Meredith Wild - Enredados
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ENREDADOS
MEREDITH WILD
HACKER 03
Título original: Hardline – The Hacker Series: Three
Editor original: Forever an imprint of Grand Central Publishing – Hachette Book Group, New York
Traducción: Blanca Viñas Vázquez
Todos los nombres, personajes, lugares y acontecimientos de esta novela son producto de la imaginación de la autora, o son empleados como entes de ficción. Cualquier semejanza con personas vivas o fallecidas es mera coincidencia.
Para la familia que me abrió su corazón,
y las dos personas cuyo amor hizo que fuera posible.
Mi teléfono móvil sonó indicando que acababa de recibir un mensaje de texto.
B: Dentro de veinte minutos salgo del despacho .
Silencié mi teléfono, haciendo caso omiso del mensaje de Blake, y centré de nuevo mi atención en Alli. Ella se recogió un largo mechón castaño detrás de la oreja y siguió poniendo al equipo al corriente sobre las estadísticas semanales de Clozpin, la compañía emergente que habíamos creado en Internet. La escuché con atención, alegrándome de tenerla de nuevo en el equipo.
Hacía solo unas semanas que Alli había regresado a Boston, pero al fin compartía una ciudad y un apartamento con Heath. Él estaba feliz, ella estaba feliz y yo estaba encantada de que Alli hubiera retomado su puesto como directora de marketing después de su debacle con Risa. Yo había invitado a Alli a reincorporarse a nuestro equipo antes de dejar que Risa empezara a divulgar información confidencial sobre nuestra compañía.
Al pensar en eso torcí el gesto. Alli era una fuente de optimismo, pero la traición de Risa aún me dolía. No había sabido nada de ella desde nuestro último encuentro, y de alguna forma el silencio entre nosotras me infundía más temor que cualquier otra cosa. Quería dudar de su capacidad para fundar una empresa competidora con Max, quien había estado a punto de invertir en nuestra compañía y era enemigo jurado de Blake, pero la incertidumbre me inquietaba. ¿Y si lograban atraer a nuestros anunciantes y nos los arrebataban? ¿Y si lograban construir algo legítimamente mejor, capaz de satisfacer una necesidad que Clozpin no había cubierto?
Con la cantidad de dinero que Max iba a poner sobre la mesa, además de la información confidencial que Risa había obtenido directamente de todo cuanto yo había aprendido durante el breve tiempo que llevaba ejerciendo como CEO de la compañía, todo era posible. Por lo demás, la forma en que se había marchado, cargada de veneno y resentimiento, ponía de relieve todas las inseguridades que me habían asaltado con respecto a dirigir un negocio. Yo era todavía una principianta, de eso no cabía duda. Quería creer que era capaz de valerme por mí misma, y en muchos aspectos lo había logrado, pero aún tenía mucho que aprender.
Recibí otro mensaje de texto en mi teléfono móvil, no menos incordiante mientras vibraba contra la superficie de cristal de la mesa de juntas.
B: ¿Erica?
Puse los ojos en blanco y me apresuré a teclear una respuesta. Sabía que él no me dejaría en paz hasta que le contestara.
E: Estoy reunida. Te llamaré más tarde .
B: Cuando llegue a casa te quiero desnuda en mi cama. Debes marcharte pronto.
E: Necesito más tiempo .
B: Dentro de una hora te habré penetrado. Tu oficina o nuestra cama, tú decides. Pon fin a esa maldita reunión .
De golpe noté el aire excesivamente fresco de la habitación sobre mi piel ardiente. Me estremecí y mis pezones se endurecieron, causándome una sensación incómoda al rozar contra mi camisa. ¿Cómo lo conseguía Blake? Unas pocas palabras bien escogidas, transmitidas nada menos que por mensaje de texto, y yo estaba consultando mi reloj.
—¿Quieres abordar algún otro tema, Erica?
Crucé la mirada con Alli. Ella arqueó una ceja, como si supiera que yo no estaba prestando atención. Yo no hacía más que pensar en las consecuencias de hacer que Blake me esperara, y la respuesta física a esa perspectiva empezaba a ser difícil de ignorar. Aparté mis pensamientos de las promesas de Blake y me centré de nuevo en el presente.
