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Mark Coeckelbergh - Ética de la inteligencia artificial

Aquí puedes leer online Mark Coeckelbergh - Ética de la inteligencia artificial texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2021, Editor: Ediciones Cátedra, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Mark Coeckelbergh Ética de la inteligencia artificial
  • Libro:
    Ética de la inteligencia artificial
  • Autor:
  • Editor:
    Ediciones Cátedra
  • Genre:
  • Año:
    2021
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Ética de la inteligencia artificial: resumen, descripción y anotación

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A lo largo de las páginas de este libro, se tratan, de manera concisa y accesible, los principales problemas éticos que el desarrollo de la inteligencia artificial y su aplicación a un gran número de ámbitos de nuestra vida cotidiana han planteado en los últimos años. ¿A qué ética responde la decisión de una máquina? ¿En qué consiste exactamente tomar decisiones? ¿Podemos considerar a la máquinas responsables de sus actos y de las consecuencias que conllevan? ¿Cómo aprende y actúa una inteligencia artificial? Estas preguntas y otras muchas exigen respuestas urgentes. De la publicidad a los mercados financieros, de la industria armamentística a la de la automoción, de las redes sociales al internet de las cosas, la IA ocupa un lugar cada vez más relevante en nuestra vida, aunque solo en algunas ocasiones seamos conscientes de ello.

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Ética de la inteligencia artificial — leer online gratis el libro completo

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Luz

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Mark Coeckelbergh Ética de la inteligencia artificial Traducción - photo 1

Mark Coe­ckel­ber­gh

Éti­ca de la in­te­li­gen­cia ar­ti­fi­cial

Tra­duc­ción de Lu­cas Ál­va­rez Can­ga

Índice Para Arno Agradecimientos Este libro no solo se basa en mi - photo 2

Ín­di­ce

Para Arno

Agra­de­ci­mien­tos

Este li­bro no solo se basa en mi pro­pio tra­ba­jo en esta ma­te­ria, sino que tam­bién re­fle­ja el co­no­ci­mien­to y la ex­pe­rien­cia de todo el cam­po de la éti­ca en la in­te­li­gen­cia ar­ti­fi­cial. Se­ría im­po­si­ble ha­cer una lis­ta con toda la gen­te con la que he dis­cu­ti­do y apren­di­do a lo lar­go de los años, pero en las re­le­van­tes y cada vez más nu­me­ro­sas co­mu­ni­da­des que co­noz­co se in­clu­yen in­ves­ti­ga­do­res en in­te­li­gen­cia ar­ti­fi­cial [IA] como Joan­na Br­y­son y Luc Steels, com­pa­ñe­ros fi­ló­so­fos de la tec­no­lo­gía como Shan­non Va­llor y Lu­ciano Flo­ri­di, aca­dé­mi­cos que tra­ba­jan en in­no­va­ción res­pon­sa­ble en Paí­ses Ba­jos y Reino Uni­do como Bernd Stahl en la Uni­ver­si­dad De Mon­tfort, gen­te que co­no­cí en Vie­na como Ro­bert Tra­ppl, Sa­rah Spieker­mann y Wol­fgang (Bill) Pri­ce, y mis com­pa­ñe­ros de los ór­ga­nos con­sul­ti­vos orien­ta­dos a la po­lí­ti­ca per­te­ne­cien­tes al Gru­po de Ex­per­tos de Alto Ni­vel en IA (Co­mi­sión Eu­ro­pea) y al Con­se­jo aus­tria­co de ro­bó­ti­ca e in­te­li­gen­cia ar­ti­fi­cial, por ejem­plo Raja Cha­ti­la, Vir­gi­nia Dig­num, Je­roen van den Ho­ven, Sa­bi­ne Kös­ze­gi y Ma­tthias Scheu­tz, por nom­brar unos po­cos. Tam­bién me gus­ta­ría dar afec­tuo­sa­men­te las gra­cias a Za­cha­ry Stor­ms por ayu­dar­me con la co­rrec­ción y la pre­pa­ra­ción del li­bro, y a Lena Sta­rkl e Is­abel Wal­ter por ayu­dar­me con la bús­que­da de bi­blio­gra­fía.

C APÍ­TU­LO 1
Es­pe­ji­to, Es­pe­ji­to
L A EXA­GE­RA­CIÓN DE LA IA Y SUS MIE­DOS: ES­PE­JI­TO, ES­PE­JI­TO, ¿QUIÉN ES EL MÁS LIS­TO DEL REINO?

