Eligio R. Montero - 1921, diario de una enfermera
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- Libro:1921, diario de una enfermera
- Autor:
- Editor:Grupo Planeta
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- Año:2017
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1921, diario de una enfermera: resumen, descripción y anotación
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El 22 de julio de 1921 llegan a Madrid las horribles noticias sobre el Desastre de Annual, una de las batallas más sangrientas a las que el Ejército español se enfrentó en el norte de África. Las Damas Enfermeras, jóvenes aristócratas formadas por la reina Victoria Eugenia, abandonan sus vidas de lujo y se movilizan para acudir en ayuda de los miles de heridos que colapsan los hospitales. Laura, una de ellas, se desplaza hasta allí en busca de respuestas sobre la repentina e inexplicable desaparición del capitán de aviación del que está enamorada. Pero lo que encontrará en Melilla no es lo que esperaba. El amor por su piloto se verá puesto a prueba cuando atienda a un misterioso héroe con el rostro vendado que no recuerda nada de su pasado.
Laura se enfrentará a todo su mundo para atender los horrores de la guerra, recorriendo el camino que la llevará a ser una mujer, de verdad, libre.
A Rocío y a Marcos
He tenido bajo mi responsabilidad más vidas humanas que ningún hombre o mujer antes. Y atribuyo mi éxito a esto: nunca doy o acepto una excusa. En eso veo mi diferencia con muchos hombres. Cuando ocurre un desastre, yo actúo y ellos buscan excusas.
«Carta a Miss H. Bonham Carter, 1861»
F LORENCE N IGHTINGALE
La memoria cree antes de que el conocimiento recuerde. Cree mucho más tiempo que recuerda, mucho más tiempo del que tarda el conocimiento en preguntarse.
Luz de agosto
W ILLIAM F AULKNER
Inglaterra, 1940
Melilla ya no es Melilla,
Melilla es un matadero
donde van los españoles
a morir como corderos.
Esta tonadilla es lo primero que me viene a la cabeza cuando pienso en el Desastre. No son los muertos y los heridos, ni las noticias que nos iban llegando a la Península, ni las posiciones rebosantes de cadáveres que se descubrieron al retomar el territorio, ni siquiera el momento terrible en que desenterramos el cuerpo de Laura junto a la carretera de Nador. Cuando dejo flotar la memoria a capricho y vuelvo a aquellos días, veo a unas niñas jugando a la comba mientras cantan esa canción.
Acababa de ser nombrado teniente auditor del Cuerpo Jurídico Militar y sabía que en un mes me enviarían a Melilla. No porque lo quisiera sino porque era el nuevo y allí nos enviaban, los mandos decían que a curtirnos, pero creo que era porque a nadie le gustaba un destino donde los lugareños te querrían ver muerto y tus compatriotas te querrían ver lejos. De hecho, oí a un legionario decir que preferiría vérselas de frente con toda la harka de Abd el-Krim antes que sentarse en la cantina junto a un picapleitos militar. Aun así, era un ascenso, estaba feliz e iba a celebrar el nombramiento con unos cuantos amigos en el Café Gijón.
Me crucé con esas niñas en el paseo de Recoletos. Teniendo en cuenta que Melilla era mi destino, no pude evitar un estremecimiento. Las pequeñas, acabada la cancioncilla pero no el juego, volvieron a empezar:
En el Barranco del Lobo
hay una fuente que mana sangre
de los españoles
que murieron por la patria.
Pobrecitas madres,
cuánto llorarán al ver
que sus hijos en la guerra están.
Ni se lavan ni se peinan,
ni se ponen la mantilla
hasta que vuelvan sus novios
de la guerra de Melilla.
Pobrecitas madres,
cuánto llorarán al ver
que sus hijos en la guerra están.
Melilla ya no es Melilla,
Melilla es un matadero
donde van los españoles
a morir como corderos.
Y así, una y otra vez, mientras saltaban y reían.
En el Barranco del Lobo, hacía ya doce años, habían muerto más de mil soldados españoles en una emboscada de las cabilas. La mayor tragedia de la guerra de África. El desastre con el que se medía cualquier revés. Pero en menos de una semana sería olvidado, igual que esa canción, para dejar lugar a otras sobre Annual. Una matanza diez veces mayor y una humillación mucho más devastadora, cuyas consecuencias aún sufrimos hoy.
Aunque no soy supersticioso ni creo en presagios, sigo recordando a esas niñas como un anuncio de lo que estaba por llegar.
El Desastre de Annual retrasó mi partida. En Melilla hacían falta soldados, artillería, barcos y aviones, no abogados y fiscales. Cuando por fin llegué, lo hice para investigar la desaparición de Laura de la Gasca, dama enfermera de primera de la Cruz Roja e hija de uno de los empresarios más importantes de España.
Las pistas eran pocas y nadie parecía saber nada. Y así fue hasta que encontré el diario de Laura. Gracias a él dimos con los culpables de su muerte y encontramos su cuerpo.
La lectura del diario y la investigación de todo lo que había dejado atrás Laura me hicieron desarrollar un extraño y morboso afecto por esa joven tan bella y extraordinaria, pero enseguida tuve que archivarlo para unirme a la investigación del general Juan Picasso sobre la derrota de Annual. Un expediente cuyas conclusiones fueron tan duras y demoledoras para el alto mando que provocó un golpe de Estado militar. Solo las buenas relaciones de la familia de Laura, que así agradeció mi dedicación al caso, me evitaron caer en desgracia durante la dictadura de Primo de Rivera. Cuando se produjo el alzamiento de 1936 tuve la fortuna de estar destinado como agregado militar en la embajada de Londres, una forma de decir «espía» que ya no engaña a nadie, con lo que evité combatir contra mi propio país. Hoy colaboro en esa extraña pirueta del Gobierno del general Franco que consiste en hacer que España se lleve bien con Hitler y Churchill al mismo tiempo.
Como pueden ver, siempre me las había apañado para estar lejos de intrigas políticas, balas y bombas… hasta que una, alemana, estalló a mi lado cerca de la catedral de San Pablo.
Fue durante uno de los primeros días del Blitz y me enviaron a un hospital en las afueras. Allí, entre decenas de heridos, encontré a una persona que me hizo recordar lo vivido en Melilla. Alguien que sabía cosas sobre la muerte de Laura que yo ignoraba.
Por esa razón me he animado a liberar el diario del olvido, para verlo bajo esa nueva perspectiva. Si ahora divulgo sus secretos no es porque sea un chismoso, aunque un espía siempre ha de tener un poco de ello, sino porque ya ha pasado mucho tiempo y no hará daño a nadie.
Un amigo mío, que se cree literato pero aún no lo es, dice que casi todas las historias sobre jóvenes esconden a un adulto recordando su pasado, y que por eso resultan tan nostálgicas y amargas. No es el caso de Laura. Su historia esconde un futuro que, como tantos otros futuros soñados, no pudo ser. Ojalá que la luz que emanan sus páginas traiga algo de esperanza a esta época de tinieblas que nos ha tocado vivir.
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