—No, creo que hemos terminado. Gracias a todos. —Recogí mis cosas rápidamente, impaciente por marcharme. Indiqué al resto del grupo que podían retirarse y se dispersaron para regresar a sus puestos de trabajo. Alli me siguió hasta mi despacho, separado de los demás por un tabique.
—¿Qué hay de lo de Perry? No quería mencionarlo en la reunión porque es una situación un tanto complicada.
—Poca cosa. Ha vuelto a enviarme un correo electrónico, pero aún no le he respondido. —En esos momentos yo no tenía tiempo para abundar en las complejidades de esa situación si quería llegar a casa antes que Blake.
—¿Has pensado en aceptarlo como anunciante?
—No estoy segura. —Aún tenía mis dudas sobre el tema.
Los grandes ojos castaños de Alli me miraron con sorpresa.
—¿Sabe Blake que Perry se ha puesto en contacto contigo?
—No. —La miré con una expresión más que elocuente, dejando claro que no quería que él supiera nada. La última vez que yo había visto a Isaac Perry, Blake lo tenía inmovilizado contra la pared, agarrándolo por el cuello y amenazándolo con despedazarlo si volvía a ponerme una mano encima. Yo no pretendía justificar la inaceptable conducta de Isaac y, al igual que Blake, no estaba dispuesta a perdonarlo. Pero eso era una cuestión de negocios.
—A Blake no le hará ninguna gracia que trabajes con él.
Guardé mi ordenador portátil en el bolso.
—¿Crees que no lo sé?
Las relaciones de Blake influían en mis decisiones estratégicas comerciales más de lo que estaba dispuesta a admitir.
Alli se apoyó contra mi mesa.
—¿Y qué vas a hacer? Perry debe de haberte ofrecido algo espectacular cuando aún no lo has rechazado.
—Perry Media Group representa a una docena de publicaciones multimedia en todo el mundo. No digo que me fíe de él, pero al menos quiero escuchar lo que tenga que decir.
Alli se encogió de hombros.
—Yo apoyaré la decisión que creas más conveniente para la compañía. No me importa tratar directamente con él, si con eso te sientes más cómoda.
—Gracias, Alli. Pero prefiero llegar yo misma al fondo del asunto. Hablaremos de ello más tarde. Debo irme. Blake me está esperando.
—¿Vais a salir? —Alli se animó al instante; la mujer de negocios se desvaneció, para das paso a mi mejor amiga, que hacía que cada día resultara un poco más alegre.
—Esto… tenemos planes. Nos veremos más tarde —dije, procurando no dar un tono enigmático a mi respuesta antes de abandonar la oficina y despedirme de todos con la mano.
Un minuto más tarde salí al caluroso día de primeros de agosto. El denso tráfico de la hora punta circulaba con lentitud, y mi teléfono móvil sonó antes de que yo pudiera dar los primeros pasos hacia casa. Solté una exclamación de fastidio y lo saqué del bolso. Blake podía ser endiabladamente persistente. Pero cuando miré la pantalla del móvil, vi un número telefónico de Chicago.
—¿Sí? —respondí tentativamente.
—¿Erica?
—Sí, ¿quién es?
—Soy yo, Elliot.
Me llevé la mano a la boca, sofocando el sonido de mi estupor al oír la voz de mi padrastro.
—¿Elliot?
—¿Tienes un minuto? ¿Te pillo en mal momento?
—No, en absoluto. —Atravesé la puerta del Mocha, el café que había abajo, para refugiarme del calor—. ¿Cómo estás? Hace un siglo que no hablamos.
Él se rió.
—He estado muy liado.
Yo sonreí para mis adentros. Hacía demasiado tiempo que no le oía decir eso.
—Lo entiendo. ¿Cómo están los niños?
—Estupendamente. Crecen demasiado deprisa.
—Ya me lo imagino. ¿Cómo está Beth?
—Muy bien. Ha regresado al trabajo ahora que los niños van a la escuela, para mantenerse ocupada. Los dos estamos muy atareados. —Se aclaró la garganta e inspiró aire—. Escucha, Erica, sé que hace tiempo que tendría que haberme puesto en contacto contigo. Lo siento mucho, de veras. Quería asistir a tu graduación. Pero aquí llevamos un ritmo de locos…
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