Bertrand de Jouvenel - La ética de la redistribución

La economía política del siglo XX ha estado sometida a la tensión entre las teorías de la igualdad y las teorías de la eficiencia. Si unas proponen que la riqueza se redistribuya por la acción de los gobiernos, las otras sugieren que la presión fiscal que obtiene recursos de algunos para asignarlos a otros genera importantes desincentivos para el trabajo, el ahorro y la inversión. Suponiendo que la redistribución no introdujera desincentivos para la creación de riqueza, ¿se convertiría entonces en un objetivo deseable, y no habría por tanto ningún argumento en su contra? Estas preguntas de Bertrand de Jouvenel encuentran respuesta en La ética de la redistribución.

Al aislar la discusión de la objeción práctica más fuerte y habitual (la «ineficiencia» que introduce en la economía), De Jouvenel crea las condiciones para tratar la cuestión en sus bases éticas mismas, y sus conclusiones no son alentadoras. Según el filósofo francés, el principal efecto de las políticas gubernamentales no radica en obtener ingresos de la población rica para asignarlos a la población más pobre, sino en transferir el poder de la población —y especialmente el de la población más pobre— al Estado: cuando es el Estado el que asigna recursos, los individuos pierden su capacidad de decidir y de planificar sus propias vidas.

Ante el hecho de que las burocracias públicas no dejan de crecer a expensas de la sociedad civil, La ética de la redistribución recrea las bases para una discusión que debe ser renovada en nuestro tiempo.

Bertrand de Jouvenel

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Titivillus 03.06.15

Título original: The Ethics of Redistribution

Bertrand de Jouvenel, 1951

Traducción: Armando Zerolo

Retoque de cubierta: Titivillus

Editor digital: Titivillus

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Es para mí un honor el haber sido invitado a dar estas conferencias en Cambridge, por el famoso College del Corpus Christi, y que serán publicadas por la editorial Cambridge University Press y presentadas por Sir Will Spens. Dios quiera que mi tarea esté a la altura de tan altos anfitriones.

Amigos generosos me han ayudado a vestir este trabajo, como si de una sencilla chica a la que han invitado inesperadamente a un baile de gala se tratase. Nunca algo tan insignificante se ha beneficiado de tal modo de tan excelentes consejos.

El señor y la señora Patrick Bury eliminaron los principales errores de forma, aunque no han podido remediar los torpes descuidos propios del uso de una lengua extranjera. Dr. Donald F. Henderson, el profesor Ely Devons, de Manchester, y el profesor Milton Friedman, de Chicago, revisaron las pruebas en busca de barbarismos económicos, y el profesor Wilmoore Kendall, de Yale, las revisó como politólogo.

Constituiría una profunda ingratitud por mi parte hacia su extremada generosidad el responsabilizarles por mis afirmaciones y por los errores en los que he podido perseverar.

Espero que quede claro al lector que este pequeño ensayo no pretende ser una gran contribución al importante debate sobre la redistribución, sino más bien una llamada de atención sobre ciertos principios normalmente despreciados en el debate. Lo aportado a una civilización nunca podrá ser propiamente contabilizado en términos de producto nacional.

Bertrand de Jouvenel
9 de mayo de 1951.

BERTRAND DE JOUVENEL (París, 1903 - 1987). Escritor y economista francés.

Jouvenel estudió en las facultades de Ciencias y de Derecho de París antes de dedicarse al periodismo. Comenzó su carrera como corresponsal diplomático, y después fue corresponsal y enviado especial hasta 1939. Como economista enseñó en las universidades de Oxford, Cambridge, Yale, y Berckeley. Dirigió las revistas Analyse et Prévision y Chroniques d’Actualité. También fue profesor asociado de la facultad de Derecho de París entre 1966 y 1972. Perteneció al Club de Roma, y de 1954 a 1974 presidió y dirigió la Sociedad de Estudios y de Documentación Económica (Sedeis). Precursor en el campo de la macroeconomía y de la ecología política, también se mostró como un filósofo político de gran profundidad y, un estudioso de la sociología del Estado. Entre sus obras más famosas se cuentan Sobre el poder. Historia natural de su crecimiento, La crisis del capitalismo americano (1933), Problemas de la Inglaterra socialista (1948), Ética de la redistribución (1951) o Soberanía (1955).

Bertrand de Jouvenel (1903-1987) puede ser considerado como uno de los grandes pensadores políticos del siglo XX, a la altura de hombres como Leo Strauss, Michael Oakeshott, Hannah Arendt o Eric Voegelin. Sin embargo, sorprende que sea un personaje poco conocido fuera de la esfera de influencia del pensamiento anglosajón, donde tuvo un gran efecto y aun hoy es muy reconocido.

Jouvenel nació en 1903 en el seno de una familia aristocrática, los Jouvenel de los Ursinos, que hunde sus raíces en la más antigua historia francesa. Pero como él mismo decía, era un hijo de su tiempo, «llevado por el flujo de la historia a través de una serie de escenas diferentes, viajero que no ha escogido su itinerario, paja sensible y consciente llevada por el río». De padre aristócrata tradicional, y madre de origen judeo-masónico y gran fortuna, el joven Bertrand se educó en las contradicciones de su tiempo y en los cambios que poco más tarde terminarían por confundir a la Vieja Europa.

Su infancia y juventud transcurrieron en un ambiente privilegiado, con una educación propia del Antiguo Régimen. No recibió enseñanza reglada hasta los quince años y, mientras tanto, un elenco de institutrices y maestros fueron formando a un espíritu libre según los principios clásicos. Su juventud transcurrió entre las tranquilas reuniones familiares, la naturaleza que rodeaba las propiedades de la familia y un apacible ambiente que en nada hacía sospechar las oscuras sombras que se cernirían sobre Europa con el estallido de la Gran Guerra. Jouvenel vio lo que el Mundo fue y lo que dejó de ser. Tuvo la difícil posición existencial de vivir entre dos tiempos, sufriendo por lo perdido y, mirando atrás, se preguntaba «por qué estos sencillos gozos (familiares) resultan una especie de paraíso perdido para la especie a la que pertenecemos» y cuestiona la especie «que no conoce ni padres, ni hijos, ni hermanos», una «vida de Robinsones que cambian de Viernes constantemente». Pero también tuvo el valor de vivir su tiempo, buscando en la costumbre y la tradición las pautas para una acción libre y original, lejos del dañino romanticismo que él tanto rechazó o de «la tiranía de los muertos», como él la llamaba.

De sus padres aprendió el valor de la acción política y la especial dignidad que ella entraña. Su padre fue un activo político que desempeñó importantes puestos de responsabilidad en la vida francesa del momento. Así, estuvo presente en la firma del Tratado de Versalles, y pudo invitar a su hijo como testigo privilegiado; en la fundación de la Sociedad de Naciones, de la que el joven Bertrand fue secretario de la juventud; diplomático, embajador, ministro y periodista. Su madre, también muy activa, reunió en sus salones a importantes personalidades de la vida cultural y política europea, y su casa era el lugar de acogida de muchos de ellos. En esta casa Jouvenel aprendió la pasión de la historia directamente de Anatole France escuchándole hablar de San Simeón «El Estilita», conoció a Bergson antes de leer