Christine de Pizan - La ciudad de las damas
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- Libro:La ciudad de las damas
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1405
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La ciudad de las damas: resumen, descripción y anotación
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La ciudad de las damas — leer online gratis el libro completo
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La Ciudad de las Damas, considerada una clara anticipación del feminismo moderno, corona una obra que cultiva la poesía, la historia y los temas moralizantes. La argumentación sorprende por su modernidad, abordando temas como la violación, la igualdad de sexos, el acceso de las mujeres al conocimiento, etc., que convierten a este libro en una obra capital para la historia de las mujeres y para el pensamiento occidental en el alba de los tiempos modernos.
Christine de Pizan
ePub r1.1
Titivillus 04.12.17
Título original: Le Livre de la Cité des Dames
Christine de Pizan, 1405
Traducción, prólogo y notas: Marie-José Lemarchand
Prólogo: María Victoria Cirlot
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
Mais se les femmes eussent les livres fait
Je scay de vray qu’autrement fust de fair
Car bien scevent qu’a tort sont encoulpées.
[Si las mujeres hubiesen escrito los libros,
estoy segura de que lo habrían hecho de otra forma,
porque ellas saben que se las acusa en falso].
CRISTINA DE PIZÁN, Épistre au Dieu d’Amours (1399) vv. 417-419
Victoria Cirlot
Así se lo anuncia Rectitud (Derechura, Droiture) a Cristina de Pizán (1368-1430) en el libro segundo de La Ciudad de las Damas: ha comenzado un nuevo reino de mujeres, diferente del antiguo, el de las Amazonas, y fundamentalmente superior, una concepción que deja traslucir el pensamiento tipológico propio de la Edad Media según el cual el Antiguo Testamento anunciaba el Nuevo, clara superación del anterior. La valoración de lo nuevo se justifica en los mismos fundamentos del cristianismo y su reivindicación para la modernidad no constituye sino una muestra de secularización más dentro de la historia de la cultura europea. Pero nueva es La Ciudad de las Damas con su nuevo reino femenino, pues, en efecto, es la primera vez que una mujer se levanta en contra de la tradición masculina para crear una conciencia de género. Esta obra, La Ciudad de las Damas (1404-1405), que se presenta hasta cierto punto como una reescritura de De claris mulieribus de Boccaccio (1361) que circulaba en traducción francesa ya en 1401 (Des Cleres et Nobles Femmes), construye una imagen de la mujer y de la feminidad a partir del modelaje de un pensamiento forjado en diálogo con la cultura, la de los hombres, claro, pues no había otra, tanto la cortés como la clerical, pero sorprendentemente diferente. Y la diferencia estriba en que quien habla, quien escribe, es una mujer.
La primera imagen que se dibuja en el libro corresponde a la de la propia autora. Vemos a la escritora en su estudio (estude) rodeada de infinidad de libros. Ha transcurrido ya gran parte del día y está muy cansada de tanta ardua lectura, la de los filósofos, la de las obras de estudio en general, esa que produce una sensación de extrema gravedad (pesanteur). Por ello, busca algo liviano que pueda distraerla (esbatre), como por ejemplo, la poesía. Pero aquel día por suerte para todos no dio con el libro de un poeta, sino que el azar (me vint d’aventure) quiso que se topara con uno raro (livre estrange) y ése fue nada más y nada menos que el Liber Lamentationum Matheoluli, una obra violentamente misógina escrita en latín en el siglo XIII y que fue traducida al francés en 1399 por Jean Le Fèvre (Lamentations). Pero la lectura no es inmediata, sino que cuando ha descubierto el libro entre tantos otros y ya lo ha elegido como su compañero de noche, tiene que dejarlo porque su madre le llama a cenar. Para que la sopa no se enfríe, Cristina interrumpe su actividad, repitiendo un gesto ampliamente registrado en la literatura europea (no voy a repetir «masculina»). La lectura será aplazada hasta el día siguiente y cuando tiene lugar, efectivamente, comprende que ha engendrado en ella un nuevo pensamiento (ot engendré en moy nouvelle pensee), pues cuando desecha el libro por considerarlo carente totalmente de interés y, decidida a no perder más tiempo, busca otros que le resulten más fructíferos, no puede deshacerse de la pregunta: ¿por qué los hombres, clérigos y otros, se dedican a insultar a las mujeres? Las ideas van y vienen, se multiplican y la inquietan tremendamente. La melancolía se apodera de Cristina y su sol negro se muestra en el gesto característico de la mano en la mejilla (ma main soubz ma joe). Y así, en esa situación sucede la siguiente escena inscrita en una caja de resonancias por todas las otras que recuerda, varía y finalmente transforma.
Escribir: la dificultad de hablar de la escritura induce al uso de metáforas. Otros ámbitos, como la carpintería, la mineralogía, la joyería, han prestado palabras y expresiones para dar cuenta de eso que es escribir. En este caso, escribir es construir y el libro es una ciudad. Cristina está predestinada a construir este libro/ciudad de las damas («un certain edifice en maniere de closture d’une cité fort maçonnée et bien ediffiee qui a toy a faire est predestinee», Libro primero, III) y las tres Damas que le van a ayudar, son las tres aguas vivas como fuentes claras (iij. eaues vives comme en fontaines cleres). Y así los útiles de la escritura se emplean para la obra de construcción dando lugar a curiosas hibridaciones en las que el mortero se coloca junto a la pluma («Coge ya tu pluma como si fuera una pala de allanar el mortero y date prisa para llevar con ardor la tarea», Libro primero, XIV). Las tres Damas ordenan el libro en tres partes: en una primera parte es Dama Razón la que ayuda a la escritora a colocar los fundamentos; en una segunda parte, Dama Rectitud interviene en la construcción de edificios y palacios, y puebla la ciudad; en una tercera parte, es Dama Justicia quien continúa con la población de los habitantes. En todos los casos, fundamentos, edificios, palacios, población, son las historias de las mujeres —bíblicas, míticas, históricas, contemporáneas— las que ejemplifican y atestiguan la querella de Cristina contra la tradición misógina. El valor, la castidad, la fidelidad matrimonial, la capacidad amatoria, y otras muchas cuestiones, son debatidas a lo largo de todo el libro en el que van desfilando mujeres y más mujeres: Fredegonda, Semiramis, las Amazonas, Pentesilea, Zenobia, Artemisia, Camila, Safo, Medea, Circe, Minerva, Dido y otras muchas más sólo en la primera parte. En la segunda, aparecen las profetisas o sibilas, las inventoras, más historias célebres como la de Griselda; las santas se reservan para la tercera y última parte. Cristina dialoga con las Damas Razón, Rectitud y Justicia, y lo hace en contra de Ovidio, Virgilio, el mismo Boccaccio, muchas veces citado, Petrarca. De entre todas estas mujeres destacaría a Dido, que de algún modo aparece como una sombra de la misma Cristina de Pizán, por ser, como ella, fundadora y constructora de una ciudad («Elle fonda et ediffa en la terre d’Auffrike une cité appellee Cartage, de laquelle fu dame et royne. Une cité fist ediffier a merveilles, belle, gran de et forte, qu’elle nomma Cartage», Libro primero, XLVI), de un modo semejante a como Ulises, el otro viajero, funciona en la Commedia como el álter ego de Dante. Aunque es muy probable que cada una de estas mujeres ofreciera a Cristina, como a sus lectoras, un espejo donde mirarse para advertir las semejanzas y diferencias, aspecto que indicaría la función didáctica de la obra, propia del género del
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