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Philip Carlo - El hombre de hielo

Aquí puedes leer online Philip Carlo - El hombre de hielo texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2006, Editor: ePubLibre, Género: Niños. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Philip Carlo El hombre de hielo
  • Libro:
    El hombre de hielo
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2006
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El hombre de hielo: resumen, descripción y anotación

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El hombre de hielo — leer online gratis el libro completo

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Luz

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Primera Parte

EL NACIMIENTO DE LA PARCA

Segunda Parte

BARBARA

Tercera Parte

MUY MALAS COMPAÑÍAS

Cuarta Parte

EL PROYECTO MANHATTAN

Quinta Parte

SUPERESTRELLA DEL HOMICIDIO

Agradecimientos

Quiero empezar por dar las gracias a mi editor, Charlie Spicer, de la editorial St. Martin’s Press, por sus consejos expertos, su orientación y su fe en este libro desde el momento en el que llegó a su mesa. Su ayudante, Joe Cleemann, también fue de gran ayuda en muchos aspectos. Gaby Monet, de HBO, fue un amigo insustituible que me ayudó enormemente a entender las grandes complicaciones de este relato. Muchas gracias a mi leal amigo y confidente Mike Kostrewa, por toda la orientación que me prestó con sus conocimientos sobre Jersey City y sobre la gente de origen polaco y su cultura. También quiero dar las gracias a la prisión estatal de Trenton, por haberme permitido que me entrevistara con Richard Kuklinski en el centro. También quiero dar las gracias a Anna Bierhouse, por sus sugerencias, y a toda la buena gente de Sanford Greenburger, que es la mejor agencia literaria del mundo: siguen tratando a los escritores como a artistas sensibles, cosa rara en nuestros tiempos. Sería un desagradecido si no diera las gracias a mis padres, Dante y Nina Carlo, por su apoyo incansable. Mi agradecimiento a Crystal Proenza, por la paciencia y buen ánimo que tuvo para convertir mis gruesos borradores escritos a mano en manuscritos impecables. También quiero dar las gracias a Bárbara, Merrick, Chris y Dwayne Kuklinski, por la amabilidad con la que me facilitaron datos y me manifestaron sus sinceras impresiones.

PHILIP CARLO 18 abril 1949 - 8 noviembre 2010 nació en Bensonhurst - photo 1

PHILIP CARLO (18 abril 1949 - 8 noviembre 2010), nació en Bensonhurst, Brooklyn, Nueva York. Desde muy temprana edad, estuvo involucrado en la actividad de las pandillas y a los dieciséis años, recibió un disparo en la cabeza en una lucha entre bandas. Carlo sufría de esclerosis lateral amiotrófica, y necesitó una silla de ruedas y un respirador, pero conservó su capacidad de hablar normalmente durante toda su vida. Tras su hospitalización se volcó en la lectura y la escritura. Sus libros ocupan los primeros puestos de las listas de éxitos del New York Times. Su último libro The killer within: In the company of monsters, en el que relata su lucha contra la enfermedad, fue publicado póstumamente en 2011. Es autor de libros sobre la mafia y sobre delincuentes asesinos.

Este libro está dedicado a mi agente y querido amigo Matt Bialer por haber - photo 2

Este libro está dedicado a mi agente y querido amigo, Matt Bialer, por haber estado siempre allí, por su ayuda y orientación constante y su apoyo infatigable. Ha sido un camino largo y accidentado, Matt, un viaje penoso que no podría haber concluido sin ti…

«La Ley, que por su propia naturaleza está aislada y está por encima de todo, no tiene acceso a las emociones que podrían justificar el asesinato».

MARQUÉS DE SADE

EPÍLOGO

El Hombre de Hielo se derrite

13 de marzo de 2006

Richard Kuklinski murió en el hospital Saint Vincent de Trenton, Nueva Jersey, la mañana del domingo 5 de marzo de 2006 a la 1:03 de la madrugada. De momento no se conoce con exactitud la causa exacta de su muerte, aunque esta se produjo en un momento que resulta muy sospechoso, pues el día después de morir Richard, la fiscalía del condado de Bergen retiró los cargos contra Sammy Gravano, el Toro, según los cuales este habría ordenado el asesinato del detective Peter Calabro, del Departamento de Policía de Nueva York. A petición de la familia Kuklinski, el doctor Michael Baden, afamado forense, ha solicitado análisis toxicológicos para determinar si Richard fue envenenado o si murió por causas naturales.

