Roberto Perdía - Montoneros. El peronismo combatiente en primera persona

© 2013, Roberto Cirilo Perdía

Diseño de cubierta: Departamento de Arte del Grupo Editorial Planeta S.A.I.C.

Ilsutración de cubierta: Archivo general de La Nación / Dpto. Doc. Fotog´raficos

Diseño de interior y corrección: Esteban Bértola

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© 2013, Grupo Editorial Planeta S.A.I.C.

Publicado bajo el sello Planeta®

Independencia 1682, (1100) C.A.B.A.

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Primera edición en formato digital: abril de 2013

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Inscripción ley 11.723 en trámite

ISBN edición digital (ePub): 978-950-49-3259-8

Para todas las sabinas y los sahides, los nietos de la Generación del 66.

Ellos son los destinatarios de aquellos sueños y estas esperanzas.

Agradecimientos

A los innumerables compañeros que en diversas charlas, en diferentes tiempos, ayudaron a despertar mi memoria sobre los hechos vividos.

A todos los que hicieron posible la publicación de La otra historia (Agora, 1997), que sirvió de base para este trabajo y sin el cual rememorar muchos acontecimientos hubiera sido imposible.

A Alejandro Horowicz, paciente y amigable editor de aquel y este libro.

A Guillermo Caviasca, editor de ¿Que se vayan todos? (El Río Suena, 2011), quien me convocara para una colaboración que también aportó a esta publicación.

A Alejandro Tarruella y Diego Mileo que insistieron en la necesidad de este libro y contribuyeron a crear las condiciones materiales que permitieran llevarlo a la práctica.

A Beatriz Eugenia López, María Isabel Murphy y Eduardo Silveyra por el compromiso y esfuerzos asumidos, por las horas y ganas dedicadas.

A Gustavo Franquet, Ana Jaramillo, Carlos Martínez y Alicia Pierini que leyeron, criticaron y aportaron.

A Marina González y Fernando Franquet que, desde los pensamientos y la militancia de la actual generación de jóvenes, también leyeron, criticaron y aportaron.

En las/os compañeras/os y amigas/os Carlos Aznárez, Verónica Heredia, Carina Maloberti, José Luis Puppio, Eduardo Soares, Rolando Zanetta, sintetizo la colaboración, consejo y aportes de todos los que me hicieron llegar su apoyo junto a ideas, propuestas, libros y otros materiales bibliográficos.

A Vicente Zito Lema, por su brillante y poético prólogo; a Regine, su compañera, por la comprensión y apoyo manifestado.

A los historiadores Roberto Baschetti y Javier Salcedo, por la colaboración prestada y los materiales facilitados.

A mi familia, a mi hija Amor Victoria, a Dante y particularmente a mi compañera Amor, por la ayuda y comprensión. Muy especialmente por soportar mis diferentes estados de ánimo durante los largos meses que estuve enclaustrado en esta obsesión.

A la memoria de los miles de compañeros que ya no están y cuyos rostros son identificables en cada una de las palabras.

Buenos Aires, 11 de marzo de 2013.

P RÓLOGO

Preludios para un libro de historia

Primera anotación

El cronista que narra los acontecimientos sin distinguir los grandes de los pequeños tiene en cuenta la siguiente verdad: nada de lo sucedido está perdido para la historia. Sin embargo, solo a la humanidad redimida le concierne enteramente su pasado. Esto quiere decir: solo la humanidad redimida será capaz de hacer comparecer al pasado en cada uno de sus momentos. Cada uno de sus instantes vividos se convierte en una «citation à l’ordre du jour»: ese día es precisamente el dia del Juicio Final.

W ALTER B ENJAMIN

Hay tiempos de la historia en que la huella de estar vivos, el resplandor dialéctico de la vida, trasciende como sueño y se confunde con la propia conciencia de la muerte.

Somos la muerte, decimos, desafiantes, hasta con alegría, porque la verdadera tragedia, la que nos corresponderá en carne propia, todavía no es pensable como acto, sigue siendo idea. La razón depende del apetito.

«Perón o muerte», gritábamos... «A vencer o morir por la Argentina», volvíamos a gritar. Nadie llamaba al martirologio, la gloria se presentaba con la frente celeste, ni siquiera una mancha real de sangre. No se negaba el dolor de la historia, ninguno de los convocados construía sin memoria, por fuera del legado, pero el resplandor de la nueva aventura, su heroísmo, convertía al sufrimiento en gesto romántico; al duelo en un símbolo estético, en una alegoría. Hasta el propio ropaje de la mismidad se desvanecía tras las figuras genéricas de pueblo, patria, revolución, clase obrera...

La vida y la muerte eran el mismo y único movimiento que partía de la tierra sin más límites que los cielos. Queríamos trascender como conjunto, una unidad donde el yo se llamara nosotros, la originaria totalidad renaciendo en cada cuerpo, el ayer envolviéndonos con las caricias de lo perfecto y el hoy convertido en el camino del sacrificio hacia el mañana, como nunca nuevo y venturoso. Absoluto.

El abismo que suele separar los sueños de la cruel realidad social cedía ante nuestra voluntad: nos habíamos puesto botas de gigantes, o alas, como aquellos ángeles que acompañaron nuestra mejor niñez...

Han pasado los años y aquí estamos. Saliendo a duras penas del naufragio con la espalda cargada de los que han quedado bajo las aguas, mientras el espanto de lo que ha sido aún nos tironea y tironea, y por momentos también nos hunde bajo una línea de flotación que ya no sabemos si pertenece al reino de la tierra o al de los cielos.

El pasado está allí. La muerte al fin se sentó en nuestra mesa. Todavía estamos aprendiendo a caminar. Y ella va y viene, su maldita gracia no para. Corre y vuela. Mostrarse sin poses ni autoexculpaciones, desnudos, hasta débiles en el medio del camino. Y contar, simplemente contar, lo pequeño y lo grande, la gloria y el pecado, tal vez sea el último gesto posible.

La dignidad en el adiós a una historia, como espacio indefinido, siempre expuesto, nunca terminado, haciéndose y haciéndose, tan propia y de muchos. Un punto final que no se borronee ante la tormenta que no cesa, obstinada y cruel.

Un acto, sí; decir y decir en la humildad que nos socorra hasta terminar de pagar la deuda: haber sido tremendos soñadores, vivir los deseos, demasiados y grandes frente a la oscuridad dolida de la historia.

Segunda anotación

La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando estos se disponen precisamente a revolucionarse y a revolucionar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal.

K ARL M ARX

Si la nueva vida no nace, si a pesar de todos los esfuerzos y estrategias —que incluyen apropiarse de los lenguajes, enseñanzas, épicas y tradiciones históricas— la derrota sigue reinando. Porque todavía el pasado es nuestra derrota, el enemigo no ha dejado de vencer, y los efectos de su triunfo se reiteran y expanden ostensiblemente más allá del tiempo que nos tocó significar como generación...