• Quejarse

Walter Benjamin - Haschisch

Aquí puedes leer online Walter Benjamin - Haschisch texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1932, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Walter Benjamin Haschisch

Haschisch: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Haschisch" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Walter Benjamin: otros libros del autor


¿Quién escribió Haschisch? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Haschisch — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Haschisch " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
HASCHISCH EN MARSELLA

ADVERTENCIA PREVIA

U no de los primeros signos de que el haschisch comienza a hacer efecto «es un sentimiento sordo de sospecha y de congoja; se acerca algo extraño, ineludible…, aparecen imágenes y series de imágenes, recuerdos sumergidos hace tiempo; se hacen presentes escenas y situaciones enteras; provocan interés por de pronto, a ratos goce, y finalmente, si uno no se aparta de todo ello, cansancio y pena. Queda el hombre sorprendido y dominado por todo lo que sucede, incluso por lo que él mismo dice y hace. Su risa, todas sus expresiones choca con él como sucesos exteriores. Alcanza también vivencias que se avecinan a la inspiración, a la iluminación… El espacio se ensancha, se hace escarpado el suelo, se presentan sensaciones atmosféricas: vaho, opacidad, pesadez del aire; los colores, se vuelven más claros, más luminosos; los objetos son más bellos o más toscos y amenazadores… Todo lo cual no se realiza en una evolución continua, sino que lo típico es más bien un cambio ininterrumpido del estado de vigilia al del ensueño, un permanente ser arrojado y zarandeado, que termina por resultar agotador, entre mundos de consciencia enteramente diversos; este hundirse o emerger puede ocurrir en pleno proceso… De todo ello nos informa el drogado de una manera que la mayoría de las veces se aparta considerablemente de lo normal. A causa del desgajamiento, con frecuencia repentino, de cada recuerdo respecto de lo habido anteriormente se hacen difíciles los contextos; el pensamiento no llega a configurarse en palabra; la situación puede convertirse en una alegría tan imperiosa que durante minutos el mascador de haschisch no es capaz de nada más que de reír… El recuerdo de la embriaguez es sorprendentemente nítido». «Resulta notable que hasta ahora no se haya elaborado experimentalmente el envenenamiento por haschisch. La mejor descripción de la embriaguez por haschisch procede de Baudelaire en Les Paradis artificiels».

Marsella, 29 de julio. A las siete de la tarde, tras larga vacilación, tomo haschisch. Durante el día había estado en Aix. Con la certeza incondicional de que en esta ciudad de cientos de miles de habitantes, en la que nadie me conoce, no podrá molestárseme, me tumbo en la cama. Y me molesta, sin embargo, un niño pequeño que llora. Pienso que han transcurrido tres cuartos de hora. Pero sólo son veinte minutos… Estoy, pues, tumbado en la cama, leyendo y fumando. Frente a mí la vista sobre el vientre de Marsella. La calle que he visto tantas veces como un corte hecho por un cuchillo.

Abandoné, por fin, el hotel; el efecto me pareció brillar por su ausencia o ser tan débil que podía omitir la prudencia de quedarme en la habitación. Primera estación en el café de la esquina Canebière y Cours Belsunce. Visto desde el puerto a la derecha, por tanto, no el que me es habitual. ¿Y entonces? Sólo el cierto bienestar, la expectación de ver que las gentes vienen a mi encuentro amablemente. El sentimiento de soledad se pierde bien deprisa. Mi bastón empieza a depararme una alegría especial. Me vuelvo tan delicado: temo que pueda dañar a un papel una sombra que cae sobre él. La náusea desaparece. Leo los letreros de los urinarios. No me asombraría que éste y el otro viniesen hacia mí. Pero no lo hacen y tampoco me importa. Me resulta, empero, este lugar demasiado ruidoso.

En seguida cobran vigencia las pretensiones que sobre el tiempo y el espacio hace el comedor de haschisch. Es sabido que son absolutamente regias. Para el que ha comido haschisch, Versalles no es lo bastante grande y la eternidad no dura demasiado. Y en el transfondo de estas inmensas dimensiones de la vivencia interior, de la duración absoluta y de un mundo espacial inconmensurable, se detiene un humor maravilloso, feliz, tanto más grato cuanto que el mundo espacial y temporal es contingente. Siento ese humor en grado infinito cuando me entero de que ya no se sirve nada caliente en el restaurante Basso. Entretanto tomo acomodo y me siento a la mesa para una eternidad. No por eso fue luego menos fuerte la sensación de que todo aquello era y seguiría siendo resonante, visitado, vivido. Debo anotar cómo encontré mi sitio. Me interesaba la vista sobre el Vieux-Port, vista que se tiene desde los pisos altos. Al pasar por debajo divisé una mesa libre en la terraza del segundo piso. Pero acabé por no llegar más que hasta el primero. La mayoría de las mesas junto a las ventanas estaban ocupadas. Me dirigí entonces a una muy grande que quedaba libre en ese instante. Al tomar asiento me di cuenta de la desproporción: me avergoncé de ocupar una mesa tan grande y atravesé todo el piso hasta el extremo opuesto para tomar un sitio más pequeño que sólo desde allí resultaba visible.

