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Los personajes, eventos y sucesos presentados en esta obra son ficticios. Cualquier semejanza con personas vivas o desaparecidas es pura coincidencia.
INFORMACIÓN DE INTERÉS
Los títulos de la mayoría de los capítulos hacen referencia a una canción que, o bien por el significado de la misma, o bien porque sonaba en mi Spotify cuando escribía, tienen mucho que ver con el devenir de la historia.
Por si a alguien le interesa saber cuál es, aquí tenéis la lista:
Capítulo 1 “If you don’t wanna love me” de James Morrison
Capítulo 2 “When you’re gone” de Bryan Adams
Capítulo 3 “Misery” de Maroon 5
Capítulo 4 “Better with you” de Kris Allen
Capítulo 5 “You give me something” de James Morrisson
Capítulo 6 “Person I should have been” de James Morrison
Capítulo 7 “You make it real” de James Morrison
Capítulo 8 “All of me” de John Legend
Capítulo 9 “Trying not to love you” de Nickelback
Capítulo 10 “If I knew” de Bruno Mars
Capítulo 11 “If ain’t got you” de Alicia Keys
Capítulo 12 “Collide” de Howie Day
Capítulo 13 “Beneath Your beautiful” de Labrinth
Capítulo 14 “Dance with me tonight” de OllyMurs
Capítulo 15 “Crazy all my life” de Daniel Powter
Capítulo 16 “Over my head” de The Fray
Capítulo 17 “Leave you alone” de Kris Allen
“Dream on Hayley” de James Morrison
Capítulo 18 “One last chance” de James Morrison
Capítulo 19 “Sorry seems to be the hardest word” de Elton John
Capítulo 20 “Just a feeling” de Maroon 5
Capítulo 21 “How to sabe a life” de The Fray
Capítulo 22 “Losing my religion” de REM
“Wonderful World” de Sam Cooke (canción extra)
Capítulo 23 “One and only” de Adele
Capítulo 24 “The pieces don’t fit anymore” de James Morrison
Capítulo 25 “My heart is open” de Maroon 5
Capítulo 26 “Don’t know why” de Norah Jones
Capítulo 27 “No one else like you” de Maroon 5
CAPÍTULO 1
If you don't wanna love me
—Y ahora es cuando vendría el lema de la campaña —Connor aprieta el botón del mando a distancia del portátil y la imagen proyectada cambia para mostrar la frase comercial del anuncio en el que llevan trabajando casi un mes—. "Tómate tu tiempo".
Hace una pausa para que los clientes asimilen la idea. Pausa que suele aprovechar para intentar evaluar su reacción. De ese modo puede ver si van por el buen camino, o si, por el contrario, tiene que sacarse algún as de la manga. Camina lentamente desde el fondo de la sala, dirigiéndose hacia la pantalla del proyector, mientras ve como los propietarios de una de las empresas de café más importantes del país, asienten con la cabeza en señal de aprobación. Mira a Rick, su compañero de proyectos y mejor amigo, y le guiña un ojo mientras él le sonríe alzando el pulgar discretamente. Trabajan en una de las mejores agencias de publicidad del país, la que tiene a los mejores publicistas en plantilla, y con las mejores empresas del mundo en su cartera de clientes. Aún así, siempre contienen la respiración durante ese momento de silencio entre el final de su presentación y la reacción del cliente.
—Nuestra idea es hacer dos o incluso tres finales diferentes. A mucha gente le gusta el café y para muchos significa relax, tomarse un momento para ellos mismos —dice pasando el mando a distancia a Rick para dejarle el protagonismo.
—En la última imagen podría verse a una chica o chico joven relajándose después de una larga sesión de estudio, o a un hombre o mujer disfrutando de una taza al final de un largo día de trabajo, o incluso a un abuelo o abuela estirado en el sofá con el nieto durmiendo apoyado en su brazo mientras sostiene la taza de café con la otra mano.
Mientras Rick habla, Connor observa las caras de los clientes, y sabe que les han convencido, sabe que han ganado esta cuenta. Así que sin querer, su mente pasa página y desconecta, sabiendo que su trabajo aquí ha acabado. Ellos piensan e idean la campaña, y se la intentan vender al cliente. A partir de ahí, si tienen éxito en su trabajo, es cosa de otros llevarlas a la práctica.
