CONCLUSIÓN
Sobre violencias juveniles
y los grupos armados en México
Entrevista a Alfredo Nateras Domínguez, doctor y maestro en Ciencias Antropológicas. Profesor-investigador de tiempo completo en la UAM-I. Coordinador del Diplomado “Culturas Juveniles. Teoría e Investigación” (UAM-I).
Sobre violencias juveniles
Para mí hay dos marcajes que definen el tono y el matiz de las juventudes, no sólo en México, sino en América Latina. Uno: gran parte de nuestras juventudes está en una situación de precariedad laboral, económica, familiar y demás. Dos: las violencias. Una, la más extendida y por la cual muere gran parte de nuestra juventud, es la que genera el crimen organizado. La otra es la violencia que generan los cuerpos de seguridad del Estado. En ese sentido, si se combina una situación de precariedad, de vulnerabilidad y de adquirir reconocimiento social y ciertas condiciones de vida mejores, entonces fácilmente se propicia aliarse con el crimen organizado. Los grandes cárteles, como el CJNG, reclutan a los jóvenes a veces en contra de su voluntad ante amenazas. Es una situación muy complicada. La otra vertiente que está ahí, más allá de los juicios de valor, es que para una parte de estas juventudes en situación de precariedad en climas y en contextos de violencia, el asunto de ligarse a las organizaciones delincuenciales tiene una lógica de trabajo. Es un trabajo para ellos.
¿Qué papel juega la corrupción en estas violencias juveniles?
No se puede entender, por ejemplo, toda la cuestión tanto de la violencia del crimen organizado, e incluso agregaría la impunidad que va relacionada, sin el contubernio de las autoridades, sin el contubernio incluso de jueces y ministros. Sin el contubernio, también lo diría, de una parte del empresariado; es decir, la capacidad de corrupción que tienen estas organizaciones criminales en varios de sus giros, porque recuérdese que el narcotráfico es sólo uno de sus giros, porque está también el robo de identidad, el robo de autos de lujo, la trata de blancas, la extorsión a migrantes; incluso el manejo de desechos industriales. En ese sentido, no se puede explicar el gran negocio sin su capacidad de corrupción. Las autoridades implicadas es algo que se sabe, se conoce y se está documentando. Incluso también el Ejército está implicado en una parte de la corrupción.
¿Cómo explicar este proceso histórico de corrupción, el cual ha permitido que los jóvenes mexicanos caigan en organizaciones criminales?
Yo creo que la corrupción es un problema estructural que tiene que ver con todas las sociedades en su mayoría. En ese sentido, no hay Estado que no esté marcado por el asunto de la corrupción. En el caso mexicano, quizá la especificidad, yo creo que esa corrupción tiene que ver también con, en su momento, el partido cuasi invencible que era el Partido Revolucionario Institucional, no de balde se le decía Partido “Robolucionario” Institucional. Esta lógica está incluso muy marcada en la cinematografía mexicana y el casi eslogan de “el que no hace transa no avanza”. Entonces se institucionalizó la corrupción como un mecanismo para mejorar las condiciones sociales y económicas de vida. Penetró en un imaginario casi como cultural, por una parte de funcionarios, políticos y demás. Entonces, eso desde algún lugar se aprende, yo diría desde la socialización y la familia. A partir de ahí, mecanismos, por ejemplo, en los ámbitos escolares. Ahí existe también mucha corrupción en cuestión de calificaciones o al revés: profesores que justamente consideran que se corrompen a partir de otorgar calificaciones, o incluso muy abierto, ¿no? Entonces, digamos que es algo que está en los tuétanos de las instituciones en el caso mexicano y que tiene que ver mucho con esta historia del priismo que marcó el mecanismo de ascenso social y político. Entonces, como imagen, unas partes de las juventudes aprendieron en términos de que hay caminos fáciles y muy sencillos y que contravenían con la cultura del esfuerzo, de la que hablaba Colosio. Esa cultura del esfuerzo, del reconocimiento, y eso se fue dando y fue penetrando en los espacios laborales de la burocracia mexicana y a partir de ahí se fue difuminando en una cuestión, digamos, muy política. Yo creo que viene de ahí y a partir de ahí se extiende a los distintos ámbitos, de tal suerte que una parte de las juventudes incluso lo tiene culturalmente aprendido, socializado. Entonces la corrupción está en la vida cotidiana en una gran parte de las juventudes y de los mundos adultos.
