Albert Oll©♭ - Marrakech De cerca 3

Hace casi mil años que la plaza Yamaa el-Fna puede presumir del fabuloso espectáculo al aire libre que ofrece permanentemente. Esta explanada catalogada por la Unesco es el gran escenario de Marrakech.

Para perderse, para cerrar negocios (o no cerrarlos), un regalo para las pituitarias por los aromas de las especias… No hay visita a Marrakech digna de este nombre sin un paseo por estos mercados laberínticos.

Pileta de mármol, encajes de estuco, mosaicos…, el arte ornamental arabigoandaluz destaca en la decoración de esta escuela coránica del s. XIV, uno de los escasos edificios religiosos del país que permite la visita de los no musulmanes.

Para su sepultura y las de sus allegados, el sultán saadí Ahmed el-Mansour quiso lo mejor: una suntuosa decoración de estuco y de mármol a la altura de su gloria y dignidad. El conjunto, tapiado posteriormente por los alauitas, no fue descubierto hasta 1917.

Símbolo de Marrakech, este minarete de más de 70 m de altura fue edificado en el s. XII. Cinco veces al día, la voz del muecín se eleva desde su cúspide.

Del más ínfimo rincón del suelo a los detalles más altos del techo, cada palmo del “palacio de la Hermosa” ha sido decorado, cubierto de esmalte, de pintura o de maderas preciosas. Una historia de amor…

Creado por el pintor orientalista Jacques Majorelle e indisociable a la vida del modisto Yves Saint-Laurent, este jardín excepcional se distingue tanto por sus plantas como por su villa y su paleta de colores.

Hay quien dice que Marrakech ha cambiado, otros dicen que sigue igual. Esta magnífica colección de fotografías antiguas, expuesta en un hermoso riad blanco, demuestra que todo el mundo tiene razón.

En la carretera del aeropuerto, los jardines de la Menara son el paseo dominical favorito de las familias marrakechíes, gracias a sus hileras de olivos y a sus majestuosos pabellones que se reflejan en las aguas del estanque. Ofrecen una magnífica oportunidad para mezclarse con los paseantes locales y comprobar in situ la diversidad de los habitantes de la ciudad. Las cimas nevadas del Alto Atlas sirven como espectacular telón de fondo a este vibrante escenario que resulta especialmente tranquilo los días laborables.

Más allá de las babuchas, de los vasos de té con menta y demás recuerdos, los zocos son también el principal mercado alimentario de la medina. Hay que hacer como las cocineras de Marrakech: pasear de puesto en puesto en busca de los ingredientes que permitirán elaborar la lanjia, el plato emblemático de la ciudad a base de cordero, especias y limones confitados, cocinado durante largas horas en un recipiente de barro.

Entre la Place des Ferblantiers y el Palacio Real, la Rue de la Casbah presenta el aspecto de un barrio de viviendas totalmente opuesto a los tópicos turísticos. Aquí nada de tiendas de recuerdos, ni de comercios de especias con puestos multicolores o de agresivos vendedores de babuchas. En su lugar, colmados y otros puestos que responden a las necesidades de cada día de un barrio popular. Los vecinos se saludan amablemente y los niños juegan al fútbol en medio de la calle.

Otras joyas ocultas:

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