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Maren Meinhardt - Alexander von Humboldt

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Maren Meinhardt Alexander von Humboldt
  • Libro:
    Alexander von Humboldt
  • Autor:
  • Editor:
    Turner
  • Genre:
  • Año:
    2020
  • Índice:
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Alexander von Humboldt

El anhelo por lo desconocido

MAREN MEINHARDT

TRADUCCIÓN DE JULIA GÓMEZ

Título Alexander von Humboldt Maren Meinhardt 2018 Edición original - photo 1

Título:

Alexander von Humboldt

© Maren Meinhardt, 2018

Edición original:

A longing for Wide and Unknown Things. The life of Alexander von Humboldt , C. Hurst & Co. (Publishers) Ltd.

Traducción autorizada de la edición de C. Hurst & Co. (Publishers) Ltd.

Edición española publicada por acuerdo con Eulama Lit. Ag.

De esta edición:

© Turner Publicaciones SL, 2019

Diego de León, 30

28006 Madrid

www.turnerlibros.com

Primera edición: abril de 2019

De la traducción:

© Julia Gómez, 2019

Diseño de la colección:

Enric Satué

Ilustración de cubierta: Diseño TURNER

Reservados todos los derechos en lengua castellana. No está permitida la reproducción total ni parcial de esta obra, ni su tratamiento o transmisión por ningún medio o método sin la autorización por escrito de la editorial.

eISBN: 978-84-1786693-8

La editorial agradece todos los comentarios y observaciones:

ÍNDICE

Para Iona y Mary

INTRODUCCIÓN

E n agosto de 1804, tras su regreso de su gran viaje a las Américas, Alexander von Humboldt se convirtió, en gran medida, en el héroe del momento. Sus arcas rebosaban de tesoros científicos provenientes del Nuevo Mundo, y los frecuentes boletines sobre sus progresos, publicados en los periódicos, habían garantizado que sus proezas no pasaran desapercibidas para el público europeo. A sus treinta y cuatro años, bronceado, seguro de sí mismo y dotado de buenas habilidades sociales, había escalado, como ya sabía todo el mundo, la montaña más alta del mundo, el Chimborazo. Había paseado por selvas vírgenes, había hablado con las gentes que allí habitaban y había descubierto un canal natural secreto, el Casiquiare, que unía los sistemas de grandes masas de agua del Amazonas y el Orinoco. Y habría regresado unos meses antes de no ser porque Thomas Jefferson, el presidente de Estados Unidos, había pedido conocerlo personalmente para servirse de sus consejos.

Sin embargo, la trama que entretejía la vida de Humboldt no concuerda fácilmente con una narración definida por logros superlativos y homenajes públicos. Nos encontramos, a fin de cuentas, ante un hombre que se sintió aterrorizado cuando le dijeron que iban a erigir una estatua en su honor. Es más, muchas de las afirmaciones hechas sobre él no se sostienen cuando se las intenta meter con calzador en el marco de un relato heroico.

El Chimborazo, por supuesto, resultó no ser ni mucho menos la montaña más alta del mundo. Y, aunque Humboldt probablemente escaló una altura mayor que nadie antes que él, no llegó a la cima, sino que tuvo que dar media vuelta cerca de los cinco mil seiscientos metros. La existencia del canal del Casiquiare no solo era conocida por los habitantes del lugar, sino también por la Academia francesa, gracias a las crónicas del explorador Charles Marie de la Condamine, que lo había descrito en 1745. La afirmación que a veces se hace sobre Humboldt de que anticipó el descubrimiento de la teoría de la evolución distorsiona su imagen y menoscaba su singularidad. Por mucho que Darwin citara el relato de los viajes de Humboldt como inspiración personal y se llevara una copia consigo a bordo del Beagle, el interés de Humboldt en la unidad de la naturaleza correspondía con la tradición de la búsqueda de Goethe de un plan sintético subyacente, un proyecto fundamentalmente distinto de la teoría de la evolución por selección natural de Darwin.

Si cambiamos de perspectiva y aspiramos a presentar a un hombre cuyas contradicciones y logros ambiguos son fruto de su época, surge una imagen más matizada, pero también más real e interesante. La vida de Humboldt está en profunda sintonía con los temas más significativos y ambiciosos del romanticismo alemán temprano. La suya fue una vida excepcional, vivida en unos tiempos no menos excepcionales.

