El argumento del “cristiano gay”: Aunque muchos cristianos ponen un gran énfasis en el pecado de la homosexualidad, sólo hay un puñado de pasajes en la Biblia que tocan el tema, lo que significa que difícilmente era algo importante para los autores bíblicos.
La respuesta bíblica: En realidad, es porque la Biblia dice explícitamente que la heterosexualidad es la norma prevista por Dios para la raza humana—y la única forma de unión aceptable para Dios en el matrimonio—, que los autores bíblicos no hablaron más sobre la práctica homosexual. Lo poco que dijeron era más que suficiente dado el hecho de que la Biblia, de principio a fin, es un libro heterosexual.
L OS “CRISTIANOS GAYS” a menudo hacen referencia a los llamados “pasajes golpeadores” en las Escrituras, con lo cual se refieren a los versículos principales que la iglesia ha utilizado para darles una paliza en la cabeza con la Biblia. Ellos plantean dos argumentos principales en contra del uso de esos versículos. En primer lugar, afirman que se han traducido mal, mal interpretado o mal utilizado y por eso, en realidad, esas escrituras no prohíben las relaciones homosexuales comprometidas, monógamas. En los capítulos correspondientes en este libro vamos a ver esos pasajes clave en profundidad.
En segundo lugar, y quizás más relevante, señalan que de los más de treinta y un mil versos en la Biblia, hay entre seis y ocho “pasajes golpeadores” que constan de un total de menos de veinticinco versículos. En otras palabras, de decenas de miles de versículos en las Escrituras, menos de uno en un mil tratan con el tema de la homosexualidad. ¿Qué tan importante puede ser en realidad? ¿A qué viene que la iglesia haga una gran cosa de algo que la Palabra de Dios casi ni aborda? ¿No es esta la evidencia de las actitudes homofóbicas en la iglesia más que una representación cuidadosa de la voluntad de Dios expresada en su Palabra?
Para considerar este segundo argumento con más detalle, aunque estemos de acuerdo en que las referencias a la homosexualidad en la Biblia son negativas, los defensores del “cristianismo gay” apuntan al hecho de que sólo hay una referencia a la práctica de la homosexualidad en Génesis, ninguna en Éxodo, dos en Levítico, ninguna en Números y una en Deuteronomio, lo que significa que hay sólo un puñado de referencias negativas en todo el Pentateuco, también conocido como la Torá. Sin embargo, la impresión de la mayoría que los cristianos tienen es que la ley de Moisés condena la práctica homosexual una y otra vez. Ese parece no ser el caso.
En los libros históricos, es decir, desde Josué hasta Ester, un total de doce libros, las referencias a la práctica homosexual se encuentran en sólo tres libros (Jueces 19:16-24; 1 Reyes 14:24; 15:12; 2 Reyes 23:7), mientras que en los libros proféticos, es decir, desde Isaías a Malaquías, un total de diecisiete libros, no hay ni una sola referencia a la práctica homosexual, ni tampoco se encontrarán en todos los libros de poesía y sabiduría, un total de cinco, incluyendo los Salmos, Proverbios y Job.
Pasando al Nuevo Testamento, a menudo se señala que Jesús nunca mencionó explícitamente la homosexualidad (ni tampoco los autores de los evangelios), y que Pablo sólo la menciona tres veces en sus cartas, y dos de esas veces se disputa el significado de la palabra principal que utilizó para describir la práctica homosexual. Por lo demás, el argumento va, que la homosexualidad nunca se menciona de manera clara y directa en todo el resto del Nuevo Testamento. (Una vez más, revisaremos todos estos argumentos más adelante en el libro).
Entonces, ¿se puede decir honestamente que la práctica homosexual era un asunto trascendental para los autores humanos de la Biblia? Más importante aun, ¿se puede decir con justicia que la práctica homosexual era un asunto trascendental para el Autor divino que los inspiró a ellos? ¿Por qué tantos predicadores de extrema derecha tienen, entonces, que hacer gran cosa acerca de la homosexualidad, cuando Dios aparentemente no lo hizo?