La salud de Richard empezó a deteriorarse a finales de octubre de 2005. Al parecer, dos médicos de la prisión estatal de Trenton le recetaron dos medicamentos distintos para la presión arterial, y estos se le administraron de manera simultánea, haciendo que los niveles de potasio y electrolitos de Richard se volvieran «peligrosamente bajos». Empezó a sufrir desmayos y mareos. Lo sacaron de su celda y lo ingresaron en la enfermería. Su salud siguió decayendo, y la presión arterial le bajó también. Lo ingresaron durante treinta horas en el hospital de Saint Vincent, hasta que salió, según dijo un funcionario de la prisión, «por haber pedido el alta voluntaria», y lo llevaron de nuevo a la enfermería de la prisión de Trenton. Richard me llamó y me dijo que creía que lo estaban envenenando y que debía avisar a los medios de comunicación. Yo me figuré que sufría alucinaciones y le dije que haría lo que pudiera. Lo que hice fue hablar del asunto con Barbara Kuklinski, y los dos llegamos a la conclusión de que Richard era víctima de su imaginación. Pero su salud siguió decayendo, y dejó de comer. Cuando me llamó, advertí que hablaba con voz pastosa. Volvieron a llevarlo al Saint Vincent, y los médicos observaron que tenía los pulmones congestionados y una insuficiencia renal. Le diagnosticaron provisionalmente la enfermedad de Wegener, una enfermedad poco frecuente y que puede ser mortal pero que no lo es si se trata con medicamentos.

La salud de Richard siguió empeorando. Sufrió repentinamente ataques de demencia, pérdida de memoria y erupciones en las manos y en las piernas; además, se negaba a comer. El doctor Wong, del hospital, llamó a Barbara y le dijo que hacía todo lo que podía y le comunicó el diagnóstico provisional de la enfermedad de Wegener. Dijo también que iban a hacer a Richard un TAC para ver si había sufrido algún accidente cerebral que pudiera ser la causa de su demencia. A estas alturas, Richard no recordaba siquiera el número de teléfono de Barbara. Era muy extraño, si se tiene en cuenta la gran memoria de Richard en lo que se refiere a los números, tal como relata Barbara. El doctor Wong dijo también que iban a hacer una biopsia del riñón de Richard.

El TAC no indicó la presencia de ningún accidente cerebral. La biopsia no dio indicios de cáncer. Pero la salud de Richard seguía decayendo. Su presión arterial tenía fluctuaciones anormales: primero estaba alta, después baja.

Pasaron las fiestas, Acción de Gracias, Navidad, Año Nuevo, sin que Richard llamara a su familia, como había hecho siempre. La familia estaba muy preocupada. Yo intenté visitar a Richard en el hospital, pero un funcionario de prisiones me dijo que no era posible, que solo se permitían visitas de la familia próxima. Barbara y Chris fueron a visitarlo, y se quedaron impresionadas por el aspecto demacrado que tenía por su pérdida de peso.

—Parecía como si hubiera perdido cincuenta kilos —explicó Barbara hace poco—. Hablaba prácticamente con un susurro. Nos dijo «quieren matarme», nos dijo que debíamos avisar a la policía, a los medios de comunicación. Yo pensé entonces que no eran más que imaginaciones suyas; ahora me parece que quizá me equivocara. La policía estaba allí, quiero decir, custodiándolo, tres tipos de paisano y dos policías uniformados. Estaba en una buena habitación, al final del pasillo. Pasamos allí sentados tres cuartos de hora. Tenía intervalos de lucidez. Dijo después: «Si no salgo de este hospital, es que me han asesinado».

«¿Por qué?», le pregunté yo. «¿Por qué dices eso, Richard?». No me respondió. Chris llevaba bastantes años sin verlo y estaba impresionada por lo delgado que se había quedado; la verdad es que yo también lo estaba. Le pregunté entonces por qué había pedido el alta voluntaria del hospital. Me dijo que no había pedido ningún alta voluntaria; lo que, claro está, a mí me pareció… raro.

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