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Sinopsis
Los grandes avances teóricos en inteligencia artificial han producido prácticas aplicaciones que están a punto de cambiar nuestra vida. Ya impulsa muchos de nuestros sitios web favoritos pero en los próximos años también conducirá nuestros coches, gestionará nuestras carteras, fabricará gran parte de lo que compramos y sus consecuencias podrían dejarnos sin trabajo.
En los últimos años China se ha convertido en una verdadera superpotencia de la IA y el único verdadero contrapeso nacional a Estados Unidos en esta tecnología emergente. Por ello, la forma en que estos dos países decidan competir y cooperar podría llegar a tener consecuencias dramáticas para la economía y la gobernabilidad mundial.
En este libro, Kai-Fu Lee, uno de los expertos más respetados en China en inteligencia artificial, les pide a ambos países que acepten la gran responsabilidad que conlleva un poder tecnológico tan significativo y nos advierte que, debido a estos progresos sin precedentes, tendrán lugar grandes cambios mucho antes de lo que todos pensábamos.
La mayoría de los expertos ya dicen que la IA tendrá efectos devastadores para los trabajos manuales, pero Lee predice que los trabajos de oficina también sufrirán un fuerte impacto. Superpotencias de la Inteligencia Artificial nos ofrece una clara descripción de qué trabajos serán afectados y cuándo, cuáles pueden mejorar gracias a la IA y, lo más importante, cómo podemos aportar soluciones a algunos de los cambios más profundos de la historia de la humanidad, que están a punto de llegar.
Superpotencias de la inteligencia artificial
China, Silicon Valley y el nuevo orden mundial
Kai-Fu Lee
Traducción de Mercedes Vaquero
A Raj Reddy, mi mentor en IA y en la vida
Introducción
Una de las obligaciones que entraña mi empleo como inversor de capital riesgo es dar charlas con frecuencia sobre inteligencia artificial (IA) a miembros de la élite empresarial y política mundial. Una de las alegrías de mi trabajo es que a veces puedo hablar de ese mismo tema con alumnos de infantil. Sorprendentemente, estos dos públicos tan diferentes suelen hacerme el mismo tipo de preguntas. Durante una reciente visita a un parvulario en Pekín, un grupo de niños de cinco años me interrogó sobre nuestro futuro de la IA.
«¿Vamos a tener maestros robots?»
«¿Qué pasa si un coche robot choca contra otro coche robot y resultamos heridos?»
«¿La gente se casará con robots y tendrá bebés con ellos?»
«¿Los ordenadores se van a volver tan inteligentes que acabarán por darnos órdenes?»
«Si los robots lo hacen todo, ¿qué haremos nosotros?»
Las preguntas de estos niños hacían eco con las consultas planteadas por algunas de las personas más poderosas del mundo, interacción que, por otra parte, se mostró reveladora en varios sentidos. En primer lugar, habla de cómo la IA ha pasado a un primer plano en nuestras mentes. Hace apenas unos años, la inteligencia artificial era un sector que habitaba sobre todo en laboratorios de investigación académica y en películas de ciencia ficción. El ciudadano medio puede haber tenido la sensación de que la IA trataba del diseño y la construcción de robots que pudieran pensar como personas, pero apenas si había conexión entre esa perspectiva y nuestra vida cotidiana.
Hoy todo eso ha cambiado. Los artículos sobre las últimas innovaciones en IA cubren las páginas de nuestros periódicos. Casi todos los días se celebran convenciones de negocios sobre el uso de la IA para aumentar beneficios. Y gobiernos de todo el mundo lanzan planes nacionales para aprovechar la tecnología. De repente, la IA está en el centro del discurso público, y con razón.
Los grandes avances teóricos en IA han producido, finalmente, aplicaciones prácticas que están a punto de cambiar nuestra vida. La IA ya impulsa muchas de nuestras aplicaciones y sitios web favoritos, y en los próximos años conducirá nuestros coches, gestionará nuestras carteras, fabricará gran parte de lo que compramos y sus consecuencias podrían dejarnos sin trabajo. Mi diálogo con los niños de parvulario también fue revelador por el lugar donde se llevó a cabo. No hace mucho tiempo, China estaba décadas por detrás de Estados Unidos en inteligencia artificial. Pero en los últimos tres años, China se ha contagiado de la fiebre de la IA y experimentado tal súbito entusiasmo por el tema que incluso eclipsa lo que vemos en el resto del mundo. El fervor por la IA ha pasado de las comunidades tecnológicas y empresariales a la formulación de políticas gubernamentales, y ha llegado hasta las aulas de educación infantil en Pekín.
Este amplio apoyo a la esfera de la IA ha repercutido y alimentado la creciente fuerza de China en la misma. Las empresas y los investigadores chinos especializados en IA ya han ganado mucho terreno frente a sus homólogos estadounidenses, experimentando con algoritmos y modelos de negocio innovadores que prometen revolucionar la economía del país. Juntos, estas empresas y eruditos han convertido a China en una auténtica superpotencia de la IA, el único verdadero contrapeso nacional a Estados Unidos en esta tecnología emergente. La forma en que estos dos países decidan competir y cooperar en la IA tendrá consecuencias dramáticas para la economía y la gobernabilidad mundial.
Por último, durante mis idas y venidas con esos jóvenes estudiantes, tropecé con una verdad más profunda: cuando se trata de entender el futuro de la IA, todos somos como esos niños de parvulario. Todos estamos llenos de preguntas sin respuesta, tratando de asomarnos al futuro con una mezcla de asombro infantil y preocupación de adulto. Queremos saber lo que la automatización de la IA significará para nuestros trabajos y para nuestra meta en la vida. Queremos saber qué personas y países se beneficiarán de esta gran tecnología. Nos preguntamos si la IA nos conducirá a llevar una vida llena de abundancia material, y si hay espacio para la humanidad en un mundo dirigido por máquinas inteligentes.
Nadie tiene una bola de cristal que pueda revelarnos las respuestas a estas preguntas. Pero esa incertidumbre central hace que sea aún más importante que nos las formulemos y, en la medida de nuestras posibilidades, exploremos las respuestas. Este libro es mi intento de hacerlo. No soy un oráculo que pueda predecir a la perfección nuestra IA futura, pero al analizar estas cuestiones puedo aportar mi experiencia como investigador de inteligencia artificial, ejecutivo de tecnología y ahora inversor de capital riesgo, tanto en China como en Estados Unidos. Mi esperanza es que este libro arroje algo de luz sobre cómo llegamos hasta aquí, y también inspire nuevas conversaciones acerca de hacia dónde nos dirigimos a partir de ahora.