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Título original: Micenas
AA. VV., 1985
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
Entrega n.º 6 de la colección Cuadernos Historia 16 dedicado a Micenas.
AA. VV.
Micenas
Cuadernos Historia 16 - 006
ePub r1.0
Titivillus 11.12.2019
Los archivos micénicos
Por Martín S. Ruipérez
Catedrático de Griego. Universidad Complutense de Madrid
E L desciframiento de la escritura silábica micénica por Michael Ventris en 1952 ha puesto en nuestras manos documentos en griego antiguo que, con criterios arqueológicos, son fechados entre 1380 y 1200 a. C.
Los helenistas se encuentran hoy con textos griegos escritos en dos sistemas gráficos distintos. Por ello se habla de griego silábico (del II milenio a. C.) y griego alfabético (a partir del I milenio).
Los estudios de los documentos en griego silábico constituyen una rama joven dentro del frondoso árbol de las disciplinas que se ocupan de la antigüedad greco-romana: es la llamada Micenologia.
La escritura
La escritura utilizada por los griegos micénicos —el llamado silabario minoico lineal B— debe situarse dentro del marco evolutivo de las escrituras del II milenio a. C. en la cuenca del Egeo.
La más antigua escritura de la isla de Creta es la que el pionero de la arqueología cretense, sir Arthur Evans, llamó pictográfica o jeroglífica.
Sus signos se encuentran sobre sellos, procedentes en su mayoría del palacio de Cnoso (sólo unos pocos han sido hallados en Zakro, Maliá, Festo y Hagía Triada) y pertenecen al Minoico Medio II y a las primeras fases del Minoico Medio III, lo que equivale, a grandes rasgos, a 1850-1650 a. C.
No hay pruebas concluyentes de que esta escritura dependa de la egipcia jeroglífica: los signos responden a una tradición de figuras simbólicas ya usadas en la propia Creta desde el Minoico Antiguo.
Dentro de la escritura pictográfica, el disco de Festo hallado en 1908, ocupa un lugar especial. Por la cronología del contexto arqueológico en que apareció (pero incluso estos datos han sido puestos en duda) ha de situarse en una época más reciente (1650-1550) que el resto de los documentos pictográficos.
Las inscripciones de que es portador (una en cada una de sus dos caras) no han sido grabadas, sino impresas mediante cuños, probablemente de madera, lo que le convierte en un auténtico precursor de la tipografía, siguiendo una línea espiral. Los signos están separados mediante trazos perpendiculares a la espiral en grupos que pueden corresponder a palabras.
Aunque el disco excita la imaginación de los amateurs y a las redacciones de las revistas científicas llega un desciframiento cada dos años (!) como promedio, nada seguro se sabe acerca de este documento único: ni sobre su procedencia (acaso fue llevado a Creta desde Asia Menor), ni sobre la dirección de la escritura, ni si los signos son pictográficos o silábicos (pues el disco resulta ser contemporáneo de la escritura lineal A).
De una forma cursiva, rápida, de la escritura pictográfica cretense surgieron por evolución las que Evans denominó escrituras lineales.
Los testimonios de escritura minoica lineal A proceden de diversos centros arqueológicos de Creta central y oriental, con Cnoso y Maliá como yacimientos principales. Además, los hallazgos realizados entre 1964 y 1975 cerca de Cania han aportado importante material de esta parte occidental de la isla.
Algunos objetos con inscripciones en este silabario proceden, incluso, de las pequeñas islas de Tera, Melos, Naxos, Citera y Ceos, todas ellas dentro del área cultural minoica de la época.
Esta difusión corre pareja con el número de documentos encontrados —más de trescientos, de los que el conjunto más importante es el de Hagía Triada— y con la variedad de objetos y materiales sobre los que están escritos: vasos de cerámica, pinturas murales, crétulas y tablillas de barro.
En cuanto a cronología, el comienzo de este tipo de escritura se fecha hacia 1650 a. C., mientras que los últimos testimonios se sitúan hacia 1450 o poco antes, precisamente cuando todos los asentamientos cretenses se ven afectados por la catástrofe desencadenada por la tremenda erupción del volcán de la isla de Tera y quedan expuestos e indefensos a los afanes conquistadores de los griegos micénicos.
El lineal B
Nuestro conocimiento del lineal A se ha beneficiado considerablemente del desciframiento del lineal B, ya que éste, evidentemente, resulta de una adaptación de aquél. Con él presenta, en efecto, identidad o semejanza en cierto número de signos silábicos, en ideogramas y en el sistema de notación numérica, que es decimal.
Otros signos son distintos, lo que, sumado a la diferente frecuencia del uso de los relacionados, evidencia que la lengua que se oculta bajo el lineal A es distinta del griego arcaico que desde Ventris se lee en el lineal B.
La identificación precisa de la lengua cae, hoy por hoy, en el dominio de las hipótesis. Los últimos veinticinco años han visto sucederse varias de ellas, a falta de capacidad demostrativa. Para unos se trataría de una lengua semítica, para otros hitita y para otros luvita, ambas, lenguas indoeuropeas de Asia Menor en el II milenio.
Damas de la corte de Cnoso
(Museo de Heracleion).
Vaso de los segadores de Hagía Triada, siglo XVI a. C.
(Museo de Heracleion).
El pescador, fresco de la isla de Tera
(Museo Nacional de Atenas).
El minoico lineal B, la segunda y más moderna de las dos escrituras lineales distinguidas por Evans, es, con mucha diferencia, la que se nos presenta en un número mayor de textos, circunstancia que, en último término, hizo posible su desciframiento, realizado con método estadístico y combinatorio.
El primero y más abundante lote de textos fue recuperado por Evans a comienzos de nuestro siglo de las ruinas del palacio de Cnoso: unas 6.000 tablillas de barro enteras o fragmentarias, más unos 60 sellos, también en barro, y dos cortas inscripciones sobre cerámica.