• Quejarse

Oakley Hall - Ambrose Bierce y la Reina de Picas

Aquí puedes leer online Oakley Hall - Ambrose Bierce y la Reina de Picas texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Género: Detective y thriller. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

No cover

Ambrose Bierce y la Reina de Picas: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Ambrose Bierce y la Reina de Picas" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Ambrose Bierce y la Reina de Picas: San Francisco, finales de la década de 1880. Un joven auxiliar de imprenta y aspirante a reportero, Tom Redmond, se une al temido escritor y editor del semanario satírico The Hornet, Ambrose Bierce, para investigar una serie de brutales asesinatos de prostitutas cometidos en un barrio de la emergente ciudad. El asesino, conocido como el Destripador de Morton Street, deja siempre un naipe del palo de picas sobre los cuerpos desnudos de sus víctimas. Las conjeturas iniciales, así como las pruebas practicadas, apuntan a que tras la salvaje cacería podría estar una poderosa familia de nuevos ricos de dudosa integridad aliada con los inmorales y a menudo violentos propietarios del monopolio del ferrocarril. Para Tom Redmond, que teme por la vida de la joven por la que se siente atraído, resolver el misterio es de importancia capital, para «el amargo» Bierce es sólo una nueva oportunidad para alimentar su guerra particular contra los magnates de la minería y de la todopoderosa Southern Pacific Railroad y sus políticos títeres. Ambrose Bierce y la Reina de Picas es tanto una narración de ambientación histórica como una apasionante novela de misterio, el retrato que realiza Oakley Hall -autor de la novela de culto llevada al cine Warlock (1958) y especialista en la historia del Oeste americano- dando vida al genial escritor norteamericano Ambrose Bierce resulta impecable. En esta novela Hall va más allá de la habitual recreación literaria a partir de determinados hechos reales y nos ofrece una subyugante y peculiar historia policiaca, en la que cada capítulo se abre con una corrosiva definición tomada de El Diccionario del Diablo, la patibularia y desternillante recopilación de aforismos de Ambrose Bierce.

Oakley Hall: otros libros del autor


¿Quién escribió Ambrose Bierce y la Reina de Picas? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Ambrose Bierce y la Reina de Picas — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Ambrose Bierce y la Reina de Picas " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
Oakley Hall Ambrose Bierce y la Reina de Picas 1 Homicidio Muerte de un - photo 1

Oakley Hall

Ambrose Bierce y la Reina de Picas

1

Homicidio: Muerte de un ser humano por otro ser humano. Hay cuatro clases de homicidio: el alevoso, el excusable, el justificable y el encomiable, aunque al muerto no le importa mucho estar incluido en una o en otra; la distinción es para uso de abogados.

– El Diccionario del Diablo-

Cuando Ambrose Bierce tuvo noticia del primer asesinato del Destripador de la calle Morton exclamó: «Por lo visto hay alguien al que le gustan las mujeres incluso menos que a mí».

Era tan sarcástico sobre algunos temas que resultaba directamente insultante. Entornaba los ojillos bajo sus protuberantes cejas y torcía la boca bajo el rubio bigote, y entonces hacía algún comentario soez sobre las mujeres, o sobre las poetisas, o sobre la Compañía de Ferrocarriles del Pacífico Sur.

Bierce era mi héroe por aquel entonces. No podía evitar estremecerme cada vez que oía a la gente hacer algún comentario que me pareciera un fraude sobre religión, o sobre la inocente bondad de los pobres, o sobre sus santas madres, o sobre cualquiera que fuera encumbrado a categoría de héroe sin merecerlo. Y Bierce odiaba el fraude con todas sus fuerzas.

Dejé el cuerpo de bomberos para trabajar como asistente de Dutch John, impresor del Hornet, y con la intención de convertirme en un periodista como Bierce. Había recibido una buena educación por parte de los Hermanos Cristianos de Sacramento y había leído una biblioteca entera de libros. ¿Qué otro entrenamiento necesitaba? Ser un periodista famoso parecía ser una buena manera de ganarse la vida, y proporcionaba además cierto estatus social: la gente te saludaba por la calle y te decía que les había gustado tu último artículo o diatriba contra el Ferrocarril. Bierce era editor del Hornety columnista del Tattle. Me dejaba la piel intentando conseguirle y redactarle noticias de interés local, sobre todo cualquier cosa relacionada con la SP, a la cual Bierce odiaba especialmente… me refiero la Southern Pacific, la compañía del Ferrocarril. Me trataba con bastante cordialidad, al menos yo no era una poetisa que le hubiera agraviado publicando un libro de poemas y obligándole a reseñarlo en su columna del Tatúe.

De hecho, cuando no estaba echando pestes acerca de una u otra estafa, Bierce era un caballero cordial.

El Hornet era una publicación satírica semanal con sede en California Street, junto al Banco de California y su fachada de altísimas columnas que se elevaban al cielo. El nuevo propietario y editor era el señor Robert Macgowan. Había en nómina un par de reporteros borrachuzos que solían merodear por la comisaría del casco antiguo o la City, una mecanógrafa, un caricaturista llamado Fats Chubb, Dutch John el impresor y su ayudante Frank Grief, un par de tipógrafos y Bierce.

