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Julius Evola - Metafísica del sexo

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Julius Evola Metafísica del sexo
  • Libro:
    Metafísica del sexo
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1958
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En este profundo y riguroso estudio sobre el sexo y la sexualidad Julius Evola - photo 1

En este profundo y riguroso estudio sobre el sexo y la sexualidad, Julius Evola pone al descubierto la naturaleza trascendente del eros humano, cuyas claves encuentra en la esfera del mito y de lo sagrado, y nos ofrece un vastísimo panorama de las concepciones existentes sobre el sexo en las distintas civilizaciones, así como su utilización en prácticas rituales, iniciáticas, mágicas o extáticas.

Julius Evola Metafísica del sexo ePub r10 Titivillus 230216 Título - photo 2

Julius Evola

Metafísica del sexo

ePub r1.0

Titivillus 23.02.16

Título original: Methaphysics of Sex. Eros and the Mysteries of Love

Julius Evola, 1958

Traducción: Francesc Gutiérrez

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

Notas 1 J Péladan La Science de lAmour Amphithéâtre des sciences mortes - photo 3

Notas

[1] J. Péladan, La Science de l’Amour (Amphithéâtre des sciences mortes), París, 1911, p. 102.

[2] C. Mauclair, Essais sur l’amour II. La magie de l’amour, París, 1918, p. 236.

[3] Havelock Ellis, Studies in the Psychology of Sex, vol. III, Philadelphia, 1909, p. VII.

[4] Tiene razón L. T. Woodward cuando ve una forma de sadismo psicológico en las mujeres de hoy que «ponen su cuerpo bien a la vista, pero añadiendo la inscripción simbólica de “prohibido tocar”. Por todas partes hay adeptas de esta forma de tormento sexual: la muchacha que se presenta en bikini reducido al mínimo, la señora de escote provocador, la muchachita que camina contoneándose por la calle con pantalones ajustadísimos o con una minifalda que deja ver más de medio muslo, que desean que la miren pero no que la toquen, y dispuestas todas ellas a indignarse enseguida».

[5]Cf. J. Evola, Rivolta contro il mondo moderno, 3ª ed., Roma, 1969, p. 395-396; y nuestro comentario de la antología de J. J. Bachofen, Le Madri e la virilità olimpica, Milano, 1949, p. 14 ss. También es signo de la llegada de la «edad oscura» el que «los hombres se someten a las mujeres y son esclavos del placer, opresores de sus amigos, de sus maestros y de quien merece respeto» (Mahânirvâna-tantra, IV, 52).

[1] P. Bourget, Physiologie de l’amour moderne. Fragments posthumes d’un ouvrage de Claude Larcher recueillis et publiés par Paul Bourget, París, 1891, p. 24. Como corolario: «Todo amante que busque en el amor otra cosa que el amor, desde el interés hasta la estima, no es un amante» (Ibíd.).

[2]Cf. H. T. Moore, D. H. Lawrence’s letters to Bertrand Russell, Gotham Book Man, en concreto la carta del 8 de diciembre de 1915,

[3] J. Péladan, La science de l’amour, op. cit., p. 210.

[4] E, Morselli, Sessualità umana, Milano 2ª ed., 1944.

[5] L. Klages, Vom kosmogonischen Eros, Jena y ed., 1930, p. 25.

[6] Son excepción los casos en los que, paralelamente a una sacralización de las uniones, en ciertas culturas antiguas se buscaba una fecundación querida y consciente, ligada a veces a estructuras simbólicas y a formas de evocación (por ejemplo en la India y el Islam). Hablaremos de ello más adelante. De todas formas, incluso en este tipo de casos, en el mundo clásico se distinguía no sólo entre las uniones destinadas a tal fin, sino también entre las mujeres que habían de emplearse según los objetivos perseguidos. Así, se atribuyen a Demóstenes estas palabras, sacadas de su discurso contra Neera: «Tenemos las hetairas para la voluptuosidad, las concubinas para el cuidado diario del cuerpo, las esposas para tener hijos legítimos y para guardar fielmente la casa».

