C ONVIRTIÉNDOME EN EL S R . O CTUBRE
R EGGIE J ACKSON
Reggie Jackson fue ingresado al Salón de la Fama Nacional de Béisbol en 1993. Él dio 563 jonrones y metió 1,702 carreras. Ganó tres Series Mundiales con los Athletics de Oakland y dos con los Yankees de Nueva York. Es consejero especial a los Yankees.
Kevin Baker es autor galardonando por sus novelas históricas Dreamland, Paradise Alley y Strivers Row; la novela acerca del béisbol Sometimes You See It Coming; y, recientemente, The Big Crowd. Fue investigador principal del bestseller The American Century. Ha escrito para The New York Times, The Washington Post, el Chicago Tribune, el Los Angeles Times y Harper’s Magazine, entre otros.
PRIMERA EDICIÓN VINTAGE ESPAÑOL EN TAPA BLANDA, OCTUBRE 2014
Copyright de la traducción © 2014 por Vintage Books, una división de Random House LLC
Todos los derechos reservados. Publicado en los Estados Unidos de América por Vintage Español, Nueva York, y en Canadá por Random House of Canada Limited, Toronto, compañías Penguin Random House. Originalmente publicado en inglés como Becoming Mr.October en los Estados Unidos por Doubleday Books, una división de Random House LLC, Nueva York.
Copyright © 2013 por Reginald Martínez Jackson.
Vintage es una marca registrada y Vintage Español y su colofón son marcas de Random House LLC.
Todas las fotografías pertenecen a la colección personal del autor.
Información de catalogación de publicaciones disponible en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.
Vintage Español ISBN en tapa blanda: 978-0-8041-7253-0
Vintage Español eBook ISBN: 978-0-8041-7254-7
Diseño de Michael Collica
Diseño de la cubierta: John Fontana
Imágenes de la cubierta: Reggie Jackson © Walter Iooss Jr./Sports Illustrated/Getty Images; pelota de béisbol © Anita Potter/Shutterstock
www.vintageespanol.com
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A mi hija Kimberly, que nunca me ha visto jugar béisbol, pero me ha visto como un papá. Disfruta tu viaje y ama a Dios, a tu familia y a tus amigos.
Quisiera dedicar esta breve historia mía a algunas personas que han pasado por cosas similares. A Jackie Robinson y a su familia, que han tenido que lidiar con cosas mucho más difíciles que yo. A los beisbolistas negros del pasado: al gran Josh Gibson, Satchel Paige y a muchos otros que soportaron cosas mucho más duras que los que llegamos en las décadas de 1960 y 1970. Hace cien, cincuenta o veinte años, todo era muy diferente. Desde Jackie a Hammerin’ Hank, Larry Doby, Willie, Mickey y el Duque, Sandy Koufax y su compromiso, Ernie Banks, Roberto Clemente, Willie McCovey, Bob Gibson, Frank Robinson y otros. Nuestro juego maravilloso ha seguido evolucionando.
Recuerdo las cenas en Arizona con Billy Williams, Fergie Jenkins y Stretch McCovey, enseñándome a permanecer en la sombra, qué decir y qué no. Oí y escuché sus enseñanzas, así como las de otros mientras comíamos juntos.
Aprendí a respetar y a entender que se requiere una actitud colectiva para implementar los cambios que pueden hacer de nuestro mundo un lugar mejor.
Mientras Jackie jugaba y mantenía su compostura, luchó por su dignidad y la nuestra, tanto de los negros como de los blancos. Con la ayuda de su familia y de blancos como Walter O’Malley, Branch Rickey, algunos compañeros de equipo y otros beisbolistas que lo apoyaron durante los problemas que tuvo nuestro país durante aquella época.