Pero se comía más tarde. Primero el pequeño bar en el puerto. Estaba a punto de volver atrás desconcertado, ya que parecía venir de allí un concierto de orquesta para instrumentos de viento. Pude con todo darme cuenta de que no era otra casa que el clamoreo de las bocinas de los coches. Camino, del Vieux-Port, esa maravillosa ligereza y esa determinación en-el paso que convertían el desarticulado piso de piedra de la gran plaza por la que andaba, en suelo de un camino vecinal por el que, tal un fornido caminante, marchaba de noche. Evité la Canebière a aquella hora, ya que no estaba del todo seguro de mis funciones reguladoras. En aquel pequeño bar del puerto empezó el haschisch a desarrollar su verdadero hechizo canónico con una virulencia tan primitiva como apenas la había vivido yo antes. A saber, me convirtió en un fisónomo, o al menos en un contemplador de fisionomías; viví entonces algo por completo único en mi existencia: devoraba literalmente los rostros que tenía a mi alrededor y que eran, en parte, de destacada fealdad o rudeza. Rostros que, por regla general hubiese evitado por dos razones: por no desear atraer sobre mí sus miradas y por no soportar su brutalidad. Aquella taberna del puerto era un puesto bastante alejado. (Creo que el último que me quedaba de los accesibles sin peligro, de los que, en la embriaguez, hubiese medido con la misma seguridad con la que, hondamente cansado, llenaría un vaso de agua hasta el mismísimo borde sin derramar una sola gota, tal y como jamás se logra con los sentidos frescos). Suficientemente alejado de la rue Bouterie, pero sin que se sentase en él un solo burgués; a lo sumo un par de familias de la pequeña burguesía del vecindario junto al proletariado de los muelles. Comprendí entonces de pronto cómo a un pintor —¿no le sucedió a un Rembrandt y a muchos otros?— puede la fealdad parecerle el verdadero depósito de la belleza, mejor aún el guardián de su tesoro, la montaña partida con todo el oro de lo bello dentro relumbrando entre arrugas, miradas, rasgos. Me acuerdo especialmente de un rostro masculino vulgar, de una animalidad sin límites, en el que me conmovió, de súbito, la «arruga de la renuncia». Fueron, sobre todo, rostros masculinos los que me embelesaron. Empezó en seguida un juego que se mantuvo largamente: en cada cara nueva surgía ante mí un conocido; con frecuencia sabía su nombre, pero a menudo no; la ilusión se desvaneció como las ilusiones se desvanecen en sueños, a saber sin vergüenza ni compromiso, sino en paz y amigablemente como algo que ha cumplido con su obligación. En estas circunstancias no podría ya hablarse de soledad. ¿Era yo mi propia compañía? Quizá, aunque no tan a las claras. Tampoco sé si algo semejante hubiese podido hacerme feliz. Sino más bien esto otro: me convertí en mi propio alcahuete, el más vivo, el más tierno, el más desvergonzado, y atraía hacia mí las cosas con la seguridad ambigua de quien ha estudiado y conoce a fondo los deseos de su cliente. Empezó a durar una eternidad y media hasta que apareció otra vez el camarero. O más bien no soportaba yo esperar hasta que apareciese. Me fui al recinto del bar y pagué en la barra. No sé si en aquel local se acostumbraban las propinas. En cualquier otro caso hubiese dado algo. Pero el haschisch me hizo ayer tacaño; por miedo a llamar la atención con extravagancias, conseguí que todos se fijasen en mí.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Haschisch»

Mira libros similares a Haschisch. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Gershom Scholem - Walter Benjamin
Walter Benjamin
Gershom Scholem
Walter Benjamin - Sueños
Sueños
Walter Benjamin
Walter Benjamin - Radio Benjamin
Radio Benjamin
Walter Benjamin
Walter Benjamin - Libro I/Vol. 2
Libro I/Vol. 2
Walter Benjamin
Walter Benjamin - Libro I/Vol. 1
Libro I/Vol. 1
Walter Benjamin
Walter Benjamin - Libro II/Vol. 1
Libro II/Vol. 1
Walter Benjamin
Walter Benjamin - El París de Baudelaire
El París de Baudelaire
Walter Benjamin
Walter Benjamin - Dirección única
Dirección única
Walter Benjamin
Walter Benjamin - Diario de Moscú
Diario de Moscú
Walter Benjamin
Walter Benjamin - Desembalo mi biblioteca
Desembalo mi biblioteca
Walter Benjamin
Reseñas sobre «Haschisch»

Discusión, reseñas del libro Haschisch y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.