[7] V. Soloviev, Le sens de l’amour, París, 1941, p. 7-8, 9, 10-11.

[8] A. Joussain, Les passions humaines, París, 1928, p. 171. Entre otros datos, se ha podido establecer la frecuentísima esterilidad de las mujeres más sensuales, incluso en el plano más crudamente fisiológico: y el análisis de la sustancia que en ellas previene la fecundación durante el acto sexual ha servido hace poco de base a una de las variantes de seroprofilaxis anticonceptiva (cf. A. Cucco, L’amplesso e la frode, Roma, 1958, p. 573 ss).

[9] V. Soloviev, op. cit., p. II.

[10] A. Schopenhauer, Die Welt als Wille und Vorstellung, II, cap. IV (Metaphysik der Geschlechtsliebe), Cotta, Berlin-Stuttgart, vol. VI, p. 88-89.

[11]Ibíd., p. 90 ss., 96.

[12] André Malraux pone en boca de uno de sus personajes las palabras siguientes: «Siempre tenemos necesidad de una droga, Este país [la China] tiene el opio; el Islam tiene el hachís, Occidente tiene la mujer… El amor es tal vez el medio que Occidente emplea de preferencia».

[13] S. Freud, Jenseits des Lustprinzips, Leipzig-Wien, 2ª ed., 1921.

[14] P. Piobb, Vénus, la déesse magique de la chair, París, 1909.

[15] C. S. Féré, L’instinct sexuel, París, 1865, p. 6.

[16] Esto se verifica sobre todo en aquellos que no sueñan en blanco y negro como la mayoría de las personas, sino que sueñan en colores.

[17] También se ha establecido que, en algunos animales, la saturación hormonal, en la que algunos autores quisieran ver la causa de la excitación sexual, no se produce más que en el momento del coito. Cf. A. Hesnard, Manuel de sexologie, París, 2ª ed., 1951, p. 65.

[18] L. Pin, Psicologia dell’amore, Milano, 1944, p. 145: «El sentimiento es a veces de tal intensidad que se vuelve sufrimiento, y ejerce en los procesos sexuales una acción inhibidora».

[19] H. Ellis, Studies in the Psychology of Sex, vol. III, Philadelphia, 1908, p. 7. Cf. A. Hesnard, op. cit., p. 13: «Puede decirse que en su aspecto esencial en el hombre, es decir, en su aspecto psíquico, la sexualidad puede tener un desarrollo considerable al tiempo que prescinde totalmente de la colaboración del sistema genital».

[20] De modo que lo que cuentan que le dijo una muchacha americana a su compañero tras el acto sexual: Do you feel better now, darling?, tal vez no sea sólo un chiste.

[21] Como traducción por reflejo de este fenómeno existencial, pueden citarse estas palabras que E. M. Remarque (Drei Kameraden, Düsseldorf, 1955, p. 187) pone en boca de uno de sus personajes: «Ahora veía de golpe, por el simple hecho de estar junto a él, que yo podía ser algo para un ser humano. Cuando lo dices parece muy simple, pero si lo reflexionas, sientes que es algo inmenso, sin límites: algo que puede destruirte y transformarte totalmente. Es el amor, y es del otro».

[22] A este respecto, pueden encontrarse observaciones interesantes, referidas también a ciertas poblaciones de la Italia meridional, en la novela de C. Levi, Cristo si è fermato a Eboli, Torino, 4ª ed., 1946, p. 93. Aquí puede presentirse el sentido último de la regla islámica de la purdah, de la segregación de las mujeres.

[23] M. Ficino, Sopra lo amore, Levasti, VII, 7: «Con justicia situamos en la sangre la fiebre del amor». Respecto al proceso, cf. VII, 4-7 y 10, donde sin embargo hay que pasar por alto la ingenua concepción según la cual hay imágenes casi materiales transportadas por la mirada de un ser a otro. VII, 11: en el amor vulgar (entendido aquí como amor corriente, por oposición al amor platónico) «la agonía de los amantes dura mientras dure este trastorno (=perturbatio) inducido en las venas por el llamado mal de ojo». Cf. G. B. Della Porta,

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