En cuanto a la violencia cada vez más brutal que se vive en México y que es perpetrada por jóvenes. Jóvenes a los que se les desprende el alma sistemáticamente y que son utilizados como carne de cañón. ¿Qué le espera al país con estos índices de violencia donde las juventudes en los grupos armados están deshumanizadas por completo?
Creo que lo que le espera al país es algo que ya estamos viviendo. Veremos más procesos como usted lo dice, ciertamente, de deshumanización cada vez más crueles. Hay una narrativa, una iconografía incluso, en el sentido de la creación de una violencia que no sólo está en redes sociodigitales, está en toda la industria cultural y la recreación de la violencia, que ya es una violencia burda, absurda. Una violencia que tiene tonos de crueldad. Que tiene tonos realmente de horror, de lo siniestro. Julio Scherer, el gran periodista mexicano, lo muestra en su libro Niños en el crimen . Scherer tuvo acceso a los archivos de jóvenes como el Ponchis, el niño sicario que descuartizaba, así como expedientes de otros chicos con similar historia. ¿Qué encontró Scherer? Él decía que este tipo de niños y de jóvenes realmente son jóvenes abandonados a su suerte desde chavalillos. La familia nunca aparecía, la escuela nunca estuvo ahí, el Estado y sus instituciones tampoco los procuraron. Entonces, en ese sentido, son sujetos, niños, decía Julio Scherer, abandonados a su suerte que aprendieron a sobrevivir, mientras que las instituciones de salud, educación y demás no estaban para procurarlos. Julio Scherer terminaba su libro justo en relación con la pregunta de qué le esperaba al país. Entonces, parafraseando a Scherer García, lo que le espera al país es un sin futuro. O sea, no hay futuro para estas juventudes. Lo que ya estamos viviendo es una violencia totalmente desbordada y una violencia sin contenido. Es un vacío lo que le espera al país. Un vacío como un agujero negro que todo lo absorbe. A las juventudes, la violencia las absorbe, y en ese sentido se supondría que son las juventudes las que tendrían que construir o reconstruir este país en el presente. Las juventudes no son el futuro del país. El futuro no existe para ellos. El presente se les está diluyendo. Lo que se espera, para mí, es un vacío.
¿Cómo poder revertir ese vacío y ese abismo?
Yo creo que hay varias cuestiones que se tienen que hacer al mismo tiempo. Por ejemplo, una de las cuestiones que me parece muy importante tiene que ver con las organizaciones de la sociedad civil. Yo le apuesto a construir en las colonias, en los barrios. Le apuesto a esta lógica de la cultura de la paz que tiene que ver con un asunto de volver a trabajar con los niños, las escuelas, las asociaciones. Toda esta cuestión de valores universales. No valores generacionales, valores universales, y es a largo plazo.
¿Qué hacen las administraciones actuales?
Yo creo que le están apuntando a eso. Por ejemplo, en la Ciudad de México, con los programas que tiene la doctora Claudia Sheinbaum, a través de instancias como todo su proyecto cultural de Pilares, justamente hay un proyecto muy interesante llamado Barrio Adentro, que nació a partir del asesinato de los niños mazahuas en el Centro Histórico. A partir de ahí se construyó este proyecto cultural que va en esa línea de cultura por la paz. Ésa es la otra vía. Recuperar los espacios, disputar los espacios al crimen organizado. ¿A qué me refiero? Los espacios deportivos, ejemplo. Todos estos gimnasios al aire libre, disputárselos al crimen organizado. Espacios tan elementales como las canchas de basquetbol o de futbol que están en algunos barrios y que están inundadas de dealers . Entonces, disputar y recuperar los espacios. Por otra parte está la cuestión económica. No alcanzan las becas. Ni van a alcanzar. Hay varios proyectos en relación con becas y todo eso, ¿no? Bueno, en esta lógica de la Presidencia, que me parece de muy buena voluntad solamente, pero de poca eficiencia, todo este discurso de abrazos y no balazos.