Algunas noches, Bierce y yo salíamos juntos de las oficinas del Hornet, sorteando el tráfico de calesas, carruajes, jamelgos, carros, remolques, jinetes y ciclistas de California Street, cruzábamos la amplia marquesina verde y entrábamos en el Dinkin's. El tráfico en las calles del centro era tan fiero que te jugabas la vida al cruzarlas, y casi todos los días, o eso parecía, el Chronicle, el Examiner oel Alta California publicaban noticias sobre un nuevo accidente grave, sobre gente atropellada y piernas rotas, con la consabida perorata editorial acerca de que Algo Debe Hacerse. Pero nadie hacía nada al respecto, y la situación cada vez iba a peor.

En Dinkin's, con una cerveza delante, a Bierce le gustaba hablar sobre la profesión de escritor. Él era el Todopoderoso Bierce, Bitter Bierce, y su columna del Tattle era leída en toda la ciudad. Yo era un ayudante subalterno de impresor y ocasionalmente reportero, y no sabía siquiera durante cuánto tiempo continuaría pagándome el jornal el señor Macgowan, pero Bierce estaba encantado de proporcionarme consejos.

– Comprueba frase por frase y palabra por palabra. ¡Elimina la basura! Si no puedes encontrar el adjetivo correcto para un nombre, abandónalo. Un nombre tan sólo necesita un adjetivo, el más selecto. Elimina todos los participios y adverbios que puedas. Los participios chirrían como las llantas de una rueda sobre gravilla. Tres participios en una frase la arruinarán. Demasiados adverbios desarticulan el texto.

Dinkin's tenía una larga barra atestada de espaldas de bebedores, tras la cual se divisaba una reluciente pared de paneles de caoba, espejos y faroles redondos de gas. Dick Dinkins colocaba platos de comida sobre la barra para que los bebedores picotearan y el licor siguiera corriendo.

Bierce y yo solíamos sentarnos en algún rincón desde el cual podíamos observar California Street y el tráfico atascado o en ajetreado movimiento. En las aceras, los caballeros paseaban con bombines y chisteras y levantaban sus bastones para saludarse unos a otros, y en ocasiones pasaban bellas damas o incluso prostitutas en parejas, contoneándose. En el interior se percibía un agradable tufo a humo de cigarro, cerveza, whisky, sardinas y queso, olores que se transformaban en el exterior en hedor a excrementos de caballo, polvo y negocios.

Un anciano con barba de chivo se acercaba entonces a preguntar a Bierce si había oído la última anécdota sobre el Senador Sharon. Sharon había preguntado al famoso pintor francés Meissonier si era uno de los viejos maestros europeos, porque él nunca compraría ninguna obra «que no fuera de uno de los Viejos Maestros».

Bierce decía entonces que ya había oído la anécdota exactamente treinta y una veces. Y añadía:

– Sirvió en el Senado, por nuestros pecados / Cada palabra un engaño y cada voto un apaño .

Y continuaba su cháchara con el caso de «La Rosa de Sharon». Por aquel entonces, una de las mujeres de Sharon había llevado a los tribunales al rey de Comstock acusándole de adulterio y demandando una pensión alimenticia además de la parte que le correspondiera de sus millones.

De esa forma, el viejo conocido con barba de chivo no se marchaba molesto, porque, a pesar de la fiereza con la que Bierce hacía trizas cualquier clase de falsa pretensión que provocara su ira en el Tattle, cuando estaba con sus amigos en un bar rebajaba la acritud de su expresión, o añadía una broma para suavizar su ataque.

Bierce tenía por aquel entonces cuarenta años, lucía elegante estampa y un metro ochenta de estatura, tenía el cabello rubio rojizo, una maraña de cejas y un gran bigote. Su piel era suave y de color rosado y olía a colonia. Tenía cierto porte militar al moverse, pues había sido comandante durante la Guerra. Se decía que era el periodista mejor vestido de San Francisco, con su traje de tweed y cuello alzado, y sus lujosas corbatas sujetas con un alfiler de diamante. Por aquel entonces tenía la impresión de que Bierce era la estrella del momento, reclinado en su silla, rozando el vaso contra una punta del rubio bigote y en actitud reflexiva, probablemente planeando alguna nueva diablura verbal.

El sargento Nix entró a grandes zancadas con su uniforme de chaqueta de nueve botones cruzada y se sentó dejando el casco sobre la mesa. Era uno de los tipos del cuerpo que mantenía a Bierce informado de lo que se cocía en la City.

– Hola, Bierce -dijo, y luego a mí-: Hola, Tom.

Nix y yo habíamos coincidido en partidos de béisbol, cuando el equipo de la policía jugaba contra el de los bomberos, antes de que yo comenzara a trabajar en el Hornet.

Dinkins trajo una cerveza para Nix coronada de cremosa espuma y Nix nos habló de un turbio caso de asesinato ocurrido la noche anterior en Morton Street, un callejón que partía de Union Square con prostíbulos a ambos lados.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Ambrose Bierce y la Reina de Picas»

Mira libros similares a Ambrose Bierce y la Reina de Picas. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Reseñas sobre «Ambrose Bierce y la Reina de Picas»

Discusión, reseñas del libro Ambrose Bierce y la Reina de Picas y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.