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Modesto Lafuente - Historia General de España - VII

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Modesto Lafuente Historia General de España - VII

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Esta monumental obra se publicó en 25 volúmenes entre 1850 y 1866 año en que - photo 1

Esta monumental obra se publicó en 25 volúmenes entre 1850 y 1866, año en que muere su autor, Modesto Lafuente. Fue continuada por Juan Valera con la colaboración de Andrés Borrego y Antonio Pirala.

Este séptimo volumen (edición de 1889) comienza con la rendición y entrega de Granada (1490-1492) terminando con la regencia del cardenal Cisneros (1516-1517) .

Grandes hechos ocurrieron durante este periodo como: la expulsión de los judíos, el descubrimiento del Nuevo Mundo, las guerras de Italia con la figura destacada de Gonzalo Fernández de Córdoba el Gran Capitán, la reforma de las ordenes religiosas, la rebelión de las Alpujarras o las conquistas de Orán y Navarra.

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Modesto Lafuente

Historia General de España - VII

Historia General de España 07

ePub r1.0

pipatapalo 12.04.16

CAPÍTULO IX

CRISTÓBAL COLÓN. DESCUBRIMIENTO DEL NUEVO MUNDO

De 1470 a 1493

Quién era Colón.—Su patria, educación y juventud.—Cómo vino a Lisboa.—Progresos de los portugueses en la náutica en el siglo XV.—Ideas de Colón respecto a los mares de Occidente.—Presenta su proyecto al rey de Portugal, y es desechado.—Viene Colón a España: sus primeras relaciones: propónese su plan a los reyes.—Situación de Castilla en este tiempo.—Consejo de sabios en Salamanca.—Es desaprobado en él el proyecto de Colón.—Determina salir de España.—Es llamado a la corte.—Recíbele Isabel y acoge su plan.—Tratado entre Colón y los reyes de España.—Prepara su primera expedición.—Parte la flotilla del pequeño puerto de Palos.—Fernando e Isabel en Aragón.—Atentado contra la vida del rey en Barcelona: conducta de Fernando: comportamiento de los catalanes.—Recobra Fernando los condados de Rosellón y Cerdaña.—Noticias del regreso de Cristóbal Colón.—Desembarca en Palos.—Descubrimiento del Nuevo Mundo.—Festejos, alegría general en toda España: asombro universal.—Colón a la presencia de los reyes en Barcelona.—Honores que recibe.—Relación de su viaje.—Sus trabajos: su constancia y su fe.—Primeros descubrimientos.—Las Lucayas.—Cuba.—La Española.—Toma posesión de aquellas tierras en nombre de la corona de Castilla.—Desastre en la flota.—Conducta del capitán Alonso Pinzón.—Fundación de un fuerte y una colonia en la Española.—Regreso de Colón a España.—Mercedes que le hicieron los reyes: título de almirante: nobleza: su escudo de armas.—Preparativos para el segundo viaje.—Grave cuestión con Portugal.—Famosa linea divisoria tirada por el papa de polo a polo, y célebre partición del Océano.—Arréglase la contienda entre España y Portugal; tratado de Tordesillas.—Segundo viaje del almirante Colón.—Nuevos descubrimientos.—La Dominica, Marigalante, Guadalupe: islas de los Caribes: peligros: hazañas de Alonso de Ojeda.—Otras islas.—Puerto Rico.—Desastrosa suerte de la colonia española en Haití.—Conflicto de Colón: abatimiento en la escuadra.—Fundación de la ciudad de Isabela.—Enfermedades en la colonia.—Descubrimiento de las montañas del Oro.—Vuelve la mayor parte de la flota a España.—Se renueva el entusiasmo general.

¿Cómo habían de pensar los conquistadores de Granada que la metrópoli del imperio muslímico español que acababan de ganar para el cristianismo había de ser una adquisición insignificante, en comparación de las inmensas posesiones que allá en otro mundo habían de conquistar sus armas, y con que habían de enriquecer la corona de Castilla? ¿Y cómo habían de pensar en las conquistas de otro mundo, si ignoraban que este mundo existía? Y sin embargo había este mundo, que la Providencia tenía destinado a engrandecer la nación que más que otra alguna del globo había luchado con heroísmo, con constancia y con fe contra los enemigos de la religión y del nombre cristiano. ¿De dónde había de venir, y quién había de obrar este prodigio que nadie esperaba?

