Modesto Lafuente - Historia General de España - VI
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Historia General de España - VI: resumen, descripción y anotación
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Esta monumental obra se publicó en 29 volúmenes entre 1850 y 1866, año en que muere su autor, Modesto Lafuente.
Este sexto volumen nos conduce desde los reinado de Alfonso V el Magnanimo (1416-1458) en Aragón y de Juan II (1419-1454) en Castilla, hasta la toma de Baza por los Reyes Católicos el 4 de diciembre de 1489 y de Almería el 30 de diciembre del mismo año.
Modesto Lafuente
Historia General de España 06
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pipatapalo 10.02.16
[1] Había don Fernando dejado en su testamento a su hijo segundo don Juan los estados de Lara, Medina del Campo, el ducado de Peñafiel, el condado de Mayorga, Castrojeriz, Olmedo, Villalón, Haro, Bellborado, Briones, Cerezo y Montblanch: a don Enrique el condado de Alburquerque y el señorío de Ledesma, Salvatierra, Miranda, Montemayor, Granada y Galisteo, con las cinco villas de Castilla: a don Sancho, Montalbán y Mondéjar, pero este murió antes que su padre: a don Pedro las villas de Terraza, Villagrasa, Tárrega, Elche y Crevillente: a las infantas doña María y doña Leonor, cincuenta mil libras barcelonesas a cada una.
Don Juan, a quien su padre había dado el gobierno de Sicilia, había sido llamado de aquel reino por su hermano Alfonso V, rey ya de Aragón, temeroso de que los sicilianos quisieran alzarle por rey. Frustrado su matrimonio con la reina Juana de Nápoles, según en el anterior capítulo referimos, resolvió después casar con doña Blanca de Navarra, viuda del insigne rey don Martín de Sicilia, o hija de Carlos el Noble de Navarra y heredera presunta de este reino.—Don Enrique era maestre de Santiago, y aspiraba a la mano, que al fin obtuvo, de la infanta doña Catalina, prima suya, y hermana del rey don Juan.
[2] Don Álvaro había casado también en Talavera con doña Elvira, hija de Martín Fernández Portocarrero, señor de Moguer, y el rey le dio algunos lugares que habían sido de su padre.
[3] Crónica de don Juan II, págs. 187 a 216.—Por este tiempo nació en Illescas la primera hija del rey don Juan II, a quien se puso también por nombre doña Catalina, y fue reconocida y jurada como heredera del trono para el caso en que faltase sucesión varonil. Se le dio por aya la mujer de don Álvaro de Luna, doña Elvira Portocarrero.—Murió en este año, el célebre arzobispo de Toledo don Sancho de Rojas, que tanta parte había tenido hacia muchos años en el gobierno y en los negocios públicos del reino.
[4] Crónica de don Álvaro, tit. XIV.
[5] Estas ciudades eran Burgos, Toledo, León, Sevilla, Córdoba, Murcia, Jaén, Zamora, Segovia, Ávila, Salamanca y Cuenca. Por esto se ve ya la disminución del número de las ciudades de voto en cortes.
[6] «Fallesció súpitamente (dice la Crónica), habiéndose levantado sano e alegre, e vinole un tan gran desmayo que no pudo más hablar de quanto dixo que llamasen a la reina doña Blanca, su hija, mujer del infante don Juan, la qual vino luego é no le pudo ninguna cosa hablar».
[7] Es curioso observar los medios que en aquel tiempo se empleaban para comunicar con rapidez una noticia, y esto mismo nos da idea de la lentitud con que se hacían las comunicaciones. Dice la Crónica que era tan vivo el deseo del rey de Aragón de saber la salida del infante, su hermano, del castillo de Mora, que había dado órdenes para que en el momento de la salida se encendiesen fogatas en las cumbres de todas las sierras, y que merced a esta industria en día y medio llegó a Aragón la noticia de la libertad del infante. Crón., pág. 234.
[8] Crónica de don Álvaro, títulos XVI y XVII.—Id. de don Juan II, págs. 239 a 246.
[9] Pérez de Guzmán, Crón. de don Juan II, págs. 247 a 304.
[10] Conde, Domin. de los Árabes, part. IV, caps. 29 y 30.—Pérez de Guzmán, Crónica a los años correspondientes.
[11] El que nuestra Crónica llama Don Mahoma Abenazar el Izquierdo.