Aprovechando la penumbra de la sala, mete la mano en el bolsillo del pantalón y saca su teléfono. Es casi mediodía. En poco más de media hora ha quedado con Sharon para comer. Le llamó ayer para quedar y está ansioso por volverla a ver. Es publicista como él, aunque trabaja en una de las agencias rivales. Se conocieron hace poco más de un año, cuando rivalizaron por una cuenta, que acabaron ganando ellos, aunque ella se llevó algo mucho más valioso para él, su corazón. Se adueñó de él en el mismo instante en que se cruzaron por los pasillos de las oficinas del cliente donde celebraban las reuniones, y ya no se lo devolvió. Desde entonces, le costó lo suyo conseguir que accediera a salir con él. Siempre le decía que sus trabajos les ocupaban demasiado tiempo, cosa totalmente cierta, pero poco a poco se fue colando en su vida, hasta llegar a convertirse en algo parecido a una pareja.
Desbloquea el móvil y enseguida aparece su foto como fondo de pantalla. Es perfecta. Guapa, inteligente, extrovertida y ambiciosa.
—Bueno, pues yo creo que no hay mucho más que decir, ¿no? —empieza a decir uno de los hombres—. Creo que hablo también en nombre de mis hermanos cuando digo: ¿cuándo empezamos?
—Mañana mismo nuestro equipo de diseño y maquetación se pone a ello —dice Connor guardando de nuevo el teléfono en el bolsillo y volviendo a abrir las cortinas de la sala para volver a dejar entrar la luz.
Se toma unos segundos observando las vistas de la ciudad que los increíbles ventanales de sus oficinas en la Avenida Madison regalan. Nació y creció en el Bronx, donde su padre decía que se sentía como en su Irlanda natal.
—En Nueva York viven casi el doble de irlandeses que en la propia Dublín —suele decir a menudo.
Cuando Connor empezó a trabajar y a ganar dinero suficiente, lejos de alejarse de la ciudad, se compró un apartamento en el SoHo, así que ha vivido siempre aquí. La ama y nunca podrá separarse de ella más de dos semanas, lo justo como para dejar descansar a su cabeza del incesante ruido.
Se gira con una gran sonrisa en los labios. Presiente que hoy va a ser un gran día. Cuenta nueva, cita con Sharon y partido de los Knicks por la noche en casa de su padre. Perfecto.
—Habéis hecho un gran trabajo, chicos —le dice uno de los hombres estrechando su mano en cuanto se une a ellos.
—Gracias —responde Connor de manera afable.
—Señor O'Sullivan —dice entonces la mujer dándole la mano—, un placer.
—Gracias señora Folger —contesta él inclinando levemente la cabeza mientras agarra con delicadeza su mano.
—Llámeme Grace.
—Solo cuando usted me llame Connor.
—De acuerdo, Connor —dice sonrojándose ante su caballerosidad.
Bruce Dillon, el dueño de la agencia y por lo tanto su jefe, presente en todas las reuniones pero siempre jugando un papel en la sombra, acompaña a los clientes a la salida mientras Connor les aguanta la puerta de la sala.
—Gran trabajo, Sully —le dice al pasar por su lado, dándole un suave golpe el hombro con el puño cerrado—. Esta cuenta es de las grandes.
Todos en el trabajo le llaman Sully, como diminutivo de su apellido, O'Sullivan, y así es conocido también en este mundillo, publicistas rivales incluidos, Sharon entre ellos.
—Gracias, Bruce.
En cuanto les ven perderse por el pasillo, cierra la puerta con un gesto teatral y se gira hacia Rick escuchando las notas ya habituales de su canción del triunfo, el estribillo de "We are the champions" de Queen. Al instante los dos empiezan con su ritual: movimientos de victoria a cámara lenta, levantando los brazos y abrazándose. Cuando se cansan de hacer el payaso, que no es hasta que acaba el estribillo de la canción que Rick tiene grabada en su teléfono, Connor se afloja la corbata y se desabrocha el botón del cuello de la camisa.