«Un hombre oscuro y poco conocido, dice un ilustrado escritor español, seguía a la sazón la corte. Confundido en la turba de los importunos pretendientes, apacentando su imaginación en los rincones de las antecámaras con el pomposo proyecto de descubrir un nuevo mundo, triste y despechado en medio de la alegría y alborozo universal, miraba con indiferencia y casi con desprecio la conclusión de una conquista que henchía de júbilo todos los pechos y parecía haber agotado los últimos términos del deseo. Este hombre era Cristóbal Colón».

Este personaje, oscuro y desconocido entonces, ilustre y célebre después, era natural de Génova, hijo de un cardador de lana, industria no reputada por innoble en aquella república y en aquella época. Cristóbal era mayor que sus dos hermanos Bartolomé y Diego, que después tomaron tanta parte en sus trabajos y en sus glorias. Dedicóle su padre desde muy niño al estudio de la latinidad, de las matemáticas, de la geografía y astronomía en la universidad de Pavía. Su genio le inclinaba con ardor a la ciencia geográfica y a la náutica, y Génova, ciudad marítima, ofrecía abundancia de atractivos y proporciones a los jóvenes fogosos, activos y emprendedores como Colón. Hizo pues varias expediciones navales por el Mediterráneo, y parece estuvo ya encargado de arriesgadas empresas náuticas con motivo de las guerras de Nápoles producidas entonces por las pretensiones de los duques de Anjou. De todos modos Cristóbal Colón no era ya un marino vulgar, cuando en 1470, a consecuencia de un terrible combate naval, según unos, de un naufragio según otros, o guiado por su instinto, o conducido por la Providencia, arribó a Lisboa, centro entonces de atracción para los geógrafos y navegantes de todo el mundo.

Porque en el siglo XV, en ese siglo que mereció señalarse con el glorioso título de siglo de los descubrimientos, debido al entusiasmo por las expediciones marítimas y al desarrollo y progresos de la ciencia náutica, era el pequeño reino de Portugal el que marchaba al frente de los adelantos en la navegación, el centro donde concurrían los espíritus aventureros de todos los países. Merced al superior talento, al celo y a la magnificencia del príncipe Enrique, hijo de Juan I, la marina portuguesa se distinguía por sus atrevidas expediciones, por sus conocimientos geográficos y marítimos, por la grandiosidad de sus empresas y la extensión de sus descubrimientos. La aguja de marear se generalizó entre los portugueses, los marineros adquirieron nueva audacia, habían doblado promontorios hasta entonces espanto de los navegantes, entre ellos el cabo Bojador, suceso que los escritores de aquel tiempo pintaron como superior a los trabajos de Hércules.

Este era el país que parecía convenirle a Colón, cuyo genio y cuyos conocimientos le llamaban a salir de los estrechos mares de la Liguria. Cuando llegó a Lisboa se hallaba en el vigor de su vida, pues contaba sobre 34 años de edad. Allí adquirió amorosas relaciones y se casó con la hija de un piloto italiano (llamada Felipa Muñiz o Moñis de Palestrello), famoso navegante del tiempo del príncipe Enrique, y gobernador que había sido de la isla de Puerto Santo. Su viuda, conociendo la pasión de su nuevo yerno a los estudios marítimos, le entregó todos los papeles, cartas, diarios, apuntes e instrumentos que de su difunto esposo le habían quedado, y que fueron verdaderos tesoros para Colón, puesto que por ellos conoció las navegaciones de los portugueses, sus planes y sus ideas, y su lectura y estudio le ayudaron a discurrir sobre la navegación por el Occidente y la India, y le excitaron a viajar con los portugueses por las costas de Guinea y de Etiopía. Esto le proporcionó también vivir algún tiempo en la isla de Puerto-Santo, donde su mujer había heredado alguna propiedad, y allí tuvo a su hijo primogénito Diego. El tiempo en que no navegaba le empleaba en dibujar y levantar cartas geográficas que vendía y de que sacaba para sustentar a su familia, y sus mapas le iban dando grande reputación de entendido cosmógrafo entre los sabios. Uno de estos fue el docto florentino Pablo Toscanelli, cuya correspondencia le fue utilísima, y el cual contribuyó poderosamente a alentarle en sus estudios y en los grandes proyectos que ya Colón traía en su mente. Acaso también fue el que le dio a conocer las magníficas y maravillosas narraciones del veneciano Marco Polo, que entonces se consideraban como fabulosas, acerca de las opulentas regiones del Asia, de Cipango y de Cathay, de los países del oro y de las perlas. Ellas ayudaron a Colón a fijarse en el pensamiento de llegar por el Occidente a las costas de Asia, o de la India, como él la llama siempre, suponiendo extenderse aquella parte del globo hacia Oriente hasta comprender la mayor parte del espacio desconocido.

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