Cuan­do se anun­cia­ron los re­sul­ta­dos, los ojos de Lee Se­dol se lle­na­ron de lá­gri­mas. Al­pha­Go, un pro­gra­ma de in­te­li­gen­cia ar­ti­fi­cial (IA) de­sa­rro­lla­do por Dee­pMind de Google con­si­guió la vic­to­ria por 4 a 1 en el jue­go de Go. Es mar­zo de 2016. Dos dé­ca­das an­tes, el gran ma­es­tro de aje­drez Ga­rry Kas­pa­rov per­dió contra la má­qui­na Deep Blue, y aho­ra un pro­gra­ma de or­de­na­dor ganó contra el die­cio­cho ve­ces cam­peón del mun­do Lee Se­dol en un com­ple­jo jue­go al que se creía que solo los hu­ma­nos po­dían ju­gar, uti­li­zan­do su in­tui­ción y su pen­sa­mien­to es­tra­té­gi­co. El or­de­na­dor ganó si­guien­do no solo las re­glas da­das por los pro­gra­ma­do­res, sino em­plean­do tam­bién un sis­te­ma de apren­di­za­je au­to­má­ti­co ba­sa­do en mi­llo­nes de par­ti­das an­te­rio­res de Go y ju­gan­do contra sí mis­mo. En este caso, los pro­gra­ma­do­res pre­pa­ra­ron las ba­ses de da­tos y crea­ron los al­go­rit­mos, pero no po­dían sa­ber cuá­les se­rían los mo­vi­mien­tos que ela­bo­ra­ría el pro­gra­ma. La IA apren­de por sí mis­ma. Des­pués de va­rias ju­ga­das inu­sua­les y sor­pren­den­tes, Lee tuvo que ren­dir­se (Bo­ro­wiec 2016).

Se tra­ta de un lo­gro in­creí­ble para la IA, pero tam­bién sus­ci­ta in­quie­tu­des. Hay una ad­mi­ra­ción por la be­lle­za de las ju­ga­das, pero tam­bién tris­te­za, in­clu­so mie­do. Exis­te la es­pe­ran­za de que IAs más in­te­li­gen­tes pue­dan in­clu­so ayu­dar­nos a re­vo­lu­cio­nar los ser­vi­cios sani­ta­rios o a en­con­trar so­lu­cio­nes para todo tipo de pro­ble­mas so­cia­les, pero tam­bién la preo­cu­pa­ción de que las má­qui­nas to­men el con­trol. ¿Po­drán las má­qui­nas su­pe­rar­nos en in­te­li­gen­cia y con­tro­lar­nos? ¿Es la IA una mera he­rra­mien­ta, o poco a poco y de for­ma se­gu­ra se está con­vir­tien­do en nues­tro amo y se­ñor? Es­tos mie­dos nos re­cuer­dan las pa­la­bras del or­de­na­dor HAL en la pe­lícu­la de cien­cia fic­ción de Stan­ley Ku­bri­ck 2001: Unaodi­sea en el Es­pa­cio, quien en res­pues­ta a una or­den hu­ma­na, «abre las puer­tas del han­gar», res­pon­de: «lo sien­to Dave, me temo que no pue­do ha­cer eso». Y si no es mie­do, en­ton­ces pue­de que sea un sen­ti­mien­to de tris­te­za o de­cep­ción. Da­rwin y Freud des­tro­na­ron nues­tras creen­cias de que éra­mos ex­cep­cio­na­les, nues­tros sen­ti­mien­tos de su­pe­rio­ri­dad y nues­tras fan­ta­sías de con­trol; hoy día, la in­te­li­gen­cia ar­ti­fi­cial pa­re­ce ases­tar otro gol­pe a la au­toi­ma­gen de la hu­ma­ni­dad. Si una má­qui­na pue­de ha­cer esto, ¿qué que­da para no­so­tros? ¿Qué so­mos? ¿So­mos sim­ple­men­te má­qui­nas? ¿So­mos má­qui­nas in­fe­rio­res, con de­ma­sia­dos de­fec­tos? ¿Qué será de no­so­tros? ¿Nos con­ver­ti­re­mos en los es­cla­vos de las má­qui­nas? O, peor, ¿en una mera fuen­te de ener­gía, como en la pe­lícu­la Ma­trix?

