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Andrés Navas - Un viaje a las ideas

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  • Libro:
    Un viaje a las ideas
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
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  • Año:
    2017
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Un viaje a las ideas: resumen, descripción y anotación

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ANTES DE EMPEZAR ESTE VIAJE

«Para nuestros mayores, la poesía fue un objeto de lujo, pero para nosotros, es un objeto de primera necesidad». Esta frase, acuñada por Nicanor Parra en su «Manifiesto», es perfectamente aplicable hoy a la ciencia. Así, los «resplandores» de esta «debieran llegar a todos por igual, pues alcanza para todos». Ahora bien, ¿cómo propiciar este acercamiento de la gente a la ciencia más allá de las instancias educacionales tradicionales? ¿Cómo ofrecer un acceso a la vez rápido y certero a esa «oscura» actividad humana que tal vez sea —muchas veces sin que se sepa— la que más influye en nuestras vidas, y que seguirá modificando por siempre nuestros patrones de comportamiento? Libros, museos, festivales culturales, programación tanto radial como televisiva, medios de prensa, internet, redes sociales, etcétera; ciertamente todos estos caminos son propicios para ello. Sin embargo, la tarea seguirá estando inconclusa mientras los científicos no realicemos el esfuerzo de bajar de nuestro pequeño y querido —aunque a menudo desconocido— «Olimpo» para colaborar directamente con ella como obreros, sin aspirar a sacralidad ni —peor aun— utilizar este espacio como vitrina de marketing personal o institucional.

Difícil labor para nosotros. Atrapados en la vorágine de las reglas que rigen hoy la administración universitaria, con la eterna presión para publicar más y más artículos en revistas indexadas, y con la siempre urgente necesidad de adjudicarnos proyectos, de redactar informes, de evaluar y autoevaluarnos, de acreditar y acreditarnos, aquella que debiese ser una labor primordial —la difusión del conocimiento— ha ido quedando relegada cada vez más al estricto espacio otorgado a nuestras horas de clase. Increíble paradoja: en el período de la historia en que tenemos más medios para conectarnos unos con otros, la subvaloración de toda instancia comunicativa que rompa las reglas estandarizadas del trabajo académico es abismante. Así, nos resulta mucho más cómodo escribir extensos textos de estudio o largas guías de ejercicios para los estudiantes (por los que seguramente seremos recompensados) que grabar un video que contenga todo esto y subirlo a Vimeo o YouTube para hacerlo accesible a todo el mundo (acción por la cual un estigma de falta de seriedad caerá seguramente sobre nosotros). La divulgación científica se ve así empantanada por perniciosos elementos de la vida académica, a los que se suman la desidia de los estamentos involucrados.

Sin embargo, científicos de todo el mundo han tomado conciencia de este problema, y han incorporado la tarea divulgadora como una de sus misiones primordiales. Contraviniendo las convenciones que supuestamente debieran guiar sus carreras, desafiando la incredulidad e incomprensión de muchos colegas, y «sacrificando» una parte valiosa de su tiempo, han comprendido que son ellos quienes más tienen que decir sobre su propio saber y que, sobre todo, son ellos quienes mejor pueden transmitir su pasión, motor esencial de la ciencia.

¿Vale la pena replicar estas experiencias a escala local? Ciertamente que sí, pero con algo de prudencia. En el ejercicio de la divulgación científica, instintivamente se tiende a reproducir modelos que, pudiendo funcionar perfectamente en otras latitudes, no siempre contribuyen de igual manera en nuestro entorno más cercano. En un país de poca tradición científica como el nuestro, las teorías más elaboradas nos pueden parecer a veces un poco ajenas, especialmente si estas son el producto del trabajo realizado en regiones distantes. Así, para propiciar un acercamiento no basta solo con hablar de «la ciencia», sino que también es necesario hablar de «nuestra ciencia», sin olvidar que los actores principales de esta obra, los científicos, no somos entes inmaculados a través de los cuales se devela la verdad científica, sino que vivimos inmersos en una sociedad cambiante a la que debemos nuestro trabajo.