[12] La Crónica dice que «los moros eran tantos, que se estimaban en cinco mil de caballo, e doscientos mil peones», cifra que nos parece exagerada.
[13] La fuente Alcántara, Historia de Granada, tom. III.—La Crónica de don Juan II, pág. 319, enumera todos los prelados, grandes, caballeros y campeones que concurrieron a esta batalla. —La de don Álvaro, título XXXVIII, refiere algunas proezas del condestable.—El Bachiller Cibdarreal, que fue testigo de ella, dice que «los muertos e feridos (de los moros) serían bien más de 30 000». Centón, Epístola 51.—Los Árabes de Conde, confiesan «que nunca el reino de Granada padeció más notable pérdida que en esta batalla». Domin., part. IV, cap. 30.—Según el Padre Sigüenza, esta batalla de Sierra Elvira es una de las que Felipe II hizo pintar en el monasterio del Escorial en la sala llamada de las Batallas, copiada de un antiguo lienzo. Hist. del Orden de San Jerónimo, pág. 4, lib. 4.
[14] La Crónica de don Juan II apunta una especie singular, a saber, que corrió la voz de que los moros de Granada en un presente de pasas o higos que hicieron al condestable le enviaron multitud de monedas de oro, y que por aquella causa influyó en que se levantara el campo. Pero habiendo sido esta crónica ordenada por Fernán Pérez de Guzmán, señor de Batres, uno de los conjurados contra don Álvaro de Luna, debemos mirar como calumniosa esta especie, y como tal la trata el Bachiller Cibdarreal, que dice haber probado él mismo los higos.
[15] El que nuestra Crónica llama infante Benalmao.
[16] Crónica de don Álvaro, tit. XLI.
[17] Crónica de don Juan II, pág. 341.
[18] Crónica de don Juan II, Años 34 a 38.—Conde, Domin., part. IV, caps. 30 y 31.—Cibdarreal, Centón, Epistol.—Zúñiga, Anal. de Sevilla.
[19] La letra del tratado ocupa en la Crónica de don Juan II, 16 páginas en folio.
[20] Hállanse estas ordenanzas en la Crónica de Fernán Pérez, págs. 291 a 364, y algunas se conservan todavía en la Novísima Recopilación.
[21] Eran entonces los dos príncipes de edad de 12 años cada uno.
[22] Del célebre Paso Honroso de Suero de Quiñones, daremos cuenta en otro lugar.
[23] Crónica de don Juan II, pág. 411.—En aquellas justas murieron algunos caballeros y salieron heridos otros, a causa de que las lanzas con que lidiaban llevaban puntas de hierro acerado.—Por aquellos días (septiembre 1440) murió el adelantado mayor Pedro Manrique, cuya prisión había motivado todas aquellas alteraciones y turbulencias.
[24] Era hijo de Alfonso Téllez Girón, señor de Belmonte: habíale puesto el condestable don Álvaro al lado del príncipe, el cual llegó a amarle tanto, «que ninguna cosa hacía más de cuanto él mandaba». De modo que la situación del infante para con don Juan Pacheco era la reproducción de la de su padre el rey don Juan para con don Álvaro de Luna.
[25] Crónica de don Juan II, pág. 436.—Id. de don Álvaro, tít. 48.
[26] No obstante, si hubiéramos de dar fe al cronista Pérez de Guzmán en todo lo relativo a don Álvaro, hallándose el rey en Toro los partidarios del condestable comenzaron a hacer una mina que desde fuera de la ciudad entrase en el castillo donde celebraban sus consejos el rey, el de Navarra, el infante de Aragón y los demás caballeros, con el fin de que todos quedaran allí muertos cuando deliberaban: «lo cual, añade, como fuese descubierto, dio gran causa de sospecha al rey de Navarra y al infante, y a todos los otros caballeros, y el rey se partió de allí para Valladolid». Pág. 465. Esta noticia tiene para nosotros ciertos caracteres de inverosimilitud, así por la dificultad que presentaba hacer un trabajo de aquella naturaleza, hallándose la ciudad ocupada por los reyes y por los principales personajes enemigos y vencedores del condestable, como por no indicar el cronista, siendo tan minucioso en todo, que se hubiesen hecho ni castigos, ni proceso, ni averiguaciones siquiera acerca de los que intentaron ejecutar tan horrible atentado.
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