El romanticismo alemán fue un movimiento vertiginoso. La Ilustración conllevó un debilitamiento de las restricciones religiosas y sociales a una escala nunca antes vista. Al mismo tiempo, el foco de atención romántico en el individuo le atribuía un nuevo valor a los sentimientos, legitimando la búsqueda de las necesidades y los deseos personales. Como los estilos de vida convencionales solían resultar profundamente insatisfactorios, los románticos alemanes descubrieron el estremecimiento que suponía vivir de manera diferente. Existían nuevas y a menudo osadas prácticas alternativas orientadas a generar maneras de vivir más acordes con las ideas que las personas tenían de sí mismas, en lugar de lo que venía impuesto por un orden social todavía muy restrictivo. En Berlín surgieron por todas partes los salones, a los que Humboldt asistía entusiasmado, en los que se mezclaban distintos segmentos de la sociedad. Había quienes se planteaban probar con las relaciones triangulares, tal y como hizo el amigo y mentor de Humboldt, Georg Forster, que vivió durante un tiempo con su esposa Therese y el amante de esta. Las mujeres se rebelaban contra la idea de esforzarse por acatar matrimonios mal avenidos y a menudo sin amor y, si encontraban los medios económicos de escapar de ellos, solían hacerlo. Caroline Michaelis y Dorothea Schlegel –ambas parte del círculo de Humboldt– se divorciaron de sus maridos, se volvieron a casar y descubrieron que la condena social era algo con lo que podían vivir.

La vida real, por supuesto, de alguna manera empalidecía en comparación con cualquier ideal inalcanzable. Por tanto, el proyecto de encontrar nuevas y mejores formas de vida entrañaba, en esencia, que el objetivo jamás se alcanzaría por completo, sino que, en su lugar, permanecería siempre en el ámbito de lo absoluto. La insatisfacción formaba parte del plan. La Flor Azul, el símbolo misterioso y etéreo del romanticismo alemán, se definía vagamente como algo eternamente inaprensible y, por lo general, había una preferencia por lo absoluto sobre lo tangible.

Humboldt se sentía profundamente comprometido con el proyecto romántico, tanto en su desarrollo de la ciencia como en la manera audaz en la que optó por vivir su vida.

La persona que adoptó el motivo recurrente de la Flor Azul fue Friedrich von Hardenberg, que escribía bajo su seudónimo más conocido, Novalis. Al igual que Humboldt, era inspector de minas y egresado de la academia de minería más destacada de Alemania. Muchas de las principales figuras del romanticismo trabajaron en las minas o escribieron sobre ellas, y dicha conexión caracterizó el pensamiento de la época. Introducirse bajo tierra se convirtió en una metáfora de volver la vista hacia dentro, hacia uno mismo y sus oscuras profundidades, en busca de la verdad y la iluminación personal.

Esa vuelta hacia el interior también simboliza que el criterio más objetivo se convertía, en último término, en el más subjetivo: lo que los sentidos del propio Humboldt le decían. Desde sus días en las minas en adelante, Humboldt comenzó a considerar su propio cuerpo como el instrumento más fiable y decisivo. Llevó a cabo experimentos galvánicos en sí mismo hasta que el dolor se volvió tan abrumador que tuvo que detenerse. Puso a prueba la cantidad de gas tóxico presente en la mina que podía admitir antes de apagarse la lámpara que acababa de desarrollar y casi acabó con su propia vida durante el experimento, pues tuvieron que sacarlo a rastras por los pies de la mina, inconsciente. Durante un ascenso al volcán Pichincha, hubo que abandonar la expedición cuando Humboldt estuvo a punto de desmayarse. Más tarde, a orillas del Orinoco, contempló la posibilidad de que la manera más veraz de comprender la esencia de los fenómenos naturales fuera mediante respuestas emocionales. Para ello, era necesario ir más allá de lo puramente cuantitativo, la simple recogida de datos, y obtener lo que denominó como una “impresión total”. Esta reflexión se hace eco de algunas del filósofo romántico Friedrich Schelling, un conocido de Humboldt con el que colaboraba ocasionalmente. Si la naturaleza constituía una entidad independiente con capacidad de acción propia y estaba compuesta de una manera similar al ser, sus fenómenos podían comprenderse por intuición: un proceso que fusionaría la naturaleza y el ser, lo objetivo y lo subjetivo.

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