Siglo XXI
Paul Strathern
Poe
en 90 minutos
Traducción: Sandra Chaparro Martínez
La vida de Poe, breve y autodestructiva, parece la parodia del poeta romántico trágico. Sin embargo Poe creó una obra cuya influencia aún se deja sentir. Fue uno de los escritores más brillantes de Norteamérica y se le considera el padre de la novela de misterio, de los cuentos cortos y de las novelas de detectives modernas. Hacia el final de su vida mostró signos de deterioro mental, pero ni en sus últimos años dejó de escribir con la intensidad que hace tan característica su lectura ni dejó de encarnar en sus escritos el espíritu humano con su heroísmo, sus defectos y sus miedos.
En Poe en 90 minutos Paul Strathern nos ofrece un relato conciso sobre las ideas y vida de Poe, explicando su influencia sobre la literatura y sobre la lucha del hombre para entender su lugar en el mundo. El libro incluye asimismo una cronología de su vida y época, así como lecturas recomendadas para quienes quieran saber más.
«90 minutos» es una colección compuesta por breves e iluminadoras introducciones a los más destacados filósofos, científicos y literatos de todos los tiempos. De lectura amena y accesible, permiten a cualquier lector interesado adentrarse tanto en el pensamiento, los descubrimientos y la obra de cada figura analizada como en su influencia posterior en el curso de la historia.
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RAG
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Título original
Poe in 90 minutes
© Paul Strathern, 2006
© Siglo XXI de España Editores, S. A., 2016
para lengua española
Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
Madrid - España
Tel.: 918 061 996
Fax: 918 044 028
www.sigloxxieditores.com
ISBN: 978-84-323-1830-6
Introducción
El 30 de junio de 1849, Edgar Allan Poe, de 40 años de edad, partió en un vapor que zarpó de Filadelfia en dirección a Richmond, Virginia, donde esperaba poder recaudar fondos y dar publicidad a la revista literaria que quería lanzar. Mostraba signos de deterioro mental desde hacía algunos años. La muerte de su joven esposa Virginia, dos años antes, le había provocado un periodo de inestabilidad emocional durante el que se vio implicado en diversas relaciones con mujeres de mediana edad, viudas o casadas. Todas recibieron apasionados poemas de amor o cartas, y no debemos dudar de los sentimientos que expresaba a pesar de que a veces enviara misivas igualmente ardientes a dos damas a la vez.
Mientras, Poe se dedicaba apasionadamente a escribir lo que consideraba su obra maestra, Eureka. Un ensayo sobre el universo material y espiritual, en la que «explicaba» el universo y su funcionamiento en 100 densas páginas repletas de argumentos. Completamente convencido de que había logrado su propósito escribió a su exsuegra, Maria Clemm: «Ya no deseo vivir, pues he terminado Eureka; no puedo llevar a cabo nada más». Tenía la convicción de haber descubierto el secreto del universo, nada más y nada menos.
Cuando Poe llegó a Filadelfia el 1 de julio sufría delirios, desvariaba sobre unos hombres que habían intentado matarle durante el viaje, declamaba pasajes de Eureka e insistía en que había estado encerrado en la prisión Moyamensing donde había tenido visiones. Como explicaría más tarde en una carta a Maria Clemm:
Durante más de diez días perdí totalmente la razón aunque no bebía ni una gota, y durante ese intervalo me imaginé las calamidades más horribles. Todo era una pura alucinación, producto de un ataque que no había padecido nunca antes: un ataque de mania à potu.
El 14 de julio Poe por fin llegó a Richmond e intentó recaudar fondos para su proyecto de revista. Al hacerlo entró en contacto con un amor de infancia, Sarah Elmira Royster, viuda a la sazón. Tras un tempestuoso romance ella le prometió casarse con él. Poe creía que sus graves problemas eran cosa del pasado; su novia era rica y le mantendría, y además estaba dispuesta a financiar su revista. Aparte de una serie de recaídas, durante las que volvió «a emborracharse horriblemente y a recitar Eureka en los bares», parecía controlar su alcoholismo.
El 9 de septiembre, Poe estaba reunido con sus amigos en el porche del Hotel Hygeia. Un testigo ocular describe la escena:
El viejo Hygeia se encontraba a cierta distancia del agua, pero nada se interponía entre el edificio y el océano. Lucía la luna y la luz rilaba sobre el agua con ese brillo claro del sur […]. Nuestro pequeño grupo estaba aislado de todo, excepto de la hermosa visión del agua brillando a la luz de la luna y de la dulce música que nos traía la suave brisa.
Poe daba un recital de sus poemas, entre los que se incluían fragmentos de Ulalume y de su pieza más celebrada, El cuervo:
«Profeta –dije–, ser maligno,
pájaro o demonio, siempre profeta,
si el tentador te ha enviado,
o la tempestad te ha empujado hacia estas costas,
desolado, aunque intrépido,
en esta desierta tierra encantada,
en este hogar tan frecuentado
por el horror. Dime la verdad, te lo imploro.
¿Hay, hay bálsamo en Gilead? ¡Dime,
dime, te lo ruego!»
El cuervo dijo: «Nunca más».
El recital de Poe fue recibido con arrobo por parte de su pequeña audiencia compuesta mayoritariamente por mujeres.
Exactamente dos semanas después, el 27 de septiembre, embarcó rumbo a Nueva York, deseando poner en orden sus asuntos antes de la boda. Lo que ocurrió en los tres días siguientes es un misterio. El 3 de octubre era día de elecciones al congreso de Baltimore y el doctor Snodgrass, amigo de Poe, recibió el siguiente mensaje:
Hay aquí un caballero, algo maltrecho, que se encuentra en el centro de votación número 4 de Ryan; dice llamarse Edgar Allan Poe y parece muy alterado. Afirma conocerlo a usted y le aseguro que necesita ayuda de inmediato.
Hallaron a Poe borracho e inconsciente, vestido con un traje raído que no era suyo; aparentemente llevaba sin lavarse varios días. Alguien sugirió que los agentes electorales le habían drogado o emborrachado para llevarlo de centro de votación en centro de votación, depositando «repetidos» votos, y luego le habían dejado tirado en el arroyo. Llevaron a Poe al hospital del Washington College, en Baltimore, donde acabó recuperando la conciencia y empezó a dirigirse a «objetos espectrales e imaginarios que supuestamente había en las paredes», antes de caer en el delirio y volver a quedar inconsciente. Cuatro días después, en torno a las cinco de la mañana gritó: «¡Que Dios tenga piedad de mi pobre alma!» y expiró.
Algún tiempo antes, Poe había nombrado albacea literario a su amigo el doctor Rufus W. Griswold, sin sospechar que este estaba celoso del don de Poe y le odiaba intensamente en secreto. Tras la muerte de Poe, Griswold hizo todo lo posible por arruinar su reputación. Escribió cartas anónimas a los periódicos en las que denostaba a Poe dañando enormemente su reputación literaria. Cuatro años después el gran poeta francés Charles Baudelaire halló en Poe un alma gemela, y se dedicó a hacerle famoso en París, por entonces la capital literaria del mundo. Logró que lo reconocieran como una de las grandes figuras de su época y como el mejor escritor que había dado Norteamérica.