría de las publicaciones de esta editorial son recomendables si se quiere entender algunas zonas antropológicas contemporáneas. En todo caso deberían consultarlas aquellos latinoamericanos que todavía creen que John Coltrane, Ionescobeckett, Jim Dine o Heinz Karel Stockhausen son la vanguardia de algo, cuando los pobres no hacen ya más que sacarse las polillas del chaleco.
[22]NOT to PERFORM/SHOW/SAY/ACT/ETC. anything IN FRONT OF an audience in that nicely handsome middle distance that was and is usual in the field of the art (not so wide that people would have to think, and not so narrow that people would be attacked: would have to or could react and in this way would get something), which is the reason for the fact that ART never is more than a pleasant ALIBI FOR THE PEOPLE (an alibi that they expect to relieve from really thinking at all about THEIR OWN LIFE/CHANGING, VITALIZING it). Tomas Schmidt, Sensatorium Maximinimum, en Four Suits, Something Else Press, New York, 1965, p. 135.
[23] Entre estos dos textos hay casi quince años, pero no creo que se note demasiado: siempre que hablo de jazz me sale una voz pareja.
Cronológicamente, el primer cronopio fue Louis; en 1952 escribí estas páginas que se publicaron en la revista Buenos Aires literaria gracias a la amistad de Daniel Devoto y de Alberto Salas. Años más tarde los cronopios hicieron su entrada multitudinaria por la vía del libro y llegaron a ser bastante conocidos en los cafés, reuniones internacionales de poetas, revoluciones socialistas y otros lugares de perdición. Me parece justo reeditar este texto que, a diferencia de los otros, es historia, cronopios verificables, sin contar que me enternece mucho y que Narciso, etc.
La referencia al pajarito mandón en la primera frase corresponde a un ciclo del que algunos poemas inéditos dejaron un testimonio más bien sigiloso. Si a usted le gusta (oh, sí, oh si) le regalo dos en la página 179.
[24] Estas páginas acerca de Paradiso, novela de José Lezama Lima (Ediciones Unión, La Habana, 1966) no son un estudio sobre la novelística de Lezama, que exigiría el análisis riguroso de toda su obra de poeta y de ensayista a la luz de los más fecundos avances en el campo antropológico (Bachelard, Eliade, Gilbert Durand…), sino la aproximación por vía simpática que elige todo cronopio para entablar comercio con otro. ¿Por qué Lezama Lima? Por lo que él mismo dice al retratar a uno de sus personajes: «Me gusta de él, le respondió Cerní, esa manera de situarse en el centro umbilical de las cuestiones. Me causa la impresión de que en cada uno de los momentos de su integración lo visitó la gracia. Tiene lo que los chinos llaman li, es decir, conducta de orientación cósmica, la configuración, la forma perfecta que se adopta frente a un hecho, tal vez lo que dentro de la tradición clásica nuestra se pueda llamar belleza dentro de un estilo. Es como un estratega que siempre ofrece a la ofensiva un flanco muy cuidado. No puede ser sorprendido. Avanzando parece que revisa los centinelas de la retaguardia. Sabe lo que le falta y lo busca con afán. Tiene una madurez que no se esclaviza al crecimiento y una sabiduría que no prescinde del suceso inmediato, pero tampoco le rinde una adulonería beata. Su sabiduría tiene una excelente fortuna. Es un estudiante que sabe siempre la bola que le sale; pero claro, el azar actúa sobre un continuo, donde la respuesta salta como una chispa. Comienza por estudiarse los cien interrogatorios de tal manera que no puede perder, pero la pregunta que trae en su pico el pájaro del azar, es precisamente la fruta que le gusta, que es mejor y que merece más la pena de bruñirla y repasarla». (Paradiso, 374-5).
[25] Thomas De Quincey, On Murder Considered as One of the Fine Arts, en Selected Writings, Random House, New York, 1937, pp. 1033 ss.
[26] Cf. Charles Franklin, A Mirror of Murders, Transworld Publishers, London, 1961. Los curiosos podrán apreciar pintorescas variantes de este mismo episodio cuando se ocupan de él Colin Wilson y Pat Pitman (Encyclopaedia of Murder, Pan Books, London, 1961).
[27] De Quincey no ignoraba esta dialéctica, y vale la pena citar sus propias palabras: In particular, one gentle-mannered girl, whom Williams had undoubtedly designed to murder, gave in evidence that once, when sitting alone with her, he had say, «Now, Miss R., supposing that I should appear about midnight at your bedside armed with a carving knife, what would you say?». To which the confiding girl had replied, «Oh, Mr. Williams, if it was anybody else, I should be frightened. But, as soon as I heard your voice, I should be tranquil». (Op. cit., p. 1034-5).