E L VER­DA­DE­RO Y GE­NE­RA­LI­ZA­DO IM­PAC­TO DE LA IA

Pero los avan­ces de la in­te­li­gen­cia ar­ti­fi­cial no se li­mi­tan a los jue­gos o al mun­do de la cien­cia fic­ción. La IA se da ya en la ac­tua­li­dad, y está ge­ne­ra­li­za­da, a me­nu­do in­te­gra­da de for­ma in­vi­si­ble en nues­tras he­rra­mien­tas co­ti­dia­nas como par­te de com­ple­jos sis­te­mas tec­no­ló­gi­cos (Bo­ddin­gton 2017). Dado el cre­ci­mien­to ex­po­nen­cial de la po­ten­cia de los or­de­na­do­res, la dis­po­ni­bi­li­dad de gran­des con­jun­tos de da­tos de­bi­da a las re­des so­cia­les y al uso ma­si­vo de mi­les de mi­llo­nes de smar­tpho­nes y re­des mó­vi­les de gran ve­lo­ci­dad, la IA, y es­pe­cial­men­te el apren­di­za­je au­to­má­ti­co, ha lo­gra­do avan­ces sig­ni­fi­ca­ti­vos. Este he­cho ha per­mi­ti­do a los al­go­rit­mos ha­cer­se car­go de mu­chas de nues­tras ac­ti­vi­da­des, in­clu­yen­do la pla­ni­fi­ca­ción, el ha­bla, el re­co­no­ci­mien­to fa­cial y la toma de de­ci­sio­nes. Las apli­ca­cio­nes de la IA se dan en mu­chos ám­bi­tos, in­clu­yen­do trans­por­te, ma­rke­ting, ser­vi­cios sani­ta­rios, fi­nan­zas y ase­gu­ra­do­ras, la se­gu­ri­dad y el ám­bi­to mi­li­tar, cien­cia, edu­ca­ción, tra­ba­jo de ofi­ci­na y asis­ten­cia per­so­nal (por ejem­plo, Google Du­plex) , en­tre­te­ni­mien­to, ar­tes (re­cu­pe­ra­ción de in­for­ma­ción mu­si­cal y com­po­si­ción), la agri­cul­tu­ra y, por su­pues­to, la fa­bri­ca­ción.

La IA se da ya en la ac­tua­li­dad, y está ge­ne­ra­li­za­da, a me­nu­do in­te­gra­da de for­ma in­vi­si­ble en nues­tras he­rra­mien­tas co­ti­dia­nas.

La IA es crea­da y uti­li­za­da por em­pre­sas de tec­no­lo­gía de la in­for­ma­ción [TI] y de in­ter­net. Por ejem­plo, Google siem­pre ha usa­do la IA para su mo­tor de bús­que­da. Fa­ce­book usa IA para la pu­bli­ci­dad di­ri­gi­da y el eti­que­ta­do de fo­tos. Mi­cro­so­ft y Apple usan IA para po­ten­ciar sus asis­ten­tes di­gi­ta­les. Pero la apli­ca­ción de la IA abar­ca mu­cho más que el sec­tor TI de­fi­ni­do en sen­ti­do es­tric­to. Por ejem­plo, hay mu­chos pla­nes con­cre­tos y ex­pe­ri­men­tos con co­ches au­tó­no­mos. Esta tec­no­lo­gía tam­bién está ba­sa­da en la IA.

Los dro­nes usan IA, así como las ar­mas au­tó­no­mas que pue­den ma­tar sin in­ter­ven­ción hu­ma­na. Y la IA ya se ha em­plea­do para to­mar de­ci­sio­nes en juz­ga­dos. En los Es­ta­dos Uni­dos, por ejem­plo, el sis­te­ma COM­PAS se ha uti­li­za­do para pre­de­cir quién es más pro­ba­ble que vuel­va a de­lin­quir. La IA en­tra tam­bién en cam­pos que nor­mal­men­te con­si­de­ra­mos que son más per­so­na­les o ín­ti­mos. Por ejem­plo, las má­qui­nas aho­ra pue­den leer nues­tras ca­ras: no solo para iden­ti­fi­car­nos, sino tam­bién para in­ter­pre­tar nues­tras emo­cio­nes y re­cu­pe­rar todo tipo de in­for­ma­ción.

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