Esos son sin duda preguntas justas, pero la realidad es que la evidencia va en la dirección exactamente opuesta. En otras palabras, sin ninguna duda, la Biblia es un libro heterosexual. Desde Génesis hasta Apocalipsis, presenta de forma explícita y presupone la heterosexualidad como la norma divinamente planeada. De hecho, en lugar de acusar a la Iglesia de hacer que las personas LGBT se sientan incómodas, sería más correcto acusar a la Biblia como un todo de hacer que se sientan así.
Ahora, antes de que yo sea mal entendido (¡y mal citado!), quiero aclarar que una lectura franca de la Biblia deja en claro que todos hemos pecado y no cumplimos con las normas de Dios; que todos nosotros estamos en necesidad de un Salvador, que todos estamos rotos de una manera u otra, y que sin la misericordia de Dios todos estamos perdidos. La Palabra de Dios también deja en claro que Jesús murió por todos los seres humanos por igual y que constantemente se acercó a los marginados y privados de sus derechos, que hoy incluyen especialmente aquellos que se identifican como LGBT.
Dicho eso, la Biblia presenta claramente la heterosexualidad como el modelo previsto por Dios para la raza humana, sancionando los actos sexuales sólo dentro del contexto del matrimonio heterosexual. Pero antes de ampliar esto, permítanme contarles una ilustración útil empleada por mi amigo Larry Tomczak.
Digamos que usted compra un nuevo libro de cocina con recetas de postres saludables, ninguna de las cuales utiliza azúcar. En la introducción del libro la autora explica sus razones para evitar los productos con azúcar, diciéndole que usted encontrará recetas suntuosas de postres dulces, pero todo sin azúcar. Y así, a todo lo largo del libro, la palabra azúcar no se encuentra ni una sola vez, ¡ni siquiera una! ¿Sería correcto concluir que evitar el azúcar no era importante para la autora? Por el contrario, era tan importante que cada receta individual en el libro no hace mención del azúcar.
Es exactamente lo mismo cuando se trata de la Biblia y la homosexualidad. Hay algunas referencias muy fuertes, muy claras a la práctica homosexual—cada una de ellas decididamente negativa—y después no hay ni una sola referencia a la práctica de la homosexualidad en todo el resto de la Biblia. ¿Fue porque evitar la práctica homosexual no era relevante para los autores de las Escrituras? Por el contrario, las únicas relaciones que eran aceptables a los ojos de Dios, o que se consideraban normales para la sociedad eran las relaciones heterosexuales, por lo que la práctica homosexual era o irrelevante (porque no tenía nada que ver con las relaciones ordenadas por Dios del matrimonio y la familia y la sociedad), o, si la mencionaban, condenada explícitamente.
UN MENSAJE COHERENTE
Hagamos un breve repaso de los contenidos de las Escrituras desde el principio hasta el final y veamos lo que la Palabra tiene que decir.
En Génesis 1, Dios crea a la humanidad (‘adam en hebreo) a su propia imagen; los crea varón y hembra y los bendice con estas palabras: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra…” (v. 28). Esto es muy significativo ya que, si bien es cierto que hay hombres impotentes y mujeres estériles, sólo un hombre y una mujer pueden concebir. Y así, desde el principio, cuando los seres humanos fueron creados a imagen de Dios y bendecidos por Él, fuimos creados heterosexuales, bendecidos con un propósito divino que sólo los heterosexuales pueden cumplir.
Por supuesto, estoy plenamente consciente del argumento gay de que los heterosexuales han hecho un buen trabajo al procrear y llenar la tierra y que: (1) no es necesario que las parejas homosexuales procreen, y (2) las parejas homosexuales no impedirán que las parejas heterosexuales procreen. Simplemente estoy diciendo que cuando Dios nos creó a su imagen, nos creó hombre y mujer, y la bendición que habló respecto de nosotros desde el principio fue una bendición heterosexual. Así que, desde el primer capítulo del primer libro de la Biblia, una pareja gay que lea Génesis 1 podría fácilmente sentirse excluida, ya que la singular creación de Dios de nuestra raza presupone la heterosexualidad, o más específicamente, deja claro que Dios nos creó heterosexuales desde el principio.
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