A medida que avanzamos en el tiempo, algunos olvidan las dificultades que tuvieron aquellos que vivieron antes que nosotros. Por favor recuerden y agradézcanles su contribución para allanar un camino que no existía tan sólo unos años atrás. Muchos no recuerdan esto, y no pueden hacerlo porque nacieron hace menos de cincuenta o de treinta años. Con suerte, contaremos con recordatorios que nos ayuden a seguir siendo cuidadosos con los demás, palabra que significa “estar lleno de cuidado” hacia la humanidad.
Este libro se ha escrito porque quiero dejar las cosas claras con respecto a las temporadas de 1977–1978 de los Yankees desde mi punto de vista. La manera como fue contada la historia en la miniserie televisiva The Bronx Is Burning me hizo avergonzar por completo. Pero tuve la suerte de que mi amigo David Black me conectara con Kevin Baker, un gran escritor, y con Doubleday, una gran editorial, donde Bill Thomas, Coralie Hunter, Bette Alexander, Ingrid Sterner, Lawrence Krauser, entre otros, me ayudaron a contar la historia de la manera en que yo la vi.
Intenté que casi todas las personas mencionadas en el libro dieran su versión. Algunos lo hicieron y otros declinaron, tal como es su derecho.
Al leer mi versión, recuerden por favor que nuestro país ha sido elegido como el líder de muchas cosas en nuestro mundo. Es nuestra responsabilidad establecer estándares que sean admirados por todo el planeta—“hacer lo correcto” y no siempre lo que “yo” quiero. Permitir que nuestra fe nos guíe es nuestro deber, ¿no creen?
Í NDICE
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T ORO EN EL RUEDO
N UNCA TUVE LA intención de jugar béisbol profesional. Después de la escuela secundaria, fui a la Universidad Estatal de Arizona gracias a una beca de fútbol americano y jugué para Frank Kush, quien fue un gran entrenador. Él conocía a John Kracsun, mi entrenador de fútbol americano de secundaria en Pittsburgh, y éste le dijo que yo sería un buen jugador universitario.
En aquella época, yo jugaba mucho mejor al fútbol americano que al béisbol. Tal vez fuera también mejor jugador de baloncesto. Podía hacerlo todo. Era un gran lanzador, jugaba como armador y a veces jugaba en el centro, aunque teníamos un tipo, Alan Tractenberg, que medía casi siete pies mientras yo medía cinco pies con diez pulgadas. Yo saltaba muy bien, y “volaba” alto.
En el fútbol americano, yo era running back en el ataque, y safety en la defensa. Varias universidades estaban interesadas en reclutarme: Syracuse, Penn State. También Oklahoma —pero no podías estar en la calle a las diez de la noche, por tu propia seguridad. Duke también— pero en aquella época me daba un poco de susto ir a una escuela sureña; no sabía qué esperar en aquel entonces. No quería ser el primer jugador negro en ningún lugar. Notre Dame y Michigan estaban interesadas en mí, pero yo también quería jugar béisbol, y esas universidades estaban en lugares donde el clima era frío, y por eso no había tiempo suficiente para jugar béisbol.
John Kracsun fue una figura paterna para mí, y lo escuché. Lo mismo pensaba del entrenador Kush. Yo tenía dieciocho años, pero Frank Kush habría de convertirme en un hombre. El fútbol americano comenzó en Camp Tontozona, en las colinas, cerca de un pequeño pueblo llamado Payson. Estuvimos dos semanas allá a mediados de agosto, y la temperatura llegaba a 105 grados Fahrenheit durante el día, a cinco mil pies de altura sobre el nivel del mar, aunque las noches eran frescas.
Teníamos dos sesiones diarias de entrenamiento. Corríamos mucho, haciendo básicamente sprints. Si no lograbas hacerlo, o te quedabas atrás, al final de la sesión tenías que correr por el “Monte Kush”, que era una colina rocosa, tan alta como el edificio Prudential, donde te deslizabas, resbalabas y caías. Hacíamos muchas rutinas de entrenamiento uno-a-uno para ver quién era el más fuerte.