La tan vilipendiada matemática no ha escapado a esta ola divulgativa. Así lo constatan el trabajo pionero de Hassler Whitney y Martin Gardner en Estados Unidos y de los grandes equipos de divulgadores de la Rusia soviética (muchos de ellos cobijados bajo el alero de la labor descomunal ejecutada por Nikolay Konstantinov a lo largo de varias décadas). Más recientemente, así lo corroboran el trabajo de Hannah Fry, John Barrow, John H. Conway, Marcus du Sautoy y Simon Singh en Inglaterra; de Tadashi Tokieda en Japón; de Tianxin Cai en China; de Ali Nesin en Turquía; de Étienne Ghys y Cédric Villani en Francia; de Nikolai Andreyev en Rusia; de Marta Macho Stadler y Eduardo Sáenz de Cabezón en España; de Pablo Amster y Adrián Paenza en Argentina, y de tantos, tantos otros. Cada uno con su propio estilo, sello local y personalidad, y apuntando a audiencias diferentes, ha sido artífice de las primeras alegrías de cientos de jóvenes que en el futuro seguirán una carrera ya sea técnica o científica, así como del asombro de un público variopinto que se creía completamente ajeno a estos quehaceres. ¡Nada podría ser más gratificante!

Transmitir matemática no es una tarea sencilla, pues suele gozar de la peor reputación. Oscura, aburrida e inútil, son solo algunas de las cualidades que a menudo se le atribuyen. Sin embargo, nada de eso se condice con la realidad. La matemática es diáfana, pues es fuente reveladora de una verdad profunda, inmutable e inamovible. También es entretenidísima, pero lamentablemente es enseñada muchas veces en la escuela —y a veces incluso en la universidad— sobre la base de la mecanización y la memorización, las que aniquilan toda curiosidad, y no de la comprensión ni del encantamiento a través de la práctica. Finalmente, es quizás la más útil de todas las ciencias, pues, por una parte, sus métodos, conceptos y lenguaje son usados por todas las otras ciencias y, por otra, es utilizada cotidianamente en las más variadas instancias, que van desde un simple cálculo de vuelto en un almacén hasta el envío de satélites al espacio, pasando por el acontecimiento rutinario más sagrado en estos días: el funcionamiento del teléfono celular.

Este libro es un aporte más a la gigantesca tarea divulgativa de la matemática. Una parte importante de las 33 historias que siguen fueron publicadas en forma de columnas en el diario electrónico El Mostrador, aunque aquí son transcritas con un ligero trabajo editorial, el cual incluye actualizaciones, complementación de datos y algunas notas explicativas y comentarios anexos (encerrados en recuadros sombreados en celeste) para los más entendidos. Muchos de los relatos restantes se articulan en torno a los primeros y, en general, tienen una extensión mayor por ser más informativos; además, ellos aparecen por primera vez en este libro, salvo excepciones ya publicados en otros medios más especializados, como los sitios electrónicos de divulgación RedCiencia (dependiente de Conicyt, Chile) e Images des Mathématiques (dependiente del CNRS, Francia). Aunque la organización tiene un carácter temático (y no sigue necesariamente el orden cronológico de la publicación y/o producción original), los capítulos son esencialmente independientes unos de otros, por lo que pueden ser leídos casi en cualquier orden (varias referencias cruzadas entre ellos son explícitamente mencionadas). Hay capítulos para todos los gustos: algunos largos y otros muy cortos, unos novelescos y otros un poco más técnicos, unos cuantos sencillos y otros más complejos, varios divertidos (o, al menos, espero que lo sean) y algunos bastante duros y trágicos. La lectura puede hacerse, además, en distintos niveles de profundidad, por lo que no debe desanimarse en el camino: a través de las siguientes páginas, entre muchas otras cosas, usted podrá sorprenderse con la geometría escondida en los diseños de la bandera de la Independencia de Chile, los balones de fútbol y el Estadio Olímpico de Múnich, aprenderá de embaldosados, cuasicristales y obras de Escher, vislumbrará teorías matemáticas modernas (como la geometría no euclidiana, la topología o la teoría del caos), se enterará de qué se hace en una conferencia de matemática y por qué no existe un Premio Nobel para esta ciencia, y sobre todo, descubrirá que muchos matemáticos han vivido (y a veces sufrido) intensamente la época